COMUNICACIONES: Bienvenidos a CiberKenia.com

La vida no es la misma en las áreas rurales de Kenia desde que los cibercafés abrieron un atajo a la autopista de la información.

Un generador retumba detrás de un edificio de dos habitaciones igual a los molinos de maíz que salpican el paisaje rural de Kenia. Pero es poco probable que haya granos cosechados aquí. El alimento fue cambiado por el pensamiento.

Es un cibercafé (centro de acceso a Internet donde se puede navegar por la red mundial de computadoras pagando por tiempo de uso) en una adormecida zona rural del occidental distrito de Emuhaya, a unos 500 kilómetros de Nairobi.

Expertos en tecnología estiman que sólo dos por ciento de los keniatas con acceso a Internet viven en áreas rurales. Sin embargo, las vidas de quienes se las arreglaron para ingresar a la red cambiaron radicalmente.

"Esto es lo mejor que me pasó", dice Beliha Ndanyi, de 65 años, con una amplia sonrisa, mientras espera que bajen sus correos electrónicos en una de las dos computadoras del cibercafé.
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"El otro día, cuando mis dos vacas fueron robadas, envié un correo electrónico a mis dos hijos, que están en Estados Unidos, y en cuestión de días me enviaron el dinero a través de Western Union para comprar otras", relata.

Cerca de allí, dos jóvenes están absortos en la red de redes.

"Es asombroso", opina Joseph Odinga, un estudiante del politécnico Maseno, instituto educativo del gobierno local. "Uno está en contacto con amigos en universidades y sabe tanto como otros jóvenes en la capital".

En el distrito de Kiambu, a unos 50 kilómetros de Nairobi, la historia es la misma.

Fanice Njoki, una pequeña agricultora de 58 años, utiliza un cibercafé para comunicarse con un hijo que vive en Estados Unidos y con una hija que reside en Gran Bretaña.

"Antes podía esperar durante meses para comunicarme con mis hijos y contarles mis problemas. Pero desde que esta cosa (la computadora) fue traída aquí puedo compartirlos con ellos diariamente si quiero", explica Njoki.

El aumento de los cibercafés en todo el país se debe a una política gubernamental de levantar los impuestos a las computadoras importadas. Desde que se anunció la iniciativa, hace unos dos años, los precios de las computadoras y de equipos relacionados cayeron drásticamente. Una máquina que solía costar alrededor de 1.300 dólares ahora se vende por 650 dólares.

Pequeños empresarios establecieron cibercafés en la capital y fuera de ella, aunque es difícil saber la cantidad de estas tiendas ubicados en áreas rurales.

El costo de bajar correos electrónicos oscila entre 20 y 40 centavos, menos de la mitad que enviar una carta al exterior, pero de todos modos es caro para el nivel de vida de los keniatas, pues 56 por ciento de la población sobrevive con menos de un dólar por día. Ndanyi y Njoki pueden pagar los costos de Internet gracias al dinero que les envían sus hijos desde el exterior.

Pero el precio no es la única barrera que estos nuevos "ciberentusiastas" han tenido que superar.

El elevado analfabetismo reinante significa que Ndanyi y Njoki tienen que dictar sus mensajes a miembros de su familia o a otras personas que se encuentran en el cibercafé. A Ndanyi la ayuda su nieta de 21 años, Jane Ayoki, que está por empezar la universidad.

Luego está el problema de la distancia. El cibercafé al que concurre Ndanyi — uno de los dos de Emuhaya — abastece a una comunidad de 20.000 personas, algunas de las cuales tienen que caminar más de 10 kilómetros para acceder a la red de redes.

Ambas mujeres dicen que se han vuelto tan adictas a Internet que cualquier interrupción del servicio les resulta enormemente irritante. "Simplemente siento el enojo hirviendo dentro de mí", explica Ndanyi.

Según Peter Owuor, el propietario del cibercafé, la gente usa sus instalaciones para obtener información sobre asuntos de actualidad, así como sobre temas de comercio y agricultura. El negocio es tan bueno que está pensando en comprar otra computadora.

Desafortunadamente, algunos clientes jóvenes también se dedican a navegar en sitios pornográficos, cuyo acceso Owuor todavía tiene que bloquear.

Este no es el desafío principal que enfrenta Owuor, sin embargo. "El problema más grande es la electricidad", afirma. "Tengo que gastar mucho en combustible".

Sólo una de cada 30 personas en el área tiene acceso a la electricidad. Owuor, que usa un generador térmico para alimentar sus dos computadoras, cree que los servicios de Internet en las regiones rurales se expandirían más rápidamente si no faltaran energía eléctrica y líneas telefónicas.

Actualmente, instalar una línea telefónica cuesta unos 60 dólares y comprar un generador que provea electricidad a una computadora, más de 200 dólares, precios que pocos keniatas pueden afrontar.

No obstante, mientras los usuarios de Internet superan estas barreras, están comenzando a surgir otros debates sobre la red mundial de computadoras, especialmente en torno a los idiomas utilizados en los sitios de Internet.

"Si nuestras comunidades deben aprovechar los beneficios de la sociedad de la información, entonces sus idiomas tienen que estar en el sitio web", opina Owuor.

Expertos en lingüística y tecnología propusieron la creación de un fondo para introducir y mantener los idiomas africanos en Internet, durante la Conferencia Regional Africana Preparatoria de la segunda fase de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI), celebrada a principios de este año en Accra, Ghana.

La segunda fase de la CMSI se desarrollará en diciembre en Túnez.

"La única manera de hacer que África forme parte de la sociedad de la información es asegurarse de que sus lenguas sean aceptadas en el ciberspacio", opinó Salam Diakite, director de Investigación y Documentación en la Academia Africana de Idiomas, con sede en Bamako, ante el encuentro de la sociedad de la información.

Algunos expertos en informática se preguntan si los sitios en estos idiomas serán económicamente viables. Pero lo cierto es que los africanos están prontos para abrazar la red mundial de computadoras. Y si ella habla sus lenguas, tanto mejor.

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