POLÍTICA-HUNGRÍA: Clima preelectoral cada vez más enrarecido

La tensión política crece en Hungría cuando sólo faltan 10 días para los comicios municipales, aunque las movilizaciones parecen aplacarse luego de tres noches de disturbios contra el primer ministro Ferenc Gyurcsány.

La violencia en las calles se desató tras divulgarse el domingo una grabación en la que Gyurcsány admite haber mentido a la ciudadanía sobre la situación económica del país para conseguir la reelección de los socialistas en las elecciones de abril.

Al menos 17 personas resultaron heridas y 62 fueron detenidas en los enfrentamientos con la policía registrados la noche de la víspera, al término de la movilización pacífica que reunió a más de 10.000 manifestantes frente al parlamento. La prensa local también dio cuenta de protestas en otras ciudades de Hungría.

El ministro de Justicia, Jozsef Petretei, llegó a mencionar la posibilidad de instaurar el toque de queda si la situación lo ameritaba, pero, según la radio estatal, un representante del gobierno habría comunicado la oposición del primer ministro a esa medida.

"Obviamente hemos mentido en los últimos 18 a 24 meses. Estaba muy claro que lo que estábamos diciendo no era cierto", dijo el primer ministro en una reunión privada con otros dirigentes del Partido Socialista tras su victoria en las elecciones parlamentarias de abril. Esas palabras fueron grabadas y se filtraron a la prensa el domingo pasado.

Gyurcsány cuestionaba en ese discurso el accionar de su partido, pero no para justificarlo.

El principal partido de oposición, el conservador Fidesz, ya había comenzado una campaña tras los comicios de abril, acusando al gobierno de haber mentido a los votantes respecto de que el déficit fiscal era mayor al reconocido oficialmente.

Al verificarse las denuncias, Fidesz pretende aprovechar la inesperada oportunidad que se le presentó para regresar al gobierno y así evitar la desalentadora perspectiva de ser oposición durante cuatro años más.

Por su parte, los socialistas consideran que la intención de Gyurcsány fue la de terminar con la cultura de mentiras reinante en la política húngara, ya sea de derecha o de izquierda.

Los socialistas también señalaron la necesidad de continuar en forma urgente con el paquete de austeridad del gobierno, tendente a disminuir el enorme déficit del país.

Gyurcsány describió la noche del lunes, cuando comenzaron los disturbios frente a la televisión estatal en Budapest, como la "más larga y oscura" en la historia del país tras la caída del régimen comunista.

El martes se repitieron los incidentes, pero esta vez llegaron a las arterias centrales de la ciudad. Como en la noche anterior, unos cientos de revoltosos, muchos de ellos "hooligans" (vándalos seguidores de equipos de fútbol) y activistas de extrema derecha, arrojaron piedras a la policía que a su vez respondió con gases lacrimógenos y lanza aguas.

Unos 130 manifestantes quedaron detenidos y más de 100 efectivos policiales heridos, uno de ellos de gravedad. A pesar de la violencia de los disturbios, sorprendió la moderación de la respuesta mostrada hasta el momento por las fuerzas de seguridad.

La mayoría de los manifestantes concentrados fuera del parlamento son partidarios del Fidesz decididos a seguir protestando hasta que el gobierno renuncie.

La mayoría de los extremistas de derecha son inflexibles con Gyurcsány, un hombre acusado de haberse enriquecido con la transición del país al capitalismo aprovechando su posición de líder de la entonces juventud comunista.

Los manifestantes vociferaban eslóganes en su contra tales como "¡mentiroso!", "renuncia", y "¡cambio de sistema!" al tiempo que subrayaban lo que consideran ilegitimidad del gobierno.

Entre los participantes en las marchas se notó la presencia de jóvenes de extrema derecha, aunque eran una minoría. Por lo general se los responsabiliza de la violencia que se apoderó de esta ciudad, con fama de segura.

"Los que pueden frenar la violencia deben hacerlo", dijo a IPS la portavoz del gobierno, Emese Danks, refiriéndose de forma indirecta a los líderes de la oposición. También insistió en que tanto el gobierno como el Partido Socialista "respaldan al primer ministro".

El líder del Fidesz, Viktor Orbán, señaló el miércoles en conferencia de prensa que el primer ministro "era el único responsable de la situación" y que debía renunciar. También indicó que se oponía "a toda forma de violencia" y pidió a los manifestantes que no "hicieran peligrar el estado de derecho".

Orbán fue criticado incluso por sus propios partidarios por no distanciarse de los revoltosos. La crítica no es nueva pues su partido que a menudo coquetea con la extrema derecha. De hecho, en las próximas elecciones municipales, el Fidesz integrará en varias localidades una coalición con agrupaciones de esa línea política.

También señaló que en esos comicios, a realizarse el 1 de octubre, debían considerarse como un voto de confianza al gobierno nacional, pese a ser de municipios.

Después, añadió, se debería formar un "gobierno independiente de expertos" para dirigir el país hasta que se acuerde una fecha para elecciones anticipadas.

Mientras, el presidente de Hungría, Laszlo Solyom, expresó su preocupación respecto de la decadencia moral de la política nacional y declaró que espera que el primer ministro se disculpe, aunque no llegó a pedir su renuncia.

La coalición gobernante posee una mayoría cómoda y es poco probable que entregue el poder. Gyurcsány, a menudo llamado el Tony Blair húngaro por su habilidad política y perseverancia, de corte parecido a la de su par británico, hará todo lo que pueda para quedarse en el cargo y proseguir con su paquete de austeridad.

La evaluación de los votantes de los últimos acontecimientos será puesta a prueba en las elecciones municipales dentro de 10 días, en las cuales el Fidesz espera obtener la legitimidad necesaria ante la posibilidad de conformar un nuevo gobierno nacional.

El Fidesz finalmente decidió posponer para después de los comicios municipales un mitin previsto para este sábado, que se había negado en principio a postergar a pedido del gobierno alegando que era un compromiso asumido con sus seguidores.

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