AMBIENTE-GUATEMALA: Activistas exigen atacar vulnerabilidades

Crisis alimentaria y muerte son las secuelas devastadoras del cambio climático en Guatemala, que sufre la mayor sequía en 30 años. Ante esta certeza, ambientalistas reclaman al gobierno medidas para mitigar el fenómeno, pues entienden que las tomadas hasta ahora sólo atienden los efectos.

Área protegida en la playa de Tilapa, en el Pacífico guatemalteco Crédito: Gentileza Conap
Área protegida en la playa de Tilapa, en el Pacífico guatemalteco Crédito: Gentileza Conap
La sequía provocó la muerte por desnutrición severa de por lo menos 25 niños y niñas este año, según una agencia especializada de la ONU, que aclara que aún no se ha completado la información. Unas 54.000 familias residentes en el llamado corredor seco, en el centro y este del país, han sido las más afectadas por la altísima pérdida de la siembra de granos, según datos del gobierno.

La portavoz de la Oficina de la ONU (Organización de la Organización de las Naciones Unidas) para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), Elizabeth Byrs, dijo hace dos semanas desde Ginebra que la crisis alimentaria en Guatemala golpea a 2,5 millones de personas y que la situación se agrava cada día.

Por ahora, el gobierno del socialdemócrata Álvaro Colom ha centrado sus esfuerzos en atender la emergencia y ha anunciado acciones para mitigar el cambio climático. A criterio de los expertos, este último fenómeno es parte fundamental del problema y merece aplicar medidas urgentes.

Eddy Sánchez, director del Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología (Insivumeh), recordó a IPS que la sequía "es causada por El Niño, el cual está asociado con la variabilidad del cambio climático".
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El Niño, la fase cálida de la Oscilación del Sur (ENOS), se manifiesta al aumentar la temperatura superficial del agua en las áreas oriental y central del océano Pacífico ecuatorial, que sumado a otros patrones de circulación atmosférica de gran escala ocasiona significativos efectos meteorológicos en gran parte del mundo, en particular en la franja costera occidental de América.

"Una disminución y distribución irregular de la lluvia, aumento de los días secos, prolongación del fenómeno de la canícula y de la época seca", son algunas de sus características concretas, explicó Sánchez. Las predicciones de los expertos señalan que El Niño se extenderá hasta fines de este año y comienzos del próximo.

Según mediciones del Insivumeh, en junio llovió tres por ciento menos que el promedio de los últimos 30 años, mientras que en julio ese déficit aumentó en 17 por ciento.

Por ejemplo, en el municipio de La Fragua, del oriental departamento de Zacapa, ubicado en el corredor seco, llovieron 163,3 milímetros en junio de 2008, mientras que en ese mismo mes de este año apenas llovieron 17,2 milímetros.

Los trastornos climáticos no son nada nuevo para Guatemala. Las torrenciales lluvias provocadas por el huracán Mitch en 1998 y la tormenta Stan en 2005 dejaron casi 800 muertos, 4,3 millones de damnificados y cuantiosos daños a la infraestructura.

Según Sánchez, estos fenómenos han sido alentados por el cambio climático, porque "ha sido tal el ataque que le hemos hecho al planeta y lo habíamos tomado a broma, y ahora se está acentuando el problema".

Precisamente, en diciembre se celebrará en Copenhague la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en busca de un nuevo acuerdo superador del Protocolo de Kyoto, en vigor desde febrero de 2005 y que vence en 2012, con el fin de detener de manera coercitiva el exceso de emisiones de gases contaminantes.

El panorama para Guatemala no es nada alentador. Edwin Castellanos, director del Centro de Estudios Ambientales de la Universidad del Valle de Guatemala, dijo a IPS que se espera que la variabilidad climática natural del país aumente.

"Normalmente tenemos seis meses sin lluvia y seis meses donde llueve mucho. Tenemos un occidente muy lluvioso y un oriente muy seco. Con el cambio climático se espera que estos extremos se acentúen, con el consecuente riesgo de deslaves e inundaciones y el riesgo de sequías", explicó.

Castellanos mostró su preocupación porque el gobierno se preocupe más por medidas reactivas y no preventivas. "Es un tema que hay que atender urgentemente, en términos de reducir nuestra vulnerabilidad y adaptación", dijo.

"Otros problemas, como el suministro de agua potable y el tratamiento de aguas servidas, que en su mayoría son vertidas en ríos y lagos sin ningún tratamiento, requieren atención inmediata", añadió.

A pesar de que Guatemala apenas emite 0,04 por ciento de la producción mundial de gases invernadero, responsable del cambio climático, es uno de los países más golpeados por sus efectos.

A diferencia de las naciones más industrializadas, como Estados Unidos, que junto a China son los mayores emisores mundiales al sumar más de 40 por ciento del total, la contribución de Guatemala a este fenómeno parece nada.

Sin embargo, los países más pobres serán los más afectados por sus limitadas capacidades económicas para buscar una adaptación a fenómenos como inundaciones y sequías", indica el informe titulado "El cambio climático y sus efectos sobre el desarrollo humano en Guatemala 2007-2008", realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Y es que la pobreza abarca a la mitad de los 13 millones de guatemaltecos, mientras que 17 por ciento son indigentes.

No obstante, el país también contribuye al recalentamiento global. El dióxido de carbono es el gas de efecto invernadero más emitido y sus fuentes principales son el sector energético y la industria a través de la quema de combustibles fósiles y procesos industriales, según dicho estudio.

Entre otras acciones, el informe plantea el aumento del uso de transporte colectivo y de la eficiencia de los vehículos como medidas de mitigación para el sector energía, mientras que para la adaptación en la agricultura propone mantener una mayor diversidad genética en cultivos de granos básicos y desarrollo de bancos de semillas.

Por ahora, el gobierno de Colom ha priorizado la atención de la emergencia alimentaria, para lo cual ha solicitado 100 millones de dólares a la comunidad internacional, mientras que para atender los desafíos ambientales creó el 22 de septiembre la Comisión Interinstitucional del Cambio Climático, cuyas acciones están orientadas a la adaptación y mitigación del fenómeno.

La comisión está integrada por 15 dependencias estatales, entre ellas el Ministerio de Ambiente, Agricultura y Energía y Minas.

El nuevo ente aún está en período de conformación, pero, más allá de su funcionamiento, organizaciones ambientalistas creen que el tema del cambio climático se ha quedado rezagado en las políticas gubernamentales.

Yuri Melini, director del Centro de Acción Legal Ambiental (Calas), indicó a IPS que existen una serie de debilidades institucionales que impiden atender la problemática ambiental.

Más allá de medidas para la adaptación o mitigación al cambio climático, Melini señaló que en el país no existe una agenda ambiental imprescindible para atender la variabilidad del clima. "Hay una serie de debilidades institucionales como ausencia de una política de ordenamiento territorial y de desarrollo rural", apuntó.

"De nada sirve que tengamos una comisión de cambio climático, un gabinete del agua, uno socio ambiental, si no tiene liderazgo en el tema ambiental", criticó el dirigente, quien agregó que, "mientras no haya una ley de aguas y la obligación legal de contribuir a la reforestación, estaremos atenidos a los comportamientos del fenómeno".

José Cruz, activista de la agrupación ambientalista Madreselva, dijo a IPS que para atender el cambio climático es necesaria la aprobación de nuevas leyes de minería, electricidad y forestal.

"Si el gobierno no ataca a ese nivel, sus acciones se quedan en paliativos como repartir comida", criticó el dirigente, quien asegura que "estas leyes en la actualidad favorecen más la acumulación de capital y dejan muy por detrás la protección de los bienes naturales".

Así, el cambio climático ha dado una muestra de lo devastador que puede ser si los países no toman cartas en el asunto. No hay peor sordo que el que no quiere oír.

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