INDONESIA: Tener un millón de amigos es un riesgo en Facebook

Al indonesio Syafei Asyhari le ocurrió lo que para todos los padres es la peor pesadilla en la era de Internet: descubrió que su hija Latifa, de 16 años, había caído en las garras de traficantes que conoció como «amigos» en Facebook.

"Hace pocos días la llamé a su celular. Sonaba, pero nadie respondió. Enseguida alguien apagó el teléfono", relató Asyhari, entre lágrimas, al canal local de televisión Trans 7 el 13 de este mes, dos semanas después de que su hija despareció de su casa en Jombang, en la provincia de Java oriental.

Luego se supo que Latifa fue a Yakarta con un nuevo amigo que había conocido a través de la red social Facebook. Mediante un breve mensaje enviado a una compañera de clase de Latifa, Asyhari se enteró de que la adolescente estaba fuertemente custodiada por su "empleador".

El día 11 también se reportó la desparición de Sylvia Russarina, una estudiante de 23 años de la Universidad de Diponegoro, en la ciudad de Semarang, en Java central. El último mensaje que la muchacha envió a su madre fue: "Mamá, no intentes hallarme. Estoy bien".

"Una amiga suya me dijo que hacía poco mi hermana había estrechado su vínculo con un nuevo amigo que conoció a través de Facebook", dijo María, hermana de Sylvia.
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Fueron los padres quienes reportaron a la policía los incidentes sobre las dos desaparecidas.

Arbaridi Jumhur, jefe de investigadores de la policía de Surabaya, dijo que existía la posibilidad de que Latifa y Sylvia fueran víctimas de traficantes que se aprovechaban de jóvenes desprevenidas a las que contactaban por Facebook.

Casos como estos están causando preocupación por las redes sociales entre los padres, activistas por los derechos de los niños y las niñas y organizaciones religiosas de este país predominantemente musulmán.

Las reacciones van desde urgir a los padres a estar al tanto de las vidas de sus hijos en Internet hasta puntos de vista más impulsivos.

Otros sostienen que la red está destruyendo normas y valores sociales en Indonesia. El 20 de mayo del año pasado, clérigos musulmanes junto con 50 líderes de seminarios islámicos en Java oriental, tradicional baluarte de esta religión en el país, se reunieron en el pueblo de Kediri y emitieron un edicto religioso prohibiendo Facebook.

Pero nadie parece estar cumpliéndolo, aunque más no sea que porque los nuevos medios de comunicación y la tecnología se han vuelto parte habitual —y en general segura— de las vidas de muchas personas.

De todos modos, defensores de los derechos de la infancia y funcionarios sostienen que la facilidad con que se puede acceder a Internet y conectarse con otras personas sin el control y la orientación de adultos suma una dimensión de riesgo a los problemas de abusos sexuales y tráfico de personas.

"Facebook hace que estos delitos sean más fáciles de ejecutar", dijo Aris Merdeka Sirait, secretario general de la Comisión Nacional para la Protección a la Infancia.

Informes de prensa difundidos en enero señalaron que dos personas fueron arrestadas por participar en el comercio sexual a través de Facebook.

Afif Margarini, uno de los arrestados, está acusado de "cazar" y proveer de niñas a su cómplice Endy Muchilisin, quien subía las fotografías de las muchachas a su perfil de Facebook. Luego ofrecía a quienes ingresaban una cita con las chicas.

Tras hacer un trato y obtener un pago inicial, Muchilisin coordinaba una cita en un cierto lugar con su cliente.

Debido a las transacciones habituales de este dúo, la policía de Surabaya pudo ubicar los sitios donde las muchachas se encontraban con los clientes, y así concretar los arrestos.

Sirait también citó un caso policial ocurrido en Yakarta, donde a comienzos de este mes una niña fue engañada a través de Facebook para conocer a un hombre y tener sexo con él.

Poco después, fue obligada a hacerle favores sexuales a otro hombre. Si se negaba, el hombre amenazaba con difundir en Internet fotografías explícitas de ella. La muchacha no tenía más opción que obedecer, agregó Sirait.

Pero en medio de la preocupación que han generado estos incidentes, Sirait señaló que prohibir el uso de Facebook y de otras redes sociales en Internet no funcionará. "Lo que se puede hacer es dar una buena educación dentro de las familias, las esuelas y los grupos sociales, para equilibrar el desarrollo de la tecnología", dijo.

El debate sobre cómo manejar las potencialidades y los riesgos de los nuevos medios tecnológicos también ha ocupado un lugar importante en los programas de radio y en cartas a los editores de periódicos y revistas.

Como es común en otros países, las madres de Indonesia a menudo se quejan de no tener acceso al universo cibernético en el que viven sus hijos, y de no saber cómo manejar estos temas. Muchas de ellas se han quejado de que sus hijos e hijas les rechazan la solicitud de "amistad" en Facebook, lo que les impide realizar un seguimiento de sus actividades en la red de redes.

Según Sirait, el comercio sexual y el tráfico de personas es mucho más complejo en estos días, con nuevos elementos que se vuelven accesibles por factores como el consumismo y las nuevas tecnologías, por encima de lo que los expertos antes atribuían principalmente a la pobreza.

Algunos activistas por los derechos infantiles señalan que algunas niñas han mencionado su deseo de tener estilos de vida más lujosos como motivo para ser parte del comercio sexual en Internet.

Estudios realizados por la Organización Internacional para las Migraciones mostraron que en 2007 Indonesia registró 1.231 casos de tráfico humano, el mayor número del mundo durante ese año.

Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, 40.000 niños indonesios fueron víctimas de explotación y abusos sexuales en 2009.

El ministro coordinador para el Bienestar Social, Agung Laksono, dijo que está en auge el tráfico humano, que afecta principalmente a muchachas en edad adolescente. Por lo general los traficantes envían a sus víctimas al exterior, presuntamente para realizar trabajos legítimos, pero terminan siendo trabajadoras sexuales.

Laksono dijo que en 2009 hubo 607 casos de tráfico humano en Indonesia, que involucraron a 857 sospechosos y a 2.055 víctimas, 485 de ellas menores de 15 años.

"Las mujeres y los niños son las principales víctimas", destacó.

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