Esperaban en la línea de largada desde hacía tiempo, sólo faltaba que se diera la señal de partida. En poco más de un año en Argentina, varias mujeres saltaron a la escena pública y se adueñaron de cargos que históricamente habían sido ocupados por hombres.
Dos de ellas pasaron a integrar la Corte Suprema de Justicia, otras dos protagonizaron una fervorosa puja electoral en el más poblado distrito del país y un par más llegó al gabinete ministerial para hacerse cargo de carteras que nunca antes habían sido alcanzadas por mujeres, como son Economía y Defensa.
¿Qué es lo que catapultó a estas mujeres, en su mayoría de perfil bajo? ¿Fue la voluntad del gobierno centroizquierdista de Néstor Kirchner de promover la igualdad de oportunidades o fueron sus propios méritos que se impusieron? En cualquier caso, el fenómeno es celebrado por muchas que creen, además, que esta tendencia no tiene vuelta atrás.
"Las designaciones tienen un efecto muy importante en mujeres jóvenes que se están formando y ven que pueden aspirar a una posición semejante", destacó ante IPS Natalia Gherardi, una de las autoras del informe "Participación de las Mujeres en cargos públicos" editado este año por el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género.
Para esta especialista, los nombramientos a cargos ejecutivos y judiciales respondieron a la voluntad del gobierno de promover a personas capaces, o de la confianza de Kirchner. Por lo tanto, no hubo decisión de impulsar una acción positiva desde el punto de vista del género.
De hecho, con Kirchner no se propusieron proyectos de ley para garantizar un mayor acceso, apuntó.
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La investigación de Gherardi en conjunto con Beatriz Kohen indica que la llegada de mujeres a puestos públicos en los últimos años estuvo muy condicionada a la vigencia de la ley de cupo que sólo rige para el Poder Legislativo. La norma en vigor exige que 30 por ciento de los primeros puestos en las listas de candidatos al Congreso Nacional sean reservados para mujeres.
Esta cuota, replicada por la mayoría de las legislaturas provinciales, permitió que la proporción de mujeres en el parlamento nacional llegue hoy a 38 por ciento y que su desempeño tenga visibilidad.
En los comicios parlamentarios de octubre, el centro de la contienda fue marcado por la disputa en la oriental provincia de Buenos Aires de dos mujeres que encabezaron sus respectivas listas en una división del gobernante Partido Justicialista (peronista): Cristina Fernández, esposa del presidente Kirchner, e Hilda González, cónyuge del ex mandatario Eduardo Duhalde (2002-2003).
Fernández no integró la nómina del sector gobernante para completar el requisito del cupo sino que la lideró.
A diferencia de algún caso del pasado, no hay sospecha alguna de que Fernández ocupó el lugar de privilegio por ser la esposa del mandatario, pues esta abogada tiene una extensa carrera política que nace en su época de estudiante en la estatal Universidad de la Plata, donde conoció a Kirchner, e incluso le ganó en llegar a un cargo nacional al ser elegida senadora en 1995.
En el caso de González, la trayectoria personal pesó menos que los vínculos de su marido con el peronismo de esa provincia, del cual era su líder indiscutido precisamente hasta esas elecciones. Pero, de todos modos, su pasado trabajo social en el distrito y su pasaje por cargos ejecutivos y parlamentarios les aportaron un amplio caudal de votos como para quedar en segundo lugar.
En ámbitos de los gobiernos nacional y provinciales de Argentina, donde no rigen las normas de discriminación positiva, la participación de mujeres es muy pobre aún, según el informe Gherardi y Kohen.
Ninguna mujer ocupa la titularidad del poder ejecutivo en ninguna de las 24 jurisdicciones en que se divide el país y hay apenas cuatro vicegobernadoras.
En el gobierno nacional, hasta hace un mes sólo había una mujer, Alicia Kirchner. Además, el Ministerio de Acción Social que ocupó la hermana del mandatario hasta fines de noviembre, cuando renunció para asumir la banca en el Senado por su provincia de Santa Cruz, es un cargo asociado tradicionalmente al sector femenino.
En cambio, el presidente sí impuso el 1 de este mes a dos mujeres en puestos clave y donde ellas nunca habían podido llegar. Una es Felisa Miceli, quien se hizo cargo del Ministerio de Economía en reemplazo de Roberto Lavagna, y la otra es Nilda Garré, que se puso al frente del Ministerio de Defensa en reemplazo de José Pampuro.
La economista Miceli no necesitó un familiar que la avale para llegar primero a la presidencia del Banco Nación, el mayor del Estado, ni para acceder ahora a esa emblemática cartera, al igual que su compañera de gabinete, Garré, una abogada que fue presa política de la última dictadura militar (1976-1983) y que hoy tiene a su mando a las Fuerzas Armadas.
Aunque el caso de Garré tiene antecedentes en países de América del Sur. Michelle Bachelet ya pasó por la titularidad del Ministerio de Defensa en Chile, al igual que Marta Lucía Ramírez en Colombia, mientras que la abogada Azucena Berruti lo es hasta hoy en Uruguay.
Bachelet resultó el 11 de este mes la candidata más votada en la primera ronda de las elecciones presidenciales y competirá con muchas posibilidades, según las encuestas, en una segunda ronda en enero para suceder Ricardo Lagos, ambos de la coalición centroizquierdista Concertación por la Democracia.
Gherardi sostiene que, cuando las mujeres se dan a conocer y muestran un buen desempeño, crecen sus chances de mantenerse en puestos clave o de acceder a cargos de mayor responsabilidad.
"Miceli es una mujer capaz, con experiencia de gobierno, y sobre todo con autonomía respecto de sectores económicos de gran poder", comentó a IPS Virginia Franganillo, ex presidenta del Consejo Nacional de la Mujer (1990-1995) y actualmente directora de la organización no gubernamental Nueva Ciudadanía.
De todos modos, consideró que no se trata de casos individuales. Franganillo, quien renunció a su cargo tras enfrentarse con la Iglesia Católica por su postura a favor de la despenalización del aborto, explicó que "detrás de cada mujer que llega hay una tarea de muchas otras para legitimar su lugar en el espacio público".
Admitió, empero, que la mayor visibilidad de las mujeres en estos puestos permitirá generar confianza en la sociedad sobre su capacidad para ocupar esos cargos. De hecho, en los primeros momentos de asumir Miceli en Economía hubo incertidumbre, pero el sentimiento cedió a medida en que la ministra mostró sus dotes para el puesto.
Para que surjan otras como ella habrá que darles la posibilidad de mostrarse, creen las fuentes consultadas por IPS.
Según el informe del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género, apenas 18 por ciento de los cargos de secretarías y subsecretarías en ministerios están ocupados por mujeres. El promedio oculta desequilibrios entre distintas carteras, y entre los distritos. En algunas provincias no hay ninguna, ni en primera ni en segunda línea.
Finalmente, a nivel de ejecutivos municipales, sólo 8,5 por ciento de las comunas de Argentina están a cargo de mujeres.
En tanto, el gran avance a nivel del Poder Judicial fue el decreto de 2003 que adoptó un nuevo método de selección de magistrados para integrar la Corte Suprema de Justicia. Este cuerpo de nueve miembros nunca había sido integrado por mujeres, con la sola excepción de una jueza designada por un breve período por una dictadura militar en los años 60.
Las nuevas reglas para la incorporación de jueces hicieron valer los antecedentes de los candidatos y reclamaron paridad de género en la constitución del tribunal. Bajo esas nuevas normas, a lo largo de dos años el presidente Kirchner propuso cuatro nombres, dos de los cuales pertenecían a mujeres. Todos pasaron las pruebas de calidad.
Así, Elena Highton ingresó al máximo tribunal en junio de 2004 y Carmen Argibay lo hizo en febrero pasado.
Las dos mujeres gozaban de alto prestigio en la judicatura. Highton como jueza en lo civil y Argibay como penalista e integrante hasta su designación en Argentina del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia, que funciona en La Haya.
Para Gherardi, este avance en el más alto tribunal "fue muy alentador". "Se trata de mujeres muy distintas, pero las dos muy capaces y valiosas", afirmó.
Sin embargo, lamentó que en las cortes supremas de las provincias el desbalance sigue siendo muy marcado. Allí, las mujeres son apenas 18,7 por ciento de los integrantes.
En el servicio exterior de Argentina, la llegada de mujeres también está muy rezagada. Ellas son apenas 8,7 por ciento del total de embajadores y no hay ninguna delegada ante un organismo internacional en el que Argentina tenga representación permanente.
Lo que significa que, aun con los avances logrados, queda todavía un largo camino por recorrer para asegurar que el acceso sea equitativo para ambos sexos.