MUJERES-GUATEMALA: Impunidad alienta mal endémico

«Todavía tengo una marca», cuenta Valeria Díaz, mientras recorre con su mano la cicatriz que le quedó del ataque perpetrado hace ocho años por su esposo. «Pero no es nada comparado con lo que tengo aquí», añade señalando su cabeza, en alusión a las secuelas psicológicas del maltrato.

"El día que me golpeó se terminó la relación, me fui de casa. Fue la primera y última vez que me pegó", declaró a IPS esta guatemalteca que prefiere usar un nombre ficticio en este caso, de 59 años y con tres hijos, que llevaba 30 años de casada cuando su esposo "tomó la decisión" de agredirla.

La denuncia de violencia intrafamiliar que presentó Díaz se suma a las 139.682 registradas en los últimos siete años, periodo en el que se han puesto en conocimiento de las autoridades 6.025 casos de violaciones y han sido asesinadas 3.281 mujeres, según datos oficiales.

"Lamentablemente, en Guatemala matar a las mujeres es como matar moscas; no tiene importancia", deploró la activista local Hilda Morales, quien argumentó que "los responsables se sienten estimulados a seguir golpeando, abusando y matando porque saben que no les pasará nada, no recibirán ningún castigo por ello".

Un informe de la Coordinadora 25 de Noviembre, conformada por una veintena de organizaciones de mujeres, indicó que en los últimos siete años sólo dos por ciento de los crímenes contra las féminas se ha resuelto.
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En 2006, los jueces dictaron 12 sentencias, la máxima de 60 años de prisión y el resto de 50 años. Además, los procedimientos son largos, se puede demorar hasta tres años en llegar a juicio.

Díaz, que tras la agresión sufrida a manos de su pareja se refugió en casa de sus padres, denunció el caso sin muchas esperanzas, "porque nuestra ley no se cumple". Las mujeres en este país, que representan 51 por ciento de la población, son especialmente vulnerables.

A pesar de que en este país hay leyes que protegen a las mujeres de la violencia y que el Estado ha suscrito convenciones y tratados internacionales, igual "persiste la falta de voluntad en el reconocimiento y apuesta por sus derechos humanos, lo que se traduce en guardar silencio ante un flagelo que debía ser catalogado como un delito de lesa humanidad", se subraya en el estudio.

Morales, abogada y activista de la Red de No Violencia contra las Mujeres integrada en la Coordinadora 25 de Noviembre, criticó que en Guatemala "la violencia intrafamiliar y el acoso sexual, antesala de los actuales femicidios, no están tipificados como delitos".

Recordó que sólo el año pasado se derogó la norma que permitía a un agresor sexual contraer matrimonio con la víctima, aunque ésta tuviera sólo 12 años de edad, y que a fines de los años 90 se logró reformar leyes discriminatorias, como la que permitía que el marido se opusiese a que su esposa trabajara fuera del hogar.

Giovana Lemus, directora del Grupo Guatemalteco de Mujeres (GGM), consideró que la violencia contra las mujeres "está naturalizada" y tiene raíces históricas basadas en la desigualdad de poder en favor de los hombres, la que se expresa en la opresión, discriminación y subordinación de éstas en la sociedad.

"La educación que recibimos es la culpable. La mujer desde pequeña es educada para ver la violencia como parte del matrimonio", apuntó Díaz, quien se casó cuando tenía 21 años, y cree que la dependencia del hombre obliga a callar a muchas féminas maltratadas.

A juicio de Morales, declarada en 2004 "Embajadora de Conciencia" de la organización no gubernamental Amnistía Internacional , "la nula confianza en el sistema, aunada a la dependencia económica, social y afectiva en que viven y son educadas las mujeres, hace muy difícil que en su mayoría denuncien los hechos de violencia".

En el primer semestre de 2007 fueron asesinadas 287 mujeres, 10,5 por ciento más que en el mismo periodo de 2006, según la Procuraduría de Derechos Humanos de la República.

Desde enero hasta junio se cometieron 2.857 homicidios (de hombres y mujeres), en su mayoría con armas de fuego, de acuerdo a informes oficiales.

Aunque se cuentan muchos más varones asesinados, la saña es mayor contra las féminas, que son transportadas a los hospitales con heridas de arma blanca y de fuego, además de golpeadas, violadas y hasta estranguladas.

Morales admitió que en Guatemala siempre ha habido violencia contra las mujeres, pero alertó que "las formas en que se está perpetrando en los últimos años muestra los resabios de la guerra" civil, cuando "existió permisividad para que los soldados cometieran atrocidades, no sólo sexuales, sino además vejación y mutilación de los cuerpos de las féminas".

La firma de los Acuerdos de Paz Firme y Duradera en 1996 puso fin a 36 años de conflicto armado interno entre las fuerzas de seguridad del Estado y la insurgente Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, con el saldo de 200.000 personas muertas, en su mayoría indígenas.

El ejército fue el responsable de más de 90 por ciento de las violaciones a los derechos humanos en ese lapso, afirma la independiente Comisión para el Esclarecimiento Histórico.

"Las mujeres constituían entonces una especie de botín del que los soldados podían disponer como quisieran", precisó Morales, quien lamentó que "esos actos quedaron en la impunidad".

Para Lemus, en Guatemala hay una gran "impunidad social" ante la violencia contra la mujer y falta apoyo y resarcimiento a las víctimas de esa nefasta práctica.

Cifras oficiales señalan que 51 por ciento de los 13 millones de guatemaltecos viven en la pobreza, mientras que ese indicador trepa a más de 70 por ciento en el caso de la población indígena.

Registros de la Fundación Sobrevivientes de Guatemala indican que 10 por ciento de las asesinadas mueren a manos de su marido o compañero sentimental, otro tanto debido a rencillas entre familiares y vecinos, y 80 por ciento restante se debe al crimen organizado, en el que se incluyen las maras (pandillas juveniles).

La ineficiencia e impunidad están entre las causas centrales del problema, sostuvo la antropóloga y feminista estadounidense Diane Russell en una conferencia el 15 de este mes en Guatemala, realizada en el marco de las actividades preparatorias del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer que se celebrará este domingo.

Rusell fue más allá al recalcar que "el origen está en el odio del hombre hacia la mujer".

La activista acuñó el término femicidio (del inglés femicide) para referirse al asesinato de mujeres por el hecho de ser tales, habló sobre el miedo a denunciar que paraliza a muchas familias de víctimas y citó como otro factor determinante de esta violencia el elevado número de armas de fuego en manos de la población civil, que ya suman más de dos millones.

Guatemala cuenta desde 1997 con una ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia intrafamiliar, pero, según Morales, carece de sanciones y su objetivo principal es la emisión de medidas de seguridad a favor de las mujeres que denuncian, lo cual considera insuficiente.

Díaz se queja de que su marido, que emigró a Estados Unidos tras propinarle la paliza, nunca le ha entregado una pensión alimenticia, una de las medidas de seguridad que la legislación guatemalteca que apliquen los tribunales en caso de violencia intrafamiliar.

Morales observa "muchas deficiencias" en la investigación criminal de los delitos sexuales y muertes violentas de las mujeres porque "no hay una cadena de custodia de las evidencias, ni resguardo de la escena del crimen ni recopilación adecuada de la información primaria que pudiera ligar al agresor con la agredida".

En el Congreso legislativo está pendiente de aprobación el proyecto de Ley Marco de Violencia contra las Mujeres, que prevé, entre otros puntos, la tipificación del femicidio y acoso sexual como delitos, así como políticas públicas para prevenir y atender este flagelo, como la apertura de Centros de Apoyo Integral que contarían con albergues temporales.

En el marco del día de lucha contra la violencia hacia las mujeres, este domingo, la Coordinadora 25 de Noviembre y organizaciones de todo el país impulsan foros, festivales musicales, caminatas, caravanas, vigilias y obras de teatro.

Muchas de esas actividades comenzaron a realizarse el 8 de este mes y se extenderán hasta el jueves 29 bajo el lema "Por la vida de las mujeres. No más violencia".

Díaz necesita apoyo psicológico porque su marido alzó la mano aquel día para golpearla. Desde entonces, prefiere no hacer distinción entre sexos, sino hablar de seres humanos que sienten igual el dolor y las emociones.

Está convencida de que para romper el círculo de violencia contra la mujer "hay que empezar a educar al ser humano que llevamos dentro".

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