ESLOVENIA: Privatización lenta pero segura

Cuando cayó el Muro de Berlín, en 1989, se promovió la privatización radical como solución para los males de las economías del bloque socialista europeo. Eslovenia, único país que ignoró esta receta de Occidente, parece haber logrado un desempeño mucho mejor.

Desde el colapso del bloque socialista, los países que lo integraban fueron presionados para crear economías de mercado, a despecho de la necesidad de preservar sus sistemas estatales de seguridad social.

La transición contó con la asistencia de potencias occidentales, del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, así como de varias fundaciones, principalmente estadounidenses, que entre otras cosas promovieron la venta de bienes públicos, adquiridos con grandes inversiones extranjeras directas.

La mayoría de estos actores externos creían que la democracia sólo podría surgir si se implementaba una economía de mercado, así que sus primeros esfuerzos se centraron en ella.

Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, la República Checa y Rumania aestán plenamente integradas a la Unión Europea (UE) a la que ingresaron en 2004.
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Las economías de la región dependen de atraer inversiones del exterior, por lo que sus economías se integran a Occidente, pero también la mayoría de sus principales industrias y servicios están en manos extranjeras.

La privatización fue una de las cuestiones más calientes de la región, para muchos un fenómeno que se materializó demasiado rápidamente y para beneficiar a una pequeña elite que se volvió política y económicamente poderosa.

La nueva posición de estos países en la economía mundial no les da mucho espacio para maniobrar, pero Eslovenia ha resultado una excepción, pues privilegió la venta de bienes públicos a capitales nacionales e integró a varios grupos de interés en el proceso legislativo.

En las antípodas están los países del Báltico —Estonia, Letonia y Lituania—, ex repúblicas soviéticas con economías centralizadas hasta 1991. Luego de su independencia se inclinaron por gobiernos derechistas que implementaron una versión radical del liberalismo económico.

En Europa centro-oriental, Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría buscaron un camino intermedio, que les permitiera efectuar reformas de mercado al tiempo de mantener alguna forma de protección social y de apostar a políticas industriales.

Solamente Eslovenia se apartó mucho de este camino y, más que cualquier otro país en la región, ha creado una sociedad socialmente inclusiva sin sacrificar su desempeño macroeconómico.

Sus gobiernos izquierdistas siguieron el ejemplo de los acuerdos socialdemócratas y corporativistas, típicos de países del norte de Europa como Alemania o Suecia.

En el corporativsmo, el empresariado, los trabajadores y otros grupos sociales son aceptados como socios al formular políticas macroeconómicas, por ejemplo acordando el salario mínimo o los beneficios por desempleo.

No obstante, Eslovenia también ha seguido algunas tendencias neoliberales en relación a la legislación laboral.

En este país "el diálogo social era una tradición, y nosotros la continuamos después de la independencia", dijo Rastko Plohl, presidente de los Sindicatos Independientes de Eslovenia.

"Se creó un Consejo Económico Social donde se llevan a cabo diálogos tripartitos en el área de los derechos laborales y otras legislaciones", explicó.

El corporativismo esloveno toma más en cuenta a los trabajadores que la mayoría de los países occidentales, lo que ayudó a legitimar las reformas de mercado, como la privatización, más que en otros países de la región, donde se las suele ver como injustas y precipitadas.

Su pasado como la república más liberal y económicamente más volcada hacia Occidente en la ex Yugoslavia, y la persistente propiedad comunal fue un marco clave para la inclusión de los sindicatos en las batallas legislativas post-comunistas que definieron los nuevos derechos de propiedad.

En febrero de 1989, "los Sindicatos Independientes de Eslovenia participaron en el Consejo Constitucional, y se las arreglaron para introducir en la Constitución artículos sobre los derechos de los trabajadores", dijo Plohl.

La central sindical "también reclamó una participación pública de seis meses en el debate, y abrió el camino para que otras organizaciones y la ciudadania en general pudieran presentar sus propuestas", agregó.

En consecuencia, los capitales internacionales no pueden ingresar tan fácilmente como en el Báltico o en el resto de Europa centro-oriental. En cambio, se promovió la participación extranjera selectiva en las tradicionales industrias livianas del país.

Eslovenia y los estados de Europa centro-oriental se las han arreglado para crear industrias exportadoras que, de modo similar a las de los países occidentales, dependen de una tecnología compleja y de mano de obra calificada, y que en muchos casos ya existían en la era socialista.

El resultado fueron mejores salarios y condiciones laborales para los eslovenos, en parte gracias a un mayor poder de negociación de sus trabajadores calificados.

Los países del Báltico han sido elogiados por algunos medios de comunicación occidentales por su capacidad macroeconómica y por sus equilibradas finanzas públicas, pero estoos logros fueron a costa de una creciente desigualdad y exclusión social.

Países como Estonia y Letonia han combinado políticas económicas neoliberales con el nacionalismo, asegurándose de que los costos de las reformas recayeran en las espaldas de las numerosas minorías rusas que viven en esos estados.

Temerosos de perder su independencia, los países del Báltico cortaron todo vínculo económico posible con Moscú, y las industrias de la era soviética que empleaban a enormes cantidades de rusos se vieron especialmente perjudicadas.

Amediados de los años 90 Eslovenia y varios países de Europa centro-oriental recuperaron parte de su capacidad industrial, pero la producción del Báltico ha decaído cada vez más.

Las exportaciones de las naciones del Báltico se concentran en sectores de explotación intensiva de recursos naturales o de mano de obra no calificada, como en muchos de los países menos adelantados.

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