DESAFÍOS 2008: Brasil busca receta para seguir creciendo

La economía de Brasil finalmente se acerca al sueño de crear el «amplio mercado de masas» anunciado en 2002 como promesa electoral, por el entonces candidato y hoy presidente Luiz Inácio Lula da Silva, pero deberá sortear algunos escollos para consolidar esta tendencia.

El producto interno bruto creció 5,3 por ciento este año y se generaron casi dos millones de puestos de trabajo formales. Pero aún se está lejos del pleno empleo, existen presiones inflacionarias, la necesidad de ajustar el presupuesto y riesgos de que se repitan ciclos de expansión y estancamiento económicos si se deterioran las condiciones del mercado internacional.

En su discurso de balance anual, emitido el jueves por cadena nacional de radio y televisión, Lula remarcó la existencia de un "círculo virtuoso" que, a través del incremento del consumo, fomenta inversiones, aumento de la producción y mayor generación de empleo, ampliando así el mercado interno.

Las ventas navideñas y de fin de año en los comercios fueron las más altas en una década. Asimismo, los brasileños compraron durante 2007 cerca de 2,45 millones de automóviles, camiones y autobuses nuevos, casi 30 por ciento más que en 2006.

Entre enero y noviembre se crearon 1,93 millones de empleos, que se sumaron a aumentos salariales y una fuerte expansión del crédito para elevar el poder adquisitivo de la población. Programas sociales, como la "beca-familia" concedida a 11 millones de hogares pobres, también promueven el consumo de bienes básicos.
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Brasil "se está convirtiendo en un país de muchos y no descansará mientras no sea de todos", ahora que "descubrió cómo crecer con inclusión social", sostuvo Lula.

El presidente confía en sostener el auge en los próximos años gracias a las abultadas inversiones previstas en su Plan de Aceleración del Crecimiento, destinadas principalmente a transportes, energía, vivienda y saneamiento.

La economía brasileña parece encaminarse así hacia lo que proponía Lula en la campaña electoral de 2002, tras rendirse a las exigencias del mercado financiero, abandonar su discurso radical y aceptar políticas de estabilidad ya implantadas anteriormente.

Entre ellas, la austeridad fiscal y metas de baja inflación a cargo de un Banco Central conservador y, en la práctica, autónomo.

Conciliar esa orientación económica, que antes criticaba como "neoliberal", con una amplia generación de empleos, estímulos al sector productivo y programas de distribución del ingreso fue la apuesta para ampliar el mercado interno "de masas" como condición básica para el crecimiento.

Sin embargo, en los primeros años de su gobierno la economía creció poco y en buena parte gracias a las exportaciones, frustrando expectativas. La reelección de Lula en 2006 se debió principalmente a los programas sociales, a la baja inflación y a otras iniciativas que favorecieron a los más pobres, y que le aseguraron el triunfo.

La creación de cuatro millones de empleos formales y de mecanismos de crédito bancario a jubilados, trabajadores de baja remuneración y otros sectores populares modificaron el cuadro en los últimos dos años, incrementando el consumo de millones de brasileños.

Pero Brasil está muy lejos del pleno empleo soñado por muchos economistas que siguen apoyando al gobierno o pasaron a la oposición de izquierda.

El desempleo en noviembre fue de 8,2 por ciento, el más bajo desde 2002, cuando el ente estadístico oficial adoptó una nueva metodología para calcular ese indicador de limitada significación en un país de alta informalidad en el mercado laboral y que aún registra muchos casos de trabajo en condiciones que recuerdan la esclavitud.

De todos modos, el crecimiento económico de 2007 se debió al mercado interno, lo que vuelve a Brasil menos vulnerable al impacto de un posible estancamiento de la economía estadounidense y turbulencias internacionales. Además, el Banco Central cuenta con casi 180.000 millones de dólares en reservas cambiarias.

Pero hay riesgos de repetir el llamado "vuelo de gallina", brotes de expansión seguidos de desaceleración que vienen ocurriendo desde los años 80. La amenaza inmediata es la inflación, que en 2007 estuvo cercana a 4,3 por ciento, contra 3,14 por ciento en 2006, según el índice oficial.

Los precios agrícolas subieron mucho en los últimos meses. Esto se puede repetir en otros sectores ante el gran aumento de la demanda interna.

El Banco Central advirtió que puede volver a elevar su tasa básica de interés, actualmente en 11,25 por ciento, una de las más altas del mundo, desacelerando así el despegue económico para controlar las presiones inflacionarias.

El gobierno enfrenta el desafío inmediato de ajustar su presupuesto por la pérdida de ingresos fiscales que aportaba la Contribución Provisional sobre Movimiento Financiero, el llamado "impuesto al cheque", cuya prórroga para los próximos cuatro años fue rechazada en diciembre por el Senado.

Dejarán de ingresar 22.000 millones de dólares, que Lula prometió compensar principalmente con recortes de gastos, lo que afectará inversiones públicas en infraestructura y, en consecuencia, el crecimiento económico.

También existen trabas internas, como la escasez de técnicos calificados para atender ciertos sectores y la insuficiente generación de electricidad para sostener un ciclo largo de crecimiento económico.

Los grandes proyectos de centrales nucleares e hidroeléctricas, que se concentran en la Amazonia, demandan muchos años para su construcción y enfrentan objeciones de los ambientalistas, al igual que las termoeléctricas que funcionan con carbón o gas natural.

Algunos economistas, como el ex ministro de Hacienda y Administración en los años 80 y 90, Luiz Carlos Bresser Pereira, advierten sobre el riesgo de una "desindustrialización precoz", como consecuencia del tipo de cambio sobrevaluado.

El abultado superávit comercial proporcionado por productos primarios, agrícolas y minerales, y la entrada de capital especulativo estimulada por las altas tasas de interés, sin medidas de neutralización, provocaron la sobrevaluación cambiaria que resta competividad a la industria nacional, tanto en las exportaciones como ante la invasión de manufacturas importadas.

La balanza comercial brasileña registró este año un resultado positivo de casi 39.000 millones de dólares, pero que resultó 12 por ciento menor al de 2006. El impacto fue más grave en la industria de transformación, cuyo superávit se contrajo 40 por ciento en el período de enero a septiembre, según el Instituto de Estudios del Desarrollo Industrial.

Inicialmente, señaló Bresser Pereira, la moneda sobrevaluada aumenta el poder adquisitivo de los trabajadores y el consumo de productos nacionales, promoviendo una prosperidad sólo temporal, ya que lentamente la producción nacional es sustituida por importaciones.

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