Indias musulmanas confeccionan juntas su futuro

Hace 20 años, Amir Unisha Begum era una tímida ama de casa sin educación formal y que rara vez salía del tugurio donde vivía en esta ciudad del sur de India. Pero ahora integra un grupo de artesanas, se tiene confianza para defender sus intereses y gana suficiente dinero para mantener a sus tres hijos.

El esposo de Unisha murió en 1990 en un enfrentamiento entre hindúes y musulmanes en la zona de Charminar, en Hyderabad, capital del meridional estado de Andhra Pradesh. "En un instante mi futuro se precipitó a un agujero oscuro sin fondo", recordó.

La viuda musulmana de entonces 24 años se vio obligada a salir adelante sola. Pasó penurias durante años hasta que se topó con la Sociedad Cooperativa de Ayuda Mutua Mahila Sanatkar, una organización que capacita a mujeres en la confección de artesanías tradicionales de Hyderabad y les busca trabajo.

Ahora Unisha es experta en crochet y bordado, en especial en zardosi, una técnica exquisita, aunque en extinción, de bordar a mano con hilos de seda, gemas, cuentas y lentejuelas.

Con seguridad, Unisha heredó el talento para esas labores, pero Mahila Sanatkar (mujeres empresarias, en hindi) le permitió vivir de esa actividad, al igual que a otras 200 mujeres de Hyderabad.
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Cuando Mahila Sanatkar se fundó en 1999, aunque funcionaba de manera informal desde 1994, apuntó al desarrollo social de comunidades musulmanas pobres. Pero no tuvo mucho éxito.

"En 2007 optó por una estrategia de desarrollo económico y de fomentar la presencia en el mercado", señaló Ali Asghar, conocida empresaria que desempeñó un papel clave en la fundación de Mahila Sanatkar. "Eso funcionó bien", remarcó.

Unisha ganaba menos de un dólar al día enrollando hilos, el empleo que encontró tras la muerte de su marido. Ahora ella y sus ocho compañeras de equipo obtienen más de 1.000 dólares al año cada una.

Jimtiyaz Begum señaló que pudo mandar a sus tres hijos a la universidad gracias a Mahila Sanatkar.

Los grupos están integrados por mujeres de entre 18 y 55 años que viven en tugurios y cuyo nivel de educación formal varía entre cuarto y octavo gado, explicó la coordinadora de la cooperativa, Zakira Begum. Participan en talleres sobre el valor de la educación, la salud y los derechos comunitarios, al que le sigue un curso de costura de tres meses.

Las mujeres ganan a medida que aprenden tomando órdenes de trabajo como equipo.

Cada seis meses se organizan talleres para mantenerlas actualizadas sobre las tendencias del mercado, a cargo de conocidos diseñadores. También toman ideas de diseños y reciben órdenes de las ferias de vestimenta organizadas por el Ministerio de Textiles en las grandes ciudades de India.

Pero por lo general, cada grupo se hace cargo de un trabajo otorgado por Mahila Sanatkar. Los equipos compran la materia prima, hacen el trabajo y entregan el producto. Diez por ciento de la ganancia queda en la cooperativa para pagar impuestos y otro 10 por ciento para gastos generales, como el uso del local y de sus máquinas.

Cada equipo tiene su propia cuenta bancaria. Si una integrante no puede pagar su parte para comprar insumos, otra paga por ella.

"Somos como una familia, un lugar de trabajo lleno de mujeres", señaló Sajida Ansari. "Nuestra vida está aquí. Nos peleamos con cualquiera que critique a Mahila Sanatkar", añadió.

"Hay una gran participación personal y todas asumen la tarea de terminar a tiempo", señaló Anita Kumari, encargada de producción.

Hace poco recibimos una orden para fabricar 200 telas mosquitero en 15 días, relató. "En el mejor de los casos se podían coser 10 al día. Pero las mujeres se embarcaron a trabajar frenéticamente hasta medianoche las dos semanas y poder a tiempo" para cumplir con el pedido, contó.

El hecho de que pudieran hacerlo sin problemas es un contundente indicador de la transformación social que lograron en sus familias. Maridos o parientes políticos que ni siquiera les permitían salir del barrio, ahora aceptan que trabajen hasta tarde.

Las mujeres igual toman medidas para evitar cualquier malentendido.

"Si trabajamos hasta tarde, contratamos transporte y regresamos en grupo. Primero dejamos a las que tienen más posibilidades de tener problemas domésticos, para que la familia vea que estábamos todas juntas", relató Jimtiyaz.

En las comunidades musulmanas de Hyderabad, las "costumbres sociales retrógradas y conservadoras limitan la movilidad de las mujeres y refuerzan la práctica de llevar velo o ‘purdah’, lo que contribuye a la alta tasa de analfabetismo femenino, los bajos ingresos y al deterioro del estado de salud, así como a la explotación y a un estatus inferior dentro del hogar", sostuvo Asiya Jatun, una de las fundadoras de la cooperativa.

La otrora reticente Unisha ahora hasta es capaz de hacer frente al tío de su marido, que ya le arrebató parte de sus tierras y ahora lo quiere todo.

"Me volví tan fuerte que casi no puedo reconocer a la mujer que fui hace 20 años", señaló Unisha.

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