SIN HIGIENE FINANCIERA NO RETORNA LA CONFIANZA

Actualmente estamos padeciendo la peor recesión económica desde la Segunda Guerra Mundial. No se ve claro el futuro y es aún temprano para juzgar si estamos en el fondo de esta recesión o si está apenas comenzando. Pero una cosa es clara: la profundidad y el alcance de la crisis será en función de la capacidad de cada uno de los países para emprender una acción global conjunta y reinyectar confianza en nuestros sistemas económicos y sociales.

Pero ¿de dónde puede venir tal confianza?

Debería venir de la creencia de que el sistema financiero ha sido saneado y está trabajando de nuevo. Ello requiere concentrarse en limpiar los balances de los bancos. Éste es un asunto urgente aunque sea resistido por los accionistas de los bancos. Pero a menos que esto no suceda no habrá punto de inflexión en vista.

Debería venir de la creencia de que los programas de estímulo de cada país están estrechamente conectados con un esfuerzo global conjunto.

Debería venir de la creencia de que los más débiles y los más pobres de nuestros países son tenidos en cuenta en una política de respuestas a la crisis.

Debería venir de la creencia de que los líderes de las principales economías mundiales trabajan juntos en total coordinación y confianza para acordar soluciones comunes.

Finalmente, la confianza debería venir de la creencia de que el ambiente del comercio mundial no se está deteriorando y que las presiones aislacionistas están contenidas.

Es alentador que los líderes mundiales hayan visto los riesgos potenciales que tenemos por delante. La cumbre de los líderes del G20 celebrada en noviembre último en Washington subrayó la importancia vital que tiene el rechazo del proteccionismo. Los líderes de economías que representan el 90% del Producto Bruto Mundial estuvieron de acuerdo en abstenerse de levantar nuevas barreras a las inversiones o al comercio y exhortaron a una rápida conclusión de la Ronda Doha de la Organización Mundial del Comercio (OMC).

La reunión cumbre del G20 en Londres el 2 de abril venidero será una prueba de la capacidad de las principales economías para trabajar conjuntamente en la búsqueda de soluciones para evitar que la economía mundial caiga en una recesión aún mayor.

La primera respuesta a la crisis es la de completar la Ronda Doha de negociaciones comerciales mundiales lo antes posible. La Ronda Doha es el mejor resguardo político contra las jugadas proteccionistas. Los aranceles aplicados actualmente en el comercio podrían duplicarse si fueran elevados hasta los techos límite existentes. Con lo que está actualmente en la mesa en la Ronda Doha los aranceles tope en la OMC podrían ser reducidos a la mitad. Lo mismo es válido para los ricos subsidios agrícolas, cuyos topes podrían ser rebajados entre 70 y 80% con los actuales acuerdos que se están discutiendo.

Los gobiernos deberían resistir las tentaciones proteccionistas, que hoy aparecen con muchas “caras”. A veces con un alza de los aranceles o mediantede la aplicación de barreras no arancelarias y otras con el abuso de salvaguardias comerciales o de la distribución de subsidios o de la imposición de “comprar productos nacionales”. El rechazo de estas medidas no es una cuestión de ideología sino un asunto de interés propio. ¿Alguien cree que se puede recurrir al proteccionismo sin que los otros hagan lo mismo?

Debemos también asegurar la accesibilidad del financiamiento de las importaciones y las exportaciones. El comercio ha decrecido como resultado de una caída de la demanda, pero también por la falta de financiación comercial. En noviembre pasado, la disminución de los créditos para el comercio fue estimada en unos 25 mil millones de dólares. De ahí que la Corporación Financiera Internacional del Banco Mundial anunciara posteriormente que triplicaba el tope de sus garantías financieras comerciales. Los bancos regionales de desarrollo también tomaron medidas similares. Sin embargo, tres meses después los problemas persisten y la falta de liquidez continúa.

Finalmente, la comunidad internacional no debería olvidar sus promesas de ayuda a favor de los países más pobres, especialmente ahora que la crisis también los está golpeando con fuerza.

El mundo está cambiando. Vivimos en una época de nuevas tecnologías e innovación en la que disfrutamos de mayor velocidad en las comunicaciones y de costos de transporte más bajos. Los métodos de producción también cambiaron y muchas manufacturas ya no son hechas en pocas naciones.

Estamos, asimismo, enfrentados a más problemas globales: ya sea el calentamiento global, la escasez de energía, los suministros globales de alimentos, la proliferación nuclear e incluso la seguridad del espacio exterior. Ninguno de estos problemas puede ser solucionado por un pequeño grupo de países. Necesitamos el esfuerzo colectivo de todos los países del planeta. (FIN/COPYRIGHT IPS)

(*) Pascal Lamy es el Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC)

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