PAKISTÁN: Inyecciones que enferman

Cada dos semanas, la pakistaní Perween Riaz concurre al Centro Médico Ghazi, en esta meridional ciudad de Pakistán, donde un funcionario le administra inyecciones contra el dolor de cabeza y las náuseas con jeringas y agujas usadas y no esterilizadas.

Niños recogen jeringas usadas a las afueras de un hospital de Karachi. Crédito: Zofeen Ebrahim/IPS
Niños recogen jeringas usadas a las afueras de un hospital de Karachi. Crédito: Zofeen Ebrahim/IPS
Además le toma la presión sanguínea, que encuentra baja. Luego se dirige a una mesa alta para preparar la inyección. Ella nunca pregunta nada, está demasiado agradecida de que le saquen el dolor.

"Hasta que no me dan la inyección, no me siento bien", dice Riaz, madre de siete niños.

El tarro de basura junto a la mesa está vacío, pero hay ampollas y jeringas usadas por todos lados, con y sin agujas, al parecer para volver a usarlas.

Casi 80 por ciento de la atención de salud en Pakistán está a cargo de médicos privados, muchos de los cuales no tienen título ni formación adecuada. Se los considera responsables de prácticas insalubres, como administrar inyecciones innecesarias y utilizar jeringas o agujas no esterilizadas, señaló Aftab Moshsin, director del Programa para la Prevención y el Control de la Hepatitis, dependiente de la oficina del primer ministro.
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De hecho, la persona que inyectó a Riaz era el asistente farmacéutico del médico, que estaba de vacaciones, y a sabiendas reutilizaba jeringas y agujas.

"Cambiamos la aguja si la inyección es intramuscular. No es necesario usar una nueva cada vez", arguyó quien oficia de médico atendiendo a personas pobres como Riaz en el postergado barrio de Shirin Jinnah, en Karachi.

Nueve de cada 10 inyecciones que se aplican en este país no son necesarias, indicó Naveed Zafar Janjua, epidemiólogo del Centro para el Control de Enfermedades de la canadiense Universidad de British Columbia. Y siete de cada 10 jeringas no fueron esterilizadas, una práctica que promueve las infecciones de hepatitis B y C.

"No debería reutilizarse ninguna parte de la jeringa", señaló Arshad Altaf, del capítulo pakistaní de la Red Global de Inyecciones Seguras, una coalición de voluntarios dedicada a promover cambios en esta práctica.

Aun si se reemplaza la aguja, el tubo y el émbolo tienen contacto con la sangre y con fluidos corporales y persiste el riesgo de transmitir agentes patógenos, explicó Altaf.

"El asistente prepara la inyección detrás del mostrador para que los pacientes ignorantes no sepan si la jeringa es nueva o vieja", señaló Altaf, quien está familiarizado con el funcionamiento del centro al que concurre Riaz.

"A veces los que atienden son tan despiadados que sólo cambian de aguja cuando está gastada y no puede pinchar al paciente o éste se queja de dolor porque la aguja está desafilada y no atraviesa bien la piel", añadió.

"Todos los indicios apuntan al uso inseguro, inapropiado e innecesario de la jeringa en 80 por ciento de las causas de las infecciones con el virus de hepatitis C", subrayó Mohsin.

La enfermedad infectocontagiosa afecta el hígado de la persona que contrae el virus.

De 12 a 15 millones de personas están infectadas con el virus de la hepatitis en este país de 180 millones de habitantes. Pakistán también tiene la mayor cantidad de pacientes con enfermedades crónicas del hígado, indicó Mohsin.

Los medicamentos inyectables se volvieron muy populares tras su uso generalizado contra el paludismo y la frambesia a principios de los 90. La penicilina fue introducida en este país en la época de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Como "tuvieron consecuencias drásticas, la gente empezó a considerar que los medicamentos inyectables aceleran la mejoría", indicó Janjua.

"Los profesionales recetan inyecciones para dolencias comunes porque eso eleva el costo de la prescripción", explicó Altaf.

Los virus de la hepatitis se clasifican en A, B, C, D, y F, de los cuales los B, C y D se transmiten por vía sanguínea y fluidos corporales. La enfermedad se considera silenciosa porque los síntomas pueden aparecer después de 10 o 20 años de infectado el paciente.

Muchas personas no presentan síntomas agudos, pero la gran mayoría terminan desarrollando cirrosis hepática o cáncer de hígado.

"La cirrosis hepática se manifiesta con la aparición de fluido en el abdomen, vómitos y deposiciones con sangre y, en una etapa posterior, se altera el estado mental", explicó Janjua.

Él y sus colegas concluyeron tras un estudio realizado en 2003 en tres distritos de la provincia de Sind que entre 30 y 50 por ciento de las inyecciones no se suministraban con jeringas desechables, y que la misma aguja se usaba para distintos pacientes.

La prevalencia de hepatitis B es de 2,5 por ciento, y de 4,9 por ciento la de hepatitis C, según estimaciones del programa estatal dedicado a esa enfermedad.

Otras investigaciones muestran que la prevalencia puede llegar hasta seis por ciento. Un estudio realizado por Janjua en 2007 en una comunidad de esta ciudad concluyó que 24 por ciento de los consultados estaba infectados con el virus de la hepatitis C.

El mayor obstáculo es la falta de ética del personal de la salud, señaló Tania Rab, asesora en comunicaciones del Programa del Control de Hepatitis.

"No hay un marco legal que prohíba la reutilización y el mal uso de jeringas y ninguna ley que impida que el personal incurra en prácticas nocivas", indicó.

La asamblea legislativa de Sind aprobó a principios de este año una ley contra la fabricación, la venta y el uso de jeringas desechables que no sean las que se autodestruyen. Las personas que violen la norma serán castigadas con hasta dos años de cárcel y una multa de hasta 5.857 dólares.

"Logramos controlar la reutilización de jeringas en hospitales así como regularizar el trabajo en los bancos de sangre, pero no se ha logrado contener a otros empleados del sector", añadió Rab.

"Mientras tanto tendremos que seguir lidiando con personal no calificado, en vez de despedirlo", indicó.

Uno de los capítulos del programa que este año se llamará "Inyecciones seguras" se destinará a crear conciencia entre el personal de salud no calificado sobre la reutilización y el uso inadecuado e innecesario de inyecciones.

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