CINE-VENEZUELA: El petróleo inunda la pantalla

Un chorro de petróleo tan alto como un edificio de ocho pisos manó súbitamente y durante nueve días arrojó sin cesar el equivalente a unos 100.000 barriles diarios de crudo a orillas del lago de Maracaibo, en el occidente de Venezuela.

Ese hecho, ocurrido en diciembre de 1922 y que dividió la historia de la sociedad venezolana según el escritor Arturo Uslar Pietri (1906-2001), ha sido una imagen con fuerza cinematográfica no explotada hasta este mes, cuando el realizador Carlos Oteyza la utilizó para iniciar una trilogía documental sobre la industria y su relación con el país. Se trata de "El Reventón".

"Aún siendo un país petrolero, no teníamos un trabajo documental sobre el petróleo y es lo que nos propusimos realizar. Una obra en tres episodios con la historia completa del llamado oro negro en Venezuela", explicó Oteyza a IPS en el estreno de la primera de las cintas, que cubre el recorrido de la industria desde fines del siglo XIX hasta 1943.

Ese año de 1943 el entonces presidente Isaías Medina (1941-1945) promulgó una ley de corte nacionalista que gravó la renta de las firmas trasnacionales que extraían crudo, les obligó a refinar una parte en el país y estableció que debían compartir las ganancias "fifty-fifty", es decir que debían quedarse sólo con 50 por ciento y el otro 50 por ciento era para las arcas del Estado.

Nutrido de una vasta bibliografía, junto a fotografías o trozos de películas de las primeras décadas del siglo XX, colectadas en museos, empresas petroleras, familias de obreros y gerentes, y colecciones particulares, "El Reventón" lleva didácticamente al espectador por un recorrido de las primeras exploraciones y explotaciones de petróleo junto, por contraste, al resto del país ajeno a esa actividad.

El registro histórico comienza con la primera explotación por parte de la empresa de hacendados venezolanos Petrolia del Táchira, recodo de la cordillera de los Andes en el sudoeste del país y fronterizo con Colombia, donde un pozo comenzó a extraer crudo en 1878, apenas 20 años después de iniciarse la industria en Estados Unidos, para producir kerosén para alumbrado.

Allí se extrajeron rudimentariamente hasta 1934 unos 40 galones diarios, menos de un barril de 159 litros, pero desde 1911 exploradores a las órdenes de la firma estadounidense Standard Oil (hoy Exxon) y de la angloholandesa Royal Dutch Shell buscaron crudo en cantidades exportables en la cuenca del lago.

Esa investigación fue coronada con el éxito en 1914, con la perforación del pozo Zumaque 1, que entregó 250 barriles por día, y luego otros y muchos otros. Gobernaba Venezuela el legendario dictador Juan Vicente Gómez (1908-1935).

La cinta de Oteyza muestra la bucólica vida agrícola en el resto del país y su provinciana capital Caracas, mientras los campesinos acudían a la zona del lago para trocarse en proletarios que laboraban de seis a seis y de lunes a sábado, a menudo hacinados en campamentos inhóspitos donde proliferaban la malaria y los insectos.

Así llegó el reventón del pozo Barroso 2, en la ciudad-campamento de Cabimas, en la costa oriental del lago. "Fue un zumbido desde las entrañas de la tierra que pronto se convirtió en estruendo, y un chorro que tomó altura, escapándose el petróleo", narra la voz de Jaime Suárez.

Las compañías improvisaron diques y contenedores para recoger el crudo, algunos avezados se fotografiaron frente al chorro aquel diciembre y el mundo posó la vista en ese rincón del planeta que pronto hizo de Venezuela el segundo productor y primer exportador mundial de petróleo. El país agrícola quedó en el pasado.

"Venezuela entró así vertiginosamente en el siglo XX, y desde entonces nos ufanamos de ser un país petrolero, pero sin saber casi nada de ese líquido, de él sólo queremos vivir", comentó Oteyza.

El 14 de julio de 1936, Uslar Pietro publicó en el diario caraqueño Ahora un editorial titulado "Sembrar el petróleo", para alertar sobre la necesidad de traducir la riqueza mineral que consideraba pasajera en educación y salud, pero sobre todo en unas agricultura e industria transformadora que posibilitaran el desarrollo.

En 1943, cuando presentó su política petrolera, de avanzada nacionalista para entonces, el presidente Medina pidió "dejar de ser un país que vive principalmente del cambio de divisas petroleras por artículos importados".

En 2007, Venezuela obtuvo ingresos petroleros por 69.000 millones de dólares, pero destinó a importaciones 43.000 millones —cuatro veces más que cinco años atrás— y de ellos casi 6.000 millones de dólares a la importación de alimentos.

El divorcio entre petróleo y sociedad también se relaciona con que esa industria extractiva nunca ha empleado más de uno por ciento de la población activa.

Sin embargo, como también muestra el filme de Oteyza, los obreros petroleros fueron pioneros del movimiento sindical en el país y, tras la muerte del dictador Gómez, lanzaron una huelga de 39 días a fines de 1936, cancelada por un decreto del presidente Eleazar López (1936-1941) que les concedió un aumento diminuto de salario y la obligación de las compañías para mantener agua potable en los centros de labor.

"Me gustó que el documental plasmara ese episodio. Tanto lío para un vaso de agua", comentó a IPS el analista político Fausto Masó. "Esperamos la segunda y tercera parte de esta saga, que mostrarán aspectos políticos mucho más polémicos", agregó.

La huelga petrolera aguijoneó a las compañías petroleras para dotar a las comunidades de trabajadores de mejores servicios, como viviendas, escuelas, vialidad, hospitales y expendios de víveres o "comisariatos" que permanecieron hasta comienzos del siglo XXI.

También contribuyeron a popularizar deportes como el béisbol y a cambiar hábitos de vida y consumo entre los obreros petroleros, y a irradiarlos al resto del país.

Oteyza rehuye posiciones políticas, pero enfatiza que "continuar considerando que el petróleo sólo ha sido negativo es algo irresponsable y facilista". "Pensar que hoy estaríamos mejor sin el petróleo es ingenuo. Muchos países de América Latina quisieran tener nuestra riqueza petrolera", arengó.

Para el realizador, "nada en Venezuela está exento de la negra mano petrolera", ni siquiera su oficio.

"La producción del cine nacional, hoy en día con mucho auge, es la respuesta a un ciclo de crecimiento petrolero, de aumento en la renta del sector, que permite el financiamiento de varias producciones a través de órganos estatales".

Su cinta, que se entrará en circuitos de cine comercial en marzo, fue financiada fundamentalmente por las empresas trasnacionales petroleras Chevron, Estados Unidos, Total, de Francia, el banco local Banesco y la productora privada Bolívar Films, dueña del mayor archivo cinematográfico de Venezuela, recordó a IPS la productora Maite Caicedo.

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