Millones de litros de leche se desecharon como agua en Argentina, donde también toneladas de tomates, zanahorias, bananas y naranjas se pudrieron en los camiones. La carne vacuna se terminó hace seis días, millones de pollos pequeños debieron ser sacrificados y los alimentos sustitutos se encarecen.
Son apenas pinceladas del impacto en las ciudades del vigésimo día del paro de actividades dispuesto por las asociaciones agropecuarias, que mantienen bloqueado el tránsito de camiones en 400 puntos en rutas de 14 provincias, donde se concentra la mayor producción de alimentos del país. La protesta genera incertidumbre y angustia en comedores, escuelas y hospitales.
"No sé qué vamos a hacer", se lamenta ante IPS Estela Esquivel, encargada de un comedor que atiende a 150 niños y niñas pobres cada día en el asentamiento irregular La Cava, al norte de la ciudad de Buenos Aires. "No sabemos cuándo nos entregarán carne, por aquí los comercios directamente prefieren cerrar", explicó.
La escasez es confirmada por el secretario general del sindicato de maestros de la oriental provincia de Buenos Aires, Roberto Baradel. Hay 8.800 escuelas en este distrito que ofrecen almuerzo y merienda a 1,5 millones de niños por día. "Ya no se les sirve carne, ni pollo ni leche", sino sólo arroz, fideos o polenta, afirmó el sindicalista.
"Nosotros tenemos dos niños, de cuatro y ocho años, con riesgo de desnutrición que dependen exclusivamente de nuestros comedores", explicó a IPS Carmen Ozorio, del centro comunitario Darío Santillán, en la localidad de Lanús, una antigua zona industrial del sur de la capital argentina, que recoge 450 familias.
"Sólo tenemos alimentos secos, pocas verduras poco y nada de carnes. Las carnicerías del barrio están cerradas y las verdulerías también, porque lo poco que llega está muy caro y aquí lo que está caro no sale", indicó Ozorio.
Esta mujer advirtió que, si se mantienen las medidas de fuerza y con ello la escasez, "la gente va a salir en cualquier momento". Aludió así a la amenaza de saqueos como los que ocurrieron el jueves 27 en otros puntos de los suburbios de Buenos Aires.
La crisis comenzó el 11 de marzo, cuando el gobierno centroizquierdista de Cristina Fernández aumentó el impuesto a las exportaciones de soja y girasol.
Los productores resolvieron entonces bloquear rutas en rechazo de la medida y, con apoyo desde las ciudades, la protesta se consolidó. La oferta de compensaciones para los productores de pequeña escala anunciada el lunes no fue aceptada y el paro sigue.
"¡Los pollos no pasan!", gritaba el martes el agricultor Alfredo De Angelis, apostado junto a otros productores frente a una hilera de camiones varados en la principal ruta de la oriental provincia de Entre Ríos, que también conecta con países vecinos.
De Angelis, líder de la protesta en la localidad de Gualeguaychú, explicó que habían decidido dejar pasar a 10 camiones por hora para aligerar la espera, pero uno de los chóferes que trasladaba pollos apuró el paso y los huelguistas se enojaron. "Ahora los pollos no pasan", arengó de inmediato a modo de penalización.
El ministro de Economía, Martín Lousteau, encargado de anunciar las compensaciones a pequeños productores en víspera, advirtió este martes a los huelguistas que "no se puede jugar con la comida de la gente" y confió en que los bloqueos sean levantados. "Se ha tirado alimento y ahora todo está más caro", protestó.
La larga medida de fuerza provocó el desabastecimiento en las ciudades de algunos productos de consumo básico y la escasez y carestía de otros. Fedecámaras, la agrupación empresarial que reúne a los comercios, informó que son 200.000 los locales afectados por la falta de productos.
En el Mercado Central, que recibe frutas y verduras para distribuir en la capital argentina y sus localidades aledañas, descartaron dos toneladas de productos por estar en mal estado y que venían dentro de los camiones atrapados en las rutas. Y aceites y lácteos se venden con cupos.
También fue tirada la leche en los tambos debido a que los camiones cisterna que la deben transportar no pudieron llegar a retirarla. Sabido es que el ordeñe debe realizarse de cualquier modo
También se alteró la fabricación de pan, galletitas y aceites por falta de insumos. En algunas industrias como la firma alimenticia Bagley, los trabajadores fueron suspendidos o se les anticiparon las vacaciones.
El primer producto que desapareció de los comercios fue la carne vacuna. En Victoria, una localidad del norte de Buenos Aires, un contenedor despedía un olor nauseabundo. Los vecinos señalan que un transportista abandonó allí bandejas de carne después de varios días de tenerla dentro del camión a temperatura ambiente.
Centenares de camiones con carne debieron dejar la mercadería por el camino. En algunos casos los beneficiarios fueron los productores en huelga, que la asaron en los piquetes en grandes parrillas improvisadas en el suelo. Pero la mayor parte se perdió.
Indiferentes ante el hedor, vecinos pobres de la zona hurgan entre los cortes en busca de alguno que se pueda salvar. En otras zonas de los suburbios el olor a podrido se repite. Es por los restos de carne faenada que se echó a perder antes de llegar a los puntos de venta y que es abandonada en cualquier lado.
"Hace tres semanas que no se faena nada", informó a IPS Danilo Schab, secretario adjunto de la Federación Gremial de Personal de la Industria de la Carne y Derivados. Los frigoríficos están parados y tienen que pagar a los operarios un sueldo mínimo.
"Ayer (lunes) pedimos al Ministerio de Trabajo que nos ayude porque las firmas dicen que no pueden pagar la segunda quincena de marzo", anunció Schab. "Va a ser un problema social muy grande, porque estamos hablando de 40.000 trabajadores", vaticinó.
Aun así, la situación de la ganadería vacuna parece menos grave que la que afrontarán los productores avícolas en el largo plazo. "La vaca puede seguir pastando, pero los pollitos, sin grano, no pueden sobrevivir", dijo el dirigente en referencia a la falta de ese alimento imprescindible para estas aves.
Cuando comenzó la protesta había 100 millones de pollos de crianza en distintos estadios y se enviaban a faena 2,1 millones por día. Con el paro pasaron a faenarse alrededor de 300.000 por día. "Esto es como una línea de montaje, a medida que se faenan animales quedan galpones disponibles para los pollitos". Con la huelga, la cadena se alteró. "Hubo que ahogar a cuatro millones de pollitos en tambores de agua", explicó Schab.