En un día primaveral en el Golfo de México, un reventón en una perforación petrolera submarina inició un enorme derrame de crudo. Se intentó limitar la fuga sellando el pozo, taponándolo o cubriéndolo. Nada funcionó.
Eso fue 31 años atrás, en junio de 1979. La explosión y hundimiento de la plataforma de exploración de la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) fue el peor derrame accidental de crudo de la historia.
El desastre continuó hasta el 24 de marzo de 1980. Se dispersaron 3,3 millones de barriles de crudo, según Pemex, y más de un millón de barriles quedaron flotando en las aguas.
Se cree que la cantidad de hidrocarburo que mana del pozo de British Petroleum desde el 20 de abril de este año —cuando colapsó la plataforma Deepwater Horizon en el mismo Golfo de México—, superará a la de Ixtoc. Algunos creen que ya lo hizo.
Se ignora qué efecto final tendrá ese petróleo en el ambiente y los asentamientos humanos circundantes. Pero Ixtoc parece el mejor lugar para buscar respuestas.
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Sin embargo, muy pocos estudios se han realizado sobre esa catástrofe.
Uno de ellos, "Impacto ecológico de la industria petrolera en la Sonda de Campeche, México, tras tres décadas de actividad", publicado en 2004 por cuatro científicos mexicanos, concluyó que el daño primordial fue la alteración de los estuarios y lagunas costeras, especialmente en la reproducción y el crecimiento de varias especies pesqueras.
El biólogo Wes Tunnell, del Instituto Harte de Investigación para el Golfo de México de la Texas A&M University en Corpus Christi, también estudió los impactos de Ixtoc.
Tunnell ha observado por 45 años el sur del Golfo y la Sonda de Campeche —un área de de unos 8.000 kilómetros cuadrados al sudeste de la capital mexicana donde estaba el pozo de Ixtoc— con visitas frecuentes a zonas afectadas por diversos derrames.
"Incluso para la mayoría de los que estudiamos la fuga de Ixtoc aún es incomprensible qué pasó con todo ese crudo", dijo a IPS.
El incendió y hundimiento de la plataforma fue el 3 de junio. Las corrientes arrastraron la marea negra hasta las costas de los estados mexicanos de Campeche, Tabasco, Veracruz y Tamaulipas, y llegó al sureño estado estadounidense de Texas en la primera semana de agosto.
"En las siguientes seis semanas, una faja de petróleo y alquitrán de 48 kilómetros de largo y unos 30 metros de ancho cubrió las playas del sur de Texas, con un grosor de hasta 30 centímetros", dijo Tunnell.
Él y otros investigadores habían tomado muestras allí en julio, antes de que llegara la marea negra. Regresaron en septiembre, "cuando el crudo se había revuelto con las tormentas".
Hallaron una reducción de dos grupos de organismos, gusanos marinos y pequeños crustáceos, "que se cuentan en miles por metro cuadrado en la arena que pisamos en la zona de rompiente". La caída era de entre 50 y 80 por ciento en la zona intermareal.
"No vimos una reducción de especies, sino de individuos. Y nos dijimos: Oh, esto es realmente grave", recordó Tunnell.
Dos años y medio después, envió a las mismas playas a un estudiante que preparaba su tesis. La abundancia de gusanos y crustáceos se había recuperado.
"En dos o tres años, la fauna de la playa o sus poblaciones regresaron al parecer al nivel anterior. Las playas de arenas de granos finos se limpian rápido", aseveró.
Tunnell asegura que un fenómeno similar se registró en los bancos de camarones de Campeche, los mayores del sur del Golfo, recuperados dos años después del accidente, "algo muy sorprendente para nosotros", dijo.
Tom Shirley, también del Instituto Harte, apunta algunos elementos.
Cada año se filtra naturalmente al mar una cantidad de crudo equivalente a un buque tanque de los yacimientos submarinos del Golfo. Los organismos de la zona se han adaptado a soportar una constante presencia de crudo en las aguas.
Eso podría significar que la fauna del Golfo tiene una notable capacidad para degradar las moléculas de los hidrocarburos, aventuró Sherley.
Sin embargo, explicó, esas filtraciones naturales son muchísimo más graduales que la situación actual, cuando hay decenas de miles de barriles manando y flotando en las aguas, como ahora.
"Mientras los derrames se mantienen en mar abierto, sus efectos son relativamente pocos, pero los problemas aumentan cuando llegan a la costa", dijo a IPS el biólogo del estatal Centro de Investigaciones Biológicas del Noreste, Daniel Lluch-Cota, uno de los cuatro autores del estudio publicado en 2004.
El ataque a la flora y la fauna costera "es grave, desde la productividad del fitoplancton hasta efectos directos en aves marinas y otras especies", indicó Lluch-Cota.
Remanentes de Ixtoc todavía se podían ver y tocar siete años atrás. Tunnell se apresta en estos días a investigar si aún están allí.
En 1979, un par de estudiantes suyos hallaron crudo en arrecifes del sur del Golfo, cerca de Veracruz, arrastrado por las tormentas y flotando encima de ellos. Muchas islas tenían una capa aceitosa de unos 30 centímetros.
El biólogo siguió rastreando esos colchones cada mes de junio con sus estudiantes. "Lentamente se fueron disolviendo, sobre todo en los cinco o seis primeros años. Después ya era bastante difícil encontrarlos", sostuvo.
Pero los ecologistas advierten que hasta ahora no hay evaluaciones fidedignas.
El estudio de Lluch-Cota advierte que la falta de información sistematizada sobre la situación biológica y natural de los ecosistemas del Golfo a lo largo de los años es el principal obstáculo para las conclusiones claras sobre el impacto de la extracción petrolera.
"No sabemos si el daño ocasionado en Ixtoc se recuperó. La capacidad de Pemex para responder a la contaminación es limitada", dijo a IPS el coordinador político de Greenpeace para América Latina, Gustavo Ampugnani.