De escaparate comunista a bastión anticomunista, Nowa Huta, ciudad modelo de la era estalinista, es ahora estigmatizada por los polacos que la consideran el corazón de la delincuencia que asuela a la histórica ciudad de Cracovia. La creen un lugar sin futuro.
La construcción de Nowa Huta ("nueva acería", en polaco) comenzó en 1949, cuando las autoridades de la entonces República Popular de Polonia decidieron erigir una ciudad modelo autónoma en torno a la fábrica siderúrgica Vladimir Lenin.
Nowa Huta es ahora un distrito al nordeste de Cracovia, una ciudad de 1,4 millones de habitantes, 300 kilómetros al sur de Varsovia, la capital polaca.
Esta ciudad monumental creció en forma acelerada con mano de obra campesina. Su fábrica siderúrgica se convirtió en la más grande del país. Nowa Huta llegó a ser conocida como un ejemplo perfecto de la arquitectura y la planificación urbanista del realismo socialista, con particularidades polacas.
La prensa y los residentes de Cracovia describen a Nowa Huta, a 20 minutos de tranvía, como un barrio con altos índices de delincuencia, nunca confirmado por las estadísticas.
El Consejo de la ciudad de Cracovia hizo poco para contrarrestar esos prejuicios, asignando pocos fondos y desarrollando pocas políticas para mejorar su zona oriental.
Muchas personas atribuyen la estigmatización de esta comunidad de 200.000 habitantes a disputas históricas no resueltas entre Cracovia y Nowa Huta. Esta localidad fue construida como bastión de la clase obrera, contrapuesta a la larga tradición burguesa y católica de la primera.
"Los habitantes de Nowa Huta son muy distintos y tienen costumbres diferentes de los de Cracovia", dijo a IPS Zofia, docente de esta ciudad.
Para Zofia, el papel de Cracovia como "capital espiritual" de Polonia tiene mucho que ver con ese contrastes. "La población de esa ciudad detesta el comunismo y es muy religiosa", explicó.
En Nowa Huta se planificaron escuelas, centros de atención médica y comercios al alcance de sus habitantes, y, enseguida, centros culturales, teatros e instalaciones deportivas para que tuviera la infraestructura propia de una gran ciudad.
La intención fue la de ofrecer a los obreros siderúrgicos y a sus familias actividades culturales y de ocio para fomentar un fuerte sentimiento comunitario. Los trabajadores también se beneficiaron de más oportunidades para viajar y trabajar en el extranjero.
Pero la crisis económica de los años 80 y la consecuente agitación política la afectó seriamente. Aquí encontró uno de sus mayores bastiones el sindicato Solidaridad, principal organización opositora al régimen comunista.
Ese sindicato reemplazó al Partido Comunista como centro social de la ciudad, pese a haber sido proscripto tras la declaración de la ley marcial en 1981.
Este distrito se convirtió en un sitio de recurrentes manifestaciones y enfrentamientos con las autoridades. La ilusión y la esperanza de las décadas del 60 y el 70 fueron reemplazadas por un resentimiento contra los comunistas en la del 80.
"Nowa Huta siempre fue una comunidad fuerte, pero ahora las cosas están cambiando porque nació una nueva generación mucho más influida por la mentalidad de Cracovia", dijo a IPS Gienek, un ex técnico metalúrgico.
La iglesia local, construida en los años 70 por presión de los creyentes, está llena de fieles que dan testimonio de los fuertes valores católicos reaparecidos en Polonia.
Según se dice, la figura de Cristo en el templo, demasiado humana y con lágrimas en sus mejillas, no habría sido del agrado del anterior papa, Juan Pablo II, de nacionalidad polaca.
En una plaza cercana, antes conocida como Plac Centralny y luego rebautizada Ronald Reagan, niños y niñas andan en bicicleta y monopatines donde otrora hubo una gigantesca estatua de Lenin, derribada por una multitud en 1989.
Pero nada había preparado a los "hutniks", término peyorativo que designa a los foráneos, para las dificultades económicas de la transición. En un principio optimistas y esperanzados acerca del futuro, pronto descubrieron que la reestructura de la siderurgia afectaría enormemente a la economía local.
La fábrica, que antes tenía 43.000 empleados, redujo su plantilla a 9.000. Gran parte de la planta está abandonada pues unas pocas secciones fueron subarrendadas a empresas privadas.
"Todo cambió desde una perspectiva política y económica, pero no estoy seguro de que la gente sea más feliz", dijo a IPS Aleksander, ex ingeniero de la acería Lenin. "Quizá hay más libertades, pero la mayoría de la población no consigue empleo. Tal vez nuestro trabajo no era tan bueno, pero era un trabajo".
Con el declive de la siderurgia desapareció gran parte de la actividad cultural de esta localidad. A diferencia de los viejos tiempos, cuando Nowa Huta ofrecía oportunidades a los jóvenes, ahora el centro de Cracovia es el principal objetivo de la nueva generación.
"En realidad no me gustaba vivir aquí. La gente no es muy educada. Por eso me mudé a Cracovia", dijo a IPS Wojciech, un estudiante de la zona.
Pero no todos los de su misma generación piensan igual.
"Siempre lucho contra esa visión de que la gente de Nowa Huta es suburbana y peor que la de Cracovia", dijo a IPS Dorota, estudiante de abogacía.
"En mi facultad, cuando digo que soy de aquí, mis compañeros me preguntan cómo hice para sobrevivir, si tuve que ser fuerte y valiente, pero desde que nací vivo aquí y nunca me sentí en peligro", comentó.
Respecto de la estigmatización de esta localidad, Dorota arguyó que "cuando hay un hecho delictivo en Nowa Huta, a la prensa le encanta destacar que fue aquí, pero cuando es en otro lugar, sólo se menciona la calle".
Pero pese a que la mayoría de los polacos menosprecian a esta localidad y de que fueron los jóvenes en especial los que se beneficiaron de las mejores oportunidades de la era postsocialista, Dorota promete resistir al encanto de Cracovia, muy de moda.
"Nowa Huta es la parte más verde de Cracovia. A mí gusta. No me voy ir, estoy orgullosa de nuestra historia", sentenció.
