UN NUEVO ESTADO, PASHTUNISTÁN, PUEDE SER LA SOLUCIÓN PARA EL PROBLEMA AFGANO

IPS Un enfoque externo e independiente es necesario para los preocupantes problemas de Afganistán y Pakistán. La política oficial estadounidense en su guerra en Afganistán ha sido la de combatir a Al Qaeda y asegurar que no se produzcan ulteriores ataques a Estados Unidos desde los refugios seguros de esa organización terrorista. Sin embargo, en su reciente visita a Estados Unidos, el presidente afgano, Hamid Karzai, dijo que no hay miembros de Al Qaeda en Afganistán. A su vez, el general David Petraeus, Jefe del Comando Central de Estados Unidos, también afirmó que no hay integrantes de Al Qaeda en Afganistán.

El Talibán, milicia integrista musulmana, en cambio, está resurgiendo tanto en Afganistán como en Pakistán. En Afganistán, está resurgiendo en amplias áreas del país y además amenaza a Kabul. En Pakistán, el ejército está luchando para desalojar a los talibanes del Valle Swat, Bunner y Dir. Según las Naciones Unidas, más de un millón de personas se han visto desplazadas de sus hogares o están huyendo de esas áreas.

La realidad ha llevado tanto a Estados Unidos como a sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a admitir que no hay como sacar por medios militares al Talibán de Afganistán. La mayor parte de los talibanes pertenece a los grupos tribales pashtún, que cuentan con unos 45 millones de personas que siempre han habitado la región montañosa entre Afganistán y Pakistán. Entre ellos hay sólo un pequeño porcentaje de extremistas talibanes y muy pocos pertenecen a Al Qaeda.

Dado que ni Afganistán ni Pakistán pueden controlar a esos 45 millones de pashtunes tampoco pueden impedir que proporcionen refugios a sus hermanos talibanes. Ni la OTAN ni las fuerzas estadounidenses han sido capaces de evitar los mortíferos ataques talibanes a niñas escolares afganas.

De manera que imaginen este escenario hipotético:

Los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, de Pakistán, Asif Ali Zardari, y de Afganistán, Karzai, conjuntamente anunciarían su apoyo a la creación de una nueva nación, Pashtunistán, que se convertiría en el 193º. país miembro de las Naciones Unidas. Inmediatamente, los jefes de las tribus pashtún se concentrarían en las cuestiones internas de su comunidad y seguramente maniobrarían para sacar ventajas en la designación de los gobernantes y los funcionarios del nuevo país. O sea que el Talibán se vería obligado a enfocar su atención en su propia patria. Los líderes de Pashtunistán tendrían entonces poco interés en continuar desestabilizando a Afganistán y Pakistán.

Y como Pashtunistán tomaría su lugar en la comunidad de naciones, es decir en las Naciones Unidas, se le requeriría que observara las normas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que concediera mayores derechos y libertades a sus mujeres. Todos los tratados y acuerdos internacionales aplicables a otras naciones, incluyendo la protección a los trabajadores de las organizaciones de ayuda humanitaria y de la prensa, se aplicarían también a esa nueva nación.

Cuando la “zanahoria” del reconocimiento total de Pashtunistán como nuevo Estado fuera agarrada por los jefes tribales, su pueblo recibiría ayuda y fondos para el desarrollo. El otorgamiento a las mujeres de una mayor libertad, que las libraría de la opresión masculina, permitiría a su vez a los pashtunes el disfrute de los nuevos beneficios que acarrearía la conversión de una serie de grupos tribales en una nación. Asimismo, Pashtunistán podría eventualmente dar al mundo la contribución de los aspectos positivos de su larga herencia cultural.

¿Es este escenario hipotético demasiado irreal? No lo parece si se le contrasta con las políticas confusas de la actualidad, que cometen numerosos errores, desde la “guerra preventiva” contra una inexistente Al Qaeda en Afganistán hasta las nociones de “construcción de una nación” y de “protección para las mujeres” que se pretenden aplicar allí.

Como recomendé después de los ataques del 11 de septiembre del 2001, Estados Unidos debía haber acudido a INTERPOL para que ayudara a rastrear a los criminales de Al Qaeda, en lugar de declarar guerras en Afganistán e Iraq. Igualmente, la ayuda de INTERPOL es necesaria para hallar y castigar a los criminales del Talibán que atacaron a indefensas escolares. También deberían ofrecerse recompensas para los informantes que den datos conducentes a la captura de esos criminales.

¿Quiénes son, en definitiva, los realistas? (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) La economista Hazel Henderson ( www.EthicalMarkets.com) es autora de Ethical Markets: Growing The Green Economy (2007) y coautora del ïndice sobre calidad de la vida Calvert-Henderson ( www.Calvert-Henderson.com).

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