JUAN PABLO II: Un actor cuyo escenario fue el mundo

Karol Josef Wojtyla fue un amante del teatro en su juventud polaca. Nunca dejó de ser actor: en 1978, cuando se consagró Papa con el nombre de Juan Pablo II, el mundo se convirtió en su escenario.

Era de preverse que un actor con marco y un auditorio de tales dimensiones hiciera mutis como él lo hizo. El Papa se negó a regresar al hospital, hizo las paces con su propia muerte, aceptó el sacramento de su madre, la Iglesia Católica, y cumplió con sus deberes, con calma, hasta el final, ocurrido este sábado a las 21:37 hora de Italia.

Su triunfo contra las dificultades que se le interpusieron es remarcable. En sus últimas horas, le dio lucha a problemas cardiacos, dificultades de respiración y de sus funciones renales y una infección urinaria, sumados a enfermedades crónicas como artritis y mal de Parkinson.

Durante su tránsito hacia la muerte, permaneció "extraordinariamente sereno", aseguraron sus allegados. Esa calma y fortaleza frente a tales desafíos le dijeron más a sus fieles que las palabras que no pudo dedicarles en sus últimos días.

Más de mil millones de católicos están de duelo por el Papa. Pero dada su prolongada actuación por todo el globo, la conmoción por su muerte se siente en todas las comunidades religiosas.
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Su muerte fue inminente durante meses, pero el Papa era un hombre más fuerte que la mayoría. En sus últimas horas, cuando parecía estar dormido, siguió regresando una y otra vez al mundo de los vivos. Su agonía fue una síntesis de la fortaleza que lo adornó durante toda su trayectoria vital.

Sobrevivió a un intento de asesinato, a un tumor, a fracturas de hombro y de cadera, a 10 años de mal de Parkinson y a continuas dificultades respiratorias. Sus múltiples triunfos sobre esas dolencias lo convirtieron para muchos en un ejemplo de fortaleza en el sufrimiento.

Hasta el final, igual que al comienzo de su papado, rompió los moldes.

El papa Juan Pablo II fue el primer polaco en alcanzar el pontificado, y el primero no italiano desde 1552, cuando fue consagrado el holandés Adriano VI. Entonces con 58 años, también fue el más joven del siglo XX, cuando sucedió a Juan Pablo I, que murió al cumplir 33 días en funciones.

Era poco conocido fuera de un estrecho círculo de la jerarquía católica. Karol Wojtyla había cursado buena parte de sus estudios de teología a escondidas, durante la segunda guerra mundial (1939-1945), mientras trabajaba en una fábrica. Se ordenó sacerdote en 1946, y fue nombrado arzobispo en 1964 y cardenal en 1967.

Polonia se encontraba entonces en el bloque comunista, bajo la fuerte influencia de la hoy disuelta Unión Soviética. Fue ése un periodo de persecución a los católicos, que constituyen 80 por ciento de los 35 millones de polacos.

Pero, como arzobispo de Cracovia, Wojtyla mostró una oposición sin concesiones al régimen comunista, una actitud que alimentó su compromiso tradicionalista.

Al asumir el papado en 1978, encontró una Iglesia Católica sacudida hasta los cimientos. Las reformas propuestas por el Concilio Vaticano II, en los años 60, ponían en tela de juicio dos milenios de doctrina. Como Juan Pablo II, Wojtyla se dispuso a restaurar esas tradiciones conservadoras.

Su primer objetivo fue derrotar al comunismo y a lo que denominó la "ateización de la sociedad". Apoyó a los disidentes del área de influencia soviética, en especial a un compatriota, el sindicalista y futuro presidente polaco Lech Walesa. El anticomunismo caracterizó su pontificado hasta la caída del muro de Berlín, en 1989.

Al mismo tiempo, comenzó a restaurar la ortodoxia doctrinaria mediante la designación de obispos conservadores y el disciplinamiento de los sacerdotes disidentes.

Uno de sus blancos durante los años 80 fue la Teología de la Liberación, doctrina surgida en América Latina y difundida por África y Asia, en particular en India. Los sacerdotes de esta corriente pretendían que la Iglesia atendiera prioritariamente problemas como la pobreza y los derechos humanos.

Muy cerca del Papa, quienes criticaban a la Teología de la Liberación veían en esta escuela un intento de fusionar cristianismo y marxismo.

La respuesta de Juan Pablo II fue cubrir los cargos de la Curia Romana (la administración del Vaticano) y las diócesis de todo el mundo con sacerdotes y funcionarios tradicionalistas, que oponían una Iglesia poderosa y fuertemente clerical ante las corrientes internas más liberales.

En todo este periodo, el Papa apoyó con fuerza a organizaciones conservadoras como el Opus Dei, surgida en la España franquista, los Legionarios de Dios en México y el Movimiento de los Focolares, originario de Italia.

Juan Pablo proclamó a más de 1.300 beatos y casi 500 santos, incluido el fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer.

El conservadurismo del Papa quedó de manifiesto, fundamentalmente, en su rechazo a la anticoncepción, al aborto y al uso del condón como prevención contra el sida en nombre del derecho a la vida. También se opuso al divorcio, a la homosexualidad, al matrimonio de los sacerdotes, a la ordenación de mujeres y al concubinato.

Para sus muchos críticos, el Papa carecía de contacto con el mundo exterior y expulsaba de la grey a muchos católicos.

Durante su pontificado, la Iglesia ganó seguidores en África y en Asia —lo que ha sido atribuido a la elevada natalidad en las familias católicas de esos continentes—, pero los perdió en el mundo industrializado y en América Latina (donde viven la mitad de los católicos del mundo), e incluso en su país natal.

El Papa llevó su mensaje a los rincones más recónditos del planeta. La primera de sus 104 visitas al extranjero fue a Puebla, México, donde asistió en enero de 1979 a la Asamblea de Obispos Latinoamericanos. Su humor y su informalidad ya comenzaban a ganarle entonces el cariño de millones.

Wojtyla mantuvo su sensibilidad social, y, mientras se oponía al comunismo, condenó, sin embargo, los excesos del capitalismo.

El Papa fue siempre popular entre los jóvenes. Unos dos millones se reunieron en Roma en agosto de 2000, cuando presidió el Jubileo de la Juventud.

Juan Pablo II construyó puentes históricos con otras religiones. Recibió con frecuencia al Dalai Lama, el exiliado líder religioso del budismo lamaísta tibetano. Buscó un vínculo más estrecho con el Islam: fue el primer Papa que visitó una mezquita. Además, acercó a la Iglesia Católica con otras denominaciones cristianas.

Pero continuó desaprobando los matrimonios entre católicos y musulmanes, y afirmando la primacía de la Iglesia de Roma sobre las restantes.

La reconciliación más dramática fue la que trazó con el judaísmo. Fue el primer pontífice en visitar una sinagoga, y también el memorial en las ruinas del campo de concentración nazi en Auschwitz, que honra a las víctimas del holocausto.

Sin embargo, manifestó con frecuencia su solidaridad con el pueblo palestino, y marcó sus diferencias con Israel en torno del estatuto de la ciudad de Jerusalén.

Presidió jornadas de oración para detener la guerra del Golfo de 1991, el conflicto en los Balcanes en los años 90, el ataque estadounidense contra Afganistán en 2001 y la invasión a Iraq en 2003.

En 2002, visitó su Polonia natal por última vez. El país había cambiado. Regía desde 1996 la legalización del aborto, a pesar de la censura papal. Aún está por verse si el conservadurismo que postuló en todo el mundo lo sobrevivirá.

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