ENERGÍA-AMÉRICA LATINA: La hora del biocombustible

La energía puede ser un factor de competitividad y desarrollo para América Latina, en un mundo en que la futura escasez de petróleo ya elevó los parámetros de costos energéticos y los biocombustibles aparecen como una alternativa económica.

Además del alto precio internacional del petróleo en la actualidad y de su tendencia al incremento, las exigencias ambientales apuntan a la mayor producción de energías renovables.

Por este camino transitaron algunas intervenciones en las sesiones del Foro Económico Mundial sobre América Latina, realizado el miércoles y el jueves en Sao Paulo con la presencia de unos 300 ejecutivos empresariales, funcionarios de gobiernos y especialistas.

La tendencia para el futuro próximo es de una diversificación de fuentes, incluso por seguridad energética, lo cual se convirtió en un tema cada día más complejo, señaló Jed Bailey, director para América Latina de la empresa estadounidense Cambridge de investigaciones en energía (CERA).

El petróleo, el carbón con su alta contaminación y el combustible nuclear con su basura esperando solución a largo plazo son fuentes aún importantes, además de la perspectiva del hidrógeno con sus múltiples problemas tampoco resueltos, observó.

En el universo de los biocombustibles, el etanol es una buena opción, pero puede variar su materia prima según los países y las tecnologías usadas.

El etanol es «fantástico» como un combustible para las próximas décadas, «pero no para el próximo siglo», opinó Henry Joseph Junior, director de la Asociación Nacional de Fabricantes de Vehículos Automotores de Brasil, al comentar la intensa búsqueda de alternativas por parte de la industria automovilística para reducir la dependencia petrolera y la contaminación urbana.

Para los próximos 25 años serán necesarios 17 billones de dólares en inversiones en tecnologías y nuevas fuentes energéticas, según la Agencia Internacional de Energía.

América Latina cuenta con recursos en cantidad y variedad en el sector. Además del inmenso potencial hidroeléctrico, que en algunos países provee casi todo el consumo de electricidad, la biomasa abre una oportunidad de dimensiones aún indefinidas.

También, por lo menos seis países son exportadores de petróleo, observó William Kimble, un dirigente de KPMG, una empresa estadounidense de consultoría en energía y recursos naturales. A su vez, Brasil, el mayor consumidor regional, proclamará el 21 de abril su autosuficiencia petrolera, anunció el presidente de este país, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.

Con el desarrollo de los biocombustibles, liderado por Brasil que hace tres décadas inició su Programa de Alcohol para sustituir la gasolina y reducir importaciones de petróleo, la región puede convertirse en una especie de potencia energética.

Lula ofreció «compartir» la tecnología desarrollada en su país en la producción y uso del etanol, para beneficiar a regiones en desarrollo, como las africanas y otras latinoamericanas. Es una oportunidad especialmente para América Central, favorecida por exportaciones exentas de aranceles a Estados Unidos, destacó.

Empero, fue de Washington que vino la manifestación más explícita de interés. Estados Unidos inició un programa de diversificación de fuentes y «quiere trabajar junto» con América Latina, aseguró Anthony Wayne, subsecretario de Estado para Asuntos Económicos. En su lista de interés están el etanol y también alternativas como el gas natural comprimido que produce Argentina.

El mundo pasa por profundas transformaciones en ese campo, en buena parte impulsadas por el creciente consumo de países inmensamente poblados, como China, con 1.300 millones de habitantes, e India, con 1.100 millones, señaló Wayne.

Brasil también puso en marcha el año pasado un programa nacional de biodiesel, que empieza a ser agregado al combustible diesel derivado del petróleo en la proporción de tres por ciento, pero aún no obligatorio. La idea es diversificar las fuentes, con rícino, palma, soja y otras oleaginosas.

Pero José Goldemberg, un físico experto en energía a cargo actualmente de la Secretaría de Ambiente del estado brasileño de Sao Paulo, duda de su éxito. Este programa de biodiesel es más promoción de la pequeña agricultura familiar, con fines sociales, que un programa energético, que exige gran escala, dijo a IPS.

En su opinión, la soja, de la que Brasil es el segundo mayor productor y principal exportador mundial, se afirmará como materia prima del biodiesel. En ese sentido, aprueba la opción argentina de usar excedentes de esa oleaginosa para producir combustible.

El etanol extraído de la caña de azúcar sí es un éxito comprobado. Goldemberg presentó una ponencia sobre la enorme ventaja de la caña sobre otras fuentes del combustible verde, tanto en el balance energético, es decir la diferencia entre energía generada y la consumida en la producción, como en menor emisión de gases del efecto invernadero que recalienta la Tierra.

Con los datos disponibles, sobre territorios necesarios para la expansión del cultivo de caña y otras fuentes, tecnologías y consumo, se puede duplicar la producción mundial de etanol en pocos años, permitiendo añadir 10 por ciento de ese combustible en la gasolina en todo el mundo, sostuvo el experto.

Argentina, empero, no aceptó hasta hoy incorporarse a ese mercado y convertir para ello parte de sus cañaverales en etanol.

Por eso Brasil propone transferirle tecnología y apoyar esa reconversión como forma de solucionar la disputa comercial en la región en torno del azúcar, un producto hasta ahora excluido del Mercado Común del Sur (Mercosur), del que ambos países son miembros junto con Paraguay y Uruguay.

En el área de los biocombustibles, Argentina eligió producir biodiesel a partir de la soja. «Cada país usa el producto del que tiene excedentes», arguyó ante IPS el presidente del Banco Central de ese país, Martín Redrado, en referencia a la caña en Brasil y a la oleaginosa en su país.

En cuanto a una «solución» para el azúcar, cuya importación desde Brasil sigue fuertemente gravada en Argentina, el funcionario dijo que es «mantener el status quo».

Redrado explicó que la producción de etanol exigiría subsidios que su país no tiene de donde sacar por razones fiscales. La concesión de beneficios a los productores de alcohol en Brasil es el argumento argentino para mantener gravada la importación de azúcar..

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