MOZAMBIQUE-PORTUGAL: Se cierra el último capítulo colonial

Una transferencia bancaria de 700 millones dólares en favor de Portugal marcó este lunes el fin de un largo proceso considerado en vastos sectores políticos y académicos africanos y europeos como «la segunda y definitiva independencia de Mozambique».

El protagonista es la Central Hidroeléctrica de Cahora Bassa, la mayor obra pública jamás construida por Portugal durante los cinco siglos de presencia colonial en África.

El acuerdo del traspase de 82 por ciento de las acciones de la central, que aún tenía la antigua metrópolis, a Mozambique y el pago de los primeros 250 millones de dólares del total de 950 millones fue consagrado en octubre de 2006 entre el presidente del país africano, Armando Guebuza, y el primer ministro portugués José Sócrates.

Ese acto significó el inicio del fin de más de 30 años de negociaciones entre ambos países.

La transferencia a Mozambique de la mayoría del capital accionario implica la reducción de la participación de Lisboa a 15 por ciento de la central hidroeléctrica, con capacidad para generar 2.000 megavatios y que también proporciona energía eléctrica s sus vecinos Sudáfrica, Zimbabwe y Malawi.
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La construcción de Cahora Bassa, ubicada en el río Zambeze, en la provincia de Tete, comenzó antes de la independencia, pero su operación sólo se empezó a verificar por etapas, entre 1977 y 1979. Ese año, la guerra civil (1976-1992) suspendió la generación de energía, que sólo se reanudó en 1998, tras la reconstrucción de la línea eléctrica principal de la central.

Sin embargo, con el pago concretado este lunes se consagra tanto el acuerdo entre la ex colonia y la antigua metrópoli, así como la independencia energética de uno de los Estados más pobres de África.

Mozambique, el territorio de África austral colonizado por Portugal en 1498, con 783.080 kilómetros cuadrados y unos 22 millones de habitantes, pasa de esta manera a controlar una buena parte del mercado de electricidad de la región, una importante fuente de captación de divisas.

"Mozambiqueñas y mozambiqueños, Cahora Bassa es nuestra", dijo hace poco más de un año Guebuza, una frase de fuerte carga simbólica que recorrió África, en especial porque se tomaba el control de la propiedad estratégica de un país europeo que se instaló en ese continente en 1440 y salió sólo en 1975.

Este martes se darán cita en Tete el presidente Guebuza y el ministro portugués de Finanzas, Fernando Teixeira dos Santos, para rubricar el paso oficial de Cahora Bassa de Lisboa para Maputo.

Acudirán como convidados y testigos de honor los presidentes Robert Mugabe, de Zimbabwe, Levy Mwanawassa, de Zambia, Festus Mogae, Botswana, la vicepresidenta sudafricana, Phumzile Mlambo-Ngcuka, y el primer ministro de Suazilandia, Barnabas Dlamini.

Sin embargo, los analistas difieren sobre la utilidad y conveniencia para los intereses de Portugal en un continente donde cuentan con una vasta experiencia determinada por casi seis siglos de colonialismo, si se consideran las plazas fuertes árabes conquistadas por la armada lusa en el norte de África sahariana en 1415.

El catedrático universitario e investigador del Instituto de Estudios Estratégicos e Internacionales, Fernando Jorge Cardoso, dijo este lunes a la agencia de noticias Lusa que la visión que acabó por prevalecer fue determinada únicamente por el aspecto financiero.

En lugar de un abordaje a largo plazo, que confiriese a Portugal "un papel más importante en esa región de África", Cardoso afirma que imperó "una falta de visión política" y la prueba de esto es que, en lugar de encargar a la cancillería para solucionar el contencioso, la responsabilidad recayó en el Ministerio de Finanzas.

En palabras simples, "hubo una primacía de las cuestiones contables y financieras de corto plazo, respecto de la inversión a largo plazo y la óptica fue transformar la deuda en pago, cuando Portugal podría haber aumentado su presencia estratégica" en la zona, deploró el investigador y a la vez vicerrector de la Universidad Moderna de Lisboa.

Bajo un prisma diametralmente opuesto, Augusto Vilela, uno de los más conceptuados analistas lusos en asuntos internacionales, comentó a IPS que, "al contrario de otras situaciones en el pasado, los gobiernos portugués y mozambiqueño resolvieron este antiguo contencioso de una forma ejemplar".

"Me parece inapropiado considerar que para Portugal solamente prevaleció el interés financiero inmediato", añadió y recordó que, antes de entrar en cualquier tipo de evaluación, es necesario tener presente que "Cahora Bassa representaba en la actualidad un problema de soberanía de Mozambique sobre sus recursos naturales".

El analista hizo especial hincapié en que la central hidroeléctrica "no puede considerarse simplemente como una obra colonial, sino una gran infraestructura energética, esencial para una inmensa región del continente africano, construida durante el período colonial, lo cual es un tanto diferente".

"Un país como Portugal quiere honrar su historia, debe interesarse por mantener su presencia en los países africanos de lengua portuguesa (Angola, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe), pero no mediante una ‘presencia estratégica’ basada en contenciosos y no deseada".

De esta negociación "salió reforzada la amistad entre los dos países y se abrieron caminos para una cooperación basada en el interés mutuo, en la buena fe y en la amistad", opinó.

Al concluir su diálogo con IPS, Vilela reconoció que "otras soluciones, ‘economicistas’ sin duda que existirían, pero difícilmente se podrían disociar de una cultura neocolonialista, una opción que con toda certeza no era estratégica, porque simplemente no tendría futuro".

Los historiadores interpretan que Lisboa pretendía dar a Cahora Bassa un valor político casi mitológico cuando se decidió construirla, poco antes del fin de la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar, entre 1932 y 1968, y el inicio ese año del régimen de Marcello Caetano, depuesto por capitanes izquierdistas del ejército en 1974.

El régimen corporativista-colonial pretendía que la gigantesca represa, construida durante la guerra de liberación de las entonces colonias, simbolizase que Portugal ganaría la batalla y se quedaría para siempre en África.

Pasadas cuatro décadas, Guebuza expresó en Maputo que "este acto remueve de nuestro suelo patrio el último reducto, marco de dominio extranjero de 500 años, un protocolo que simboliza así la ruptura con el pasado y el alba de una nueva era en las relaciones entre los dos países, impregnadas de esperanza y expectativas".

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