SERBIA-RUSIA: Memoria selectiva

En la capital serbia se sigue hablando de los vínculos amistosos entre Rusia y Serbia, «aliados de larga data». Sin embargo, la interpretación de la historia depende del cristal con el cual se mire.

La temática resurgió la semana pasada cuando el canciller ruso Sergey Lavrov visitó Belgrado, con vistas a la próxima resolución que debe tomar la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acerca de la escisión de la provincia serbia de Kosovo, hoy administrada por el foro mundial.

Las autoridades no se cuidaron de declarar que la independencia de Kosovo se iba a evitar gracias a "la tradicional amistad de Moscú". Serbia espera que Rusia vete dicha resolución.

Pero los analistas no creen que haya lugar para tantas esperanzas.

"En la historia reciente, y no tan reciente, Rusia respaldó a Serbia cuando servía a sus intereses y cuando no fue así, no lo hizo", dijo a IPS el analista Bosko Jaksic. "Es más, los vínculos entre ambos países estuvieron bastante distanciados, tensionados y fueron casi conflictivos en una época no tan lejana", recordó.

Cuando se desintegró la antigua Yugoslavia en las guerras de la década del 90, Rusia mantuvo una distancia prudencial. Todas las sanciones adoptadas por la ONU contra Serbia se aprobaron sin objeciones de sus representantes.

El ex presidente ruso Boris Yeltsin, fallecido el lunes, envió a Victor Chernomyrdin a Serbia junto con el enviado de la Unión Europea, Martti Ahtisaari, en junio de 1999.

La misión de los enviados era convencer al entonces presidente, el ya fallecido Slobodan Milosevic (1946-2006) de que su país sería arrasado por el bombardeo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) si no accedía a la propuesta de la comunidad internacional de permitir que la ONU asumiera el control de la provincia autónoma de Kosovo.

Y Milosevic, quien gobernó de 1989 a 2000, cedió.

Ahtisaari es el negociador de la ONU que este año esbozó un plan para otorgar una mayor autonomía a esa provincia, considerada uno de los enclaves originales de la nacionalidad serbia, con vistas a su posterior independencia.

Muchos dirigentes rusos nunca tuvieron una postura favorable a este país. Ese fue el caso de Yeltsin tras los elogios de Milosevic al fallido golpe de Estado contra Mijail Gorbachov en 1991, cuando el entonces presidente de la Federación Rusa lo salvó del derrocamiento.

Rusia se negó asistir a Serbia en 1999, cuando Belgrado le pidió equipos antiaéreos y asistencia militar ante el inminente bombardeo de la OTAN, que terminó durando 11 semanas y dejó a Kosovo bajo control de la ONU.

"La derrota de Milosevic en 2000 no hizo que este país fuera más amigo de Rusia", escribió el historiador Bosko Jovanovic en la publicación mensual Nuevo Pensamiento Político Serbio.

"Las inversiones rusas en la era pos-Milosevic son escasas y no bienvenidas por muchas razones, que se resumirían en que este país casi siempre osciló entre la rusofobia y la rusofilia", añadió.

Antes, la cooperación era más bien económica. "La disuelta URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) y la antigua Yugoslavia mantuvieron vínculos hasta que ambas se desintegraron en 1991", dijo a IPS el economista Misa Brkic.

Brkic señaló que al momento de la disolución del bloque soviético, Moscú le debía a Serbia casi 2.000 millones de dólares en bienes y servicios. La última parte de esa deuda terminará de pagarse sólo a fines de esta semana.

La cooperación económica entre ambas naciones obedeció a los lazos en ese ámbito que tenía entonces la antigua Yugoslavia con las naciones occidentales.

Esa fue la consecuencia de la firme negación del histórico líder yugoslavo Josip Broz Tito en 1948 de unirse al bloque oriental de países comunistas.

La decisión de Tito se hizo conocida como el "No histórico".

Yugoslavia abogó por una política "ni oriental ni occidental" durante décadas. Cuando la invasión soviética a la entonces Checoslovaquia en 1968, Belgrado, en ese momento capital de la federación, respaldó a Praga temiendo le sucediera lo mismo.

En el periodo entre las dos guerras mundiales, la antigua Yugoslavia era un reino que no tenía relaciones diplomáticas con Moscú. Incluso estaba prohibido viajar a la URSS.

En esa época el reinado vigente ofreció asilo a más de 20.000 rusos anticomunistas. La mayoría de ellos, ingenieros y arquitectos, participaron en los trabajos de construcción en toda la zona, y en especial en Serbia.

Serbios y rusos profesan en su mayoría la religión católica ortodoxa y utilizan un alfabeto cirílico casi idéntico, todo lo cual facilitó la integración de aquellos asilados.

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