En medio de un clima de tensión social en Brasil que presiona cada vez más al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, comenzó a tomar cuerpo una alianza entre organizaciones indígenas, que reclama la propiedad de ancestrales territorios, y el Movimiento de los Sin Tierra, que integran los campesinos pobres que invaden haciendas improductivas para ponerlas a producir. Para los indígenas, el voto de confianza a Lula aún tiene vigencia, pero advirtieron que la paciencia se agota. Ambos grupos sociales exigen cambios drásticos en la política económica y en la aceleración de la reforma agraria de un gobernante que en el llano había sido uno de sus principales aliados
