– Si los presidentes de Finlandia y Tanzania se pusieran de acuerdo en el significado de la globalización, surgirían nuevos argumentos para aquellos que confían en un futuro mejor.
De hecho, los dos jefes de Estado estuvieron de acuerdo, al menos en la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, que ambos codirigieron a pedido de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El informe final de la Comisión, publicado esta semana en la capital de Gran Bretaña, propone fortalecer el sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como medio para imponer un sentido de justicia en el proceso de globalización.
Debe ser difícil identificar dos países tan divergentes como Finlandia y Tanzania, para no hablar de que ambos se pongan de acuerdo en asuntos que dividen tan profundamente al mundo.
Finlandia, de cinco millones de habitantes, y Tanzania, de 35 millones, se ubican en los extremos opuestos del espectro de riqueza. El ingreso anual tanzanio por habitante es de 600 dólares, el finlandés, de 26.000.
Los nacidos en Tanzania tienen una expectativa de vida de 44 años y medio, y los finlandeses, 78. Los portadores de sida son 7,8 por ciento de los habitantes del país africano y 0,024 por ciento de los del europeo.
La presidenta de Finlandia, Tarja Halonen, y su par de Tanzania, Benjamin William Mkapa, llegaron a un acuerdo en las reuniones de la Comisión. Pero sería difícil que abordaran otros en asuntos más concretos.
La Comisión, por ejemplo, coincidió en facilitar el movimiento de personas y de dinero. ¿Aumentará, acaso, el flujo de euros más de Helsinki a Dar es Salaam? ¿Y podrán algunos millones de tanzanios, tal vez unos pocos miles, mudarse a Finlandia?
No podemos pensar que un trabajador migrante simplemente se traslade desde algún lado hacia el lugar donde él o ella es demandado, y desaparezca cuando termine esa necesidad, dijo Halonen al respecto.
Debemos pensar qué puede hacer una pequeña nación como Finlandia, sostuvo Halonen, para quien su país sabe cuán injusta es la globalización, aunque haya triunfado con el fenómeno Nokia.
Reglas iguales para jugadores desiguales aseguran resultados desiguales, concluyó.
Pero Halonen tiene poco que ofrecer en nombre de su país, aun tras el acuerdo conceptual alcanzado con el presidente de Tanzania. Finlandia no es la Unión Europea, la Unión Europea no es Europa y Europa no es el mundo, añadió.
La jefa de Estado propuso un trabajo conjunto con el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y otros altos funcionarios de la comunidad internacional para facilitar los cambios.
A su vez, Mkapa destacó las divergencias que constató con las posiciones de Halonen durante los dos años de trabajo de la Comisión.
En un nivel, estamos crecientemente interconectados, y en otro estamos crecientemente separados, dijo el presidente tanzanio en Londres. Esta es una situación insostenible, y pronto ocurrirá una ruptura dañina para ambas partes.
No toda cercanía es beneficiosa, agregó. Cuanto más nos acercamos, más vemos y experimentamos las injusticias del sistema, y se exacerban las frustraciones políticas, sociales, económicas y culturales. En algunas circunstancias, ira, advirtió Mkapa.
En muchos países en desarrollo, particularmente en Africa, hay una gran sensación de urgencia y de desesperación, añadió.
De todos modos, agregó Mkapa, es alentador que cada vez más personas en los países ricos y en el mundo empresarial compartan estas preocupaciones y muestren voluntad para actuar.
Lo más elocuente de esa frase fue lo que Mkapa no dijo. Personas en los países ricos, no los países como tales, muestran voluntad de actuar, pero no acciones concretas.
Si apenas Finlandia y Tanzania se pusieran de acuerdo, aunque fueran solo ellos, habría un comienzo, con teléfonos Nokia fabricados en Tanzania. (
