ISRAEL: Qué difícil es bailar al ritmo de la paz

Lo que encabezó la «lista de éxitos» de Medio Oriente esta semana no fueron los armoniosos acordes diplomáticos interpretados el martes en la Casa Blanca, sino una coreografía llevada a cabo por soldados israelíes que patrullaban la ocupada ciudad palestina de Hebrón.

La televisión israelí recopiló decenas de informes de canales de noticias de todo el mundo sobre el vídeo publicado en el portal YouTube y titulado "El batallón 50 baila el rock de la alcazaba de Hebrón".

Durante el llamado a los rezos musulmanes que se escucha de fondo, seis soldados en plena labor militar comienzan a bailar la popular canción "Tik tok", interpretada por la estadounidense Kesha.

Dándose la mano, danzan de a dos antes de volver a patrullar las calles.

Al ejército israelí el vídeo no le resultó divertido, y ahora amenaza con disciplinar a los soldados devenidos bailarines.
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Como la filmación acaparó la atención en la víspera de su muy anticipado quinto encuentro con el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, es probable que al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tampoco le haya hecho mucha gracia.

Después de todo, las calles de Hebrón son un aleccionador recordatorio —especialmente para su flanco ultranacionalista— de que en su gobierno anterior (1996-1999) Netanyahu sucumbió a la presión estadounidense diseñada para limitar el control de Israel sobre la ocupada Cisjordania.

Esto ocurrió en 1997, cuando Netanyahu acordó con Yasser Arafat una paulatina retirada de Hebrón, que pasó entonces a manos de la Autoridad Nacional Palestina.

Lo que ahora Obama quiso saber fue si, 13 años después, el líder israelí está listo para ayudar a concretar la visión de Estados Unidos sobre la paz.

Luego de sus conversaciones con Obama en la Oficina Oval, Netanyahu declaró su intención de dar "pasos concretos" en "las próximas semanas" para hacer avanzar la paz entre israelíes y palestinos "de un modo muy enérgico".

Obama pareció listo para creerle, o por lo menos proyectó esa impresión.

"Creo que el primer ministro Netanyahu quiere la paz. Pienso que está dispuesto a asumir riesgos por la paz… Ahora más que nunca es tiempo de que aprovechemos esa visión", dijo Obama.

"Esperamos que las conversaciones de proximidad conduzcan a negociaciones directas. Creo que el gobierno de Israel está preparado para comprometerse" en ellas, continuó.

Pero "eso significará algunas decisiones duras. Y habrá veces en que él y yo tendremos discusiones fuertes sobre qué clase de elecciones es necesario hacer", añadió.

Ambos mandatarios se esforzaron por demostrar que la aspereza que había marcado su reunión anterior, en marzo, estaba muerta y enterrada. Las declaraciones fueron bien ensayadas y sincronizadas, y aparentemente no hubo nada fuera de lugar.

En los últimos tiempos, el embajador de Israel en Estados Unidos, Michael Oren, dijo que las relaciones entre los dos países han atravesado una "mutación tectónica".

No hubo notas estridentes. Y tampoco una referencia específica a la necesidad de que Netanyahu extienda el congelamiento parcial de las colonias en Cisjordania, ni a un calendario fijado para concretar la solución de los dos estados, ni nada sobre los asentamientos judíos en la ocupada Jerusalén oriental.

Sí estuvo sobre la mesa la cuestión nuclear iraní. Pero más allá de generalidades sobre la seguridad de Israel, lo que los líderes no explicitaron fue lo que cada uno espera que el otro haga: que Obama actúe contra Irán, que Netanyahu frene los asentamientos y llegue a un acuerdo pleno sobre el futuro de Cisjordania.

Aluf Benn, el corresponsal de temas diplomáticos del periódico israelí Haaretz, se refirió a esto como a cierta clase de gran regateo: "Este acuerdo, que frustra la nuclearización de Irán a cambio de detener los asentamientos, ha estado en la agenda desde que ambos fueron elegidos. Cada uno sabe lo que el otro quiere, pero está intentando bajar el precio".

"Ahora que Obama ha hecho su jugada en el frente iraní, es el turno de Netanyahu de dar algo en el frente palestino", escribió Benn.

Más allá de las grandes declaraciones y los grandes compromisos, los palestinos creen que a Netanyahu todavía le falta mucho para hacer avanzar la propuesta de paz de Estados Unidos.

"Netanyahu debe elegir entre los asentamientos y la paz. Queremos reanudar las negociaciones directas, pero el problema es que la tierra que debería ser para un Estado palestino es tragada por las colonias", dijo a IPS el jefe de los negociadores palestinos, Saeb Erekat.

Esto fue puesto de relieve por la organización israelí de derechos humanos B'Tselem, que en un informe presentado el martes reveló que los asentamientos ahora controlan casi la mitad de Cisjordania.

Ese mismo día, The New York Times publicó nuevas evidencias de que organizaciones cristianas evangélicas de Estados Unidos están apoyando a los colonos, mediante donaciones exentas de impuestos.

Ese diario identificó registros públicos en Estados Unidos e Israel según los cuales en la última década por lo menos 40 de esas entidades recaudaron unos 200 millones de dólares para efectuar donaciones exoneradas de impuestos a los colonos de Cisjordania y Jerusalén oriental.

Por todo esto, Obama puede haber accedido a darle a Netanyahu algunos meses de flexibilidad antes de imponerle las "opciones duras" que mencionó en la conferencia de prensa conjunta.

Pero ¿acaso el presidente lleva realmente el paso?

Tras haber disfrutado por primera vez de la Casa Blanca de Obama, Netanyahu puede sentirse libre de usar el tiempo que resta de aquí a fines de septiembre, cuando concluya su moratoria de 10 meses a los asentamientos, para cambiar su pareja de baile.

Y también para dar los pasos correctos que le permitan mantener a sus socios de la ultraderecha israelí.

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