AMBIENTE-CHINA: Reparto de represas pese a todo

China emerge como nuevo patrocinador internacional de proyectos hidroeléctricos, mientras ambientalistas alertan del riesgo que implican estas obras para los prístinos recursos naturales y el patrimonio cultural de las áreas donde se levantan.

Este gigante asiático posee la mitad de las represas existente en el planeta y pretende duplicar su capacidad de generación de energía hidroeléctrica para 2020 con la construcción de más usinas eléctricas en todo su territorio.

Pero más significativo aún es que en los últimos años, Beijing financia y erige complejos hidroeléctricos en países vecinos y en media docena de naciones africanas.

Las autoridades chinas apuntan al río Nu, el último gran curso fluvial de Asia sin represas y el segundo más largo de la región, compartido con Birmania y Tailandia, donde se lo conoce como río Salween.

Hay planes para construir unas 13 centrales hidroeléctricas a lo largo del río y Beijing ya firmó un acuerdo con el gobierno birmano para erigir otra dentro de su territorio.

Otros proyectos similares están previstos para los vecinos Camboya y Laos y hay planes a largo plazo para construir embalses del lado chino de algunos ríos internacionales como el Mekong.

"Antes no tenían tecnología ni experiencia, pero ahora vemos una participación cada vez mayor de China en proyectos hidroeléctricos en todo el mundo", comentó Peter Bosshard, director de política de la no gubernamental Red Internacional de Ríos, con sede en California, Estados Unidos.

El punto de inflexión es, quizá, la construcción del mayor proyecto hidroeléctrico del mundo, la represa de las Tres Garganteas en el río Yangtze. La planta de 185 metros de altura en el mayor río de Asia se considera un hito en la historia de este país en materia de innovación en ese campo. La estructura terminó de erigirse en 2006 y toda la central quedaría terminada para 2009.

Las compañías chinas involucradas en ese mega proyecto y sus socias extranjeras se beneficiaron de los requisitos de transferencia de tecnología impuestos por el gobierno.

Los nuevos conocimientos y aptitudes acompañados de una gran financiación y apoyo de grupos financieros estatales transforman a China en una potencia en la materia.

Pero así como es una fuente de orgullo y confianza para las autoridades chinas, la represa de las Tres Gargantas también es un símbolo de la reprimida oposición nacional.

El mayor proyecto de infraestructura construido hasta ahora fue diseñado y construido sin la participación de las comunidades afectadas.

Su construcción desplazó a casi un millón de personas de sus lugares ancestrales, destruyó antigüedades únicas y sumergió ambientes naturales.

Los detractores de la represa arguyen que los costos sociales y ambientales no compensarán los beneficios de la energía ni el control de inundaciones como arguyen las autoridades.

"China prefiere una política vertical en la construcción de sus represas según la cual las decisiones las toman las autoridades y se excluye a la población local", señaló Ali Askouri, presidente del Grupo Piankhi de Investigación, con sede en Londres.

"Es un enfoque peligroso en cualquier lado, pero sobretodo en África porque puede ocasionar muchos conflictos sociales", sostuvo Askouri.

China está involucrada en al menos 10 proyectos de represas en África, algunos de ellos se encuentran en Etiopía, Ghana, Mozambique, Nigeria, República del Congo, Sudán y Zambia.

Casi todos fueron financiados gracias al China Exim Bank, la agencia oficial de créditos a las exportaciones, a menudo como parte de grandes paquetes de cooperación que incluyen acuerdos en materia de energía y extracción de minerales.

La desenfrenada inversión de China en África es seguida de cerca por varios observadores internacionales porque socava los intentos de las naciones occidentales de mejorar la gobernanza y combatir la corrupción en ese continente.

Por ejemplo, para acceder a los ricos recursos petroleros de Sudán, China se negó a censurar al régimen de Jartum.

En tanto, en Angola, el mayor proveedor de petróleo de este país, preocupa que la política de inversión "sin ataduras" de Beijing deshaga los esfuerzos realizados por organismos multilaterales de crédito para fortalecer la transparencia.

La inversión china, con pocos parámetros en materia de derechos humanos y buena gobernanza, desató una controversia por el supuesto desprecio a cuestiones ambientales y la difícil situación de los desplazados mostrada por Beijing.

Uno de esos casos es la represa de Merowe, en Sudán, construida por dos compañías chinas y financiada por el China Exim Bank, que desplazó a unos 50.000 pobladores de las fértiles tierras del valle del río Nilo hacia el desierto de Nubia, en contra de su voluntad.

La manifestación en reclamo de ser realojados a orillas del nuevo embalse fue reprimida con violencia.

Los ambientalistas señalan que sus advertencias acerca del impacto adverso de las represas chinas en África fueron desoídas.

La represa de Mpanda Nkuwa, que el China Exim Bank accedió a financiar en mayo de 2006, tendrá grandes consecuencias ambientales en el delta del río Zambeze, un sitio protegido por el Convenio de Ramsar, firmado en 1971 en esa ciudad iraní, para la conservación y el uso racional de los humedales.

La planta de Bui, en Ghana, inundará casi una cuarta parte del parque nacional de Bui, y destruirá el hábitat de raros hipopótamos y obligará a reubicar a 2.600 personas.

"Con la llegada de los chinos, los requisitos sociales de diálogo con las comunidades afectadas disminuyeron y el proyecto se aceleró", señaló Daniel Ribeiro, experto de Justicia Ambiental, una organización no gubernamental mozambiqueña.

La seguridad es otro factor que preocupa a los expertos.

Este país admitió en abril que muchas de sus represas eran "bombas de tiempo" que amenazaban la vida y la propiedad de las poblaciones que viven río abajo.

El subsercretario de Recursos Hídricos, Jiao Yong, señaló que el costó de reparar las estructuras precarias de las centrales rondaría los 700 millones de dólares al año durante los próximos tres años.

Las autoridades chinas consideran a la energía hidroeléctrica como una prioridad estratégica para su rápido desarrollo económico, pero también hay signos de que se están volviendo más receptivos a las preocupaciones en torno a grandes proyectos de infraestructura local.

El ministro del Agua, Wang Shucheng, se expresó hace poco en contra de "proyectos espectaculares y no científicos" en la administración del agua y señaló que es más importante que construir "una sociedad que ahorre agua".

La presión pública llevó a Beijing a abandonar los planes de hacer un embalse en la pintoresca Garganta del Salto del Tigre sobre el río Jinsha.

La oposición también demoró la aprobación de algunas represas sobre el río Salween y quedó en suspenso un plan de desarrollo de recursos hídricos.

El despertar de la conciencia verde en China es un signo aplaudido por expertos y activistas de todas partes.

"Sólo esperamos que lo que Beijing hace en el ámbito local con ayuda de organizaciones ambientales lo aplique también en África y otras partes donde las compañías chinas construyen represas", apuntó Bosshard.

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