VENEZUELA: Tórrido destino para ningún tren

Bajo el sol de platino que casi derrite a esta ciudad del occidente de Venezuela, una británica estación de trenes aguarda cada mañana por un tropel de danzarines, de músicos, o de expectantes escolares. Pero a ningún ferrocarril.

Es que esa estructura de cúpulas, columnas, arcos y ventanales de hierro se ha convertido en el Centro de Arte Lía Bermúdez.

”Vamos por lo menos una vez al mes, la familia entera, a los espectáculos de música, canto y decoración. El último fue el Velorio de Cruz de Mayo”, dijo a IPS Lucila Luzardo, un ama de casa que se ha hecho habitué del Centro.

En Venezuela es una tradición —de aportes españoles, indígenas y africanos— que cada mayo, época de campos floridos al inicio de la estación lluviosa, se decore una cruz con flores para invocar a santos y deidades con cantos por buenas cosechas.

”Es la actividad con la que ese mes cubrimos nuestros domingos familiares, en los que el Centro se entrega a la colectividad que le visita, familias enteras, en ocasiones miles de personas por jornada”, dijo a IPS Adriana Vera, portavoz de la institución.

El Centro funciona como museo y como espacio de encuentros culturales y de desarrollo social o económico, de esparcimiento, de enseñanza de artes, convenciones y —tal vez lo más importante— de afirmación de los valores propios de Maracaibo, epicentro de la actividad petrolera venezolana.

Pero es imposible describirlo sin recordar su historia. La estación fue durante décadas el mercado principal de Maracaibo, la segunda ciudad de Venezuela.

Tampoco sin señalar su entorno: está ubicada exactamente frente al muelle del puerto que al paso de los siglos ha servido a todo el occidente venezolano y hasta parte de la vecina Colombia.

En el lugar se instaló en 1816 un mercado, a pocos metros de donde atracaban los barcos para llevar las exportaciones agrícolas y traer manufacturas, hasta que el 21 de julio de 1927 un incendio destruyó el edificio por completo.

Abierta una licitación ese mismo año, una empresa belga ganó el derecho de construir un nuevo mercado y buscó en Europa una estructura tan resistente al fuego como rápida de montar para atender las urgencias comerciales de los marabinos (naturales de Maracaibo).

Optaron entonces por comprar y traer desarmada hasta Maracaibo una estación de tren inglesa, con su típica cúpula central, cuatro cúpulas menores en las esquinas sobre columnas de hierro fundido, con simetría biaxial, grandes arcos y ventanales de romanilla, componentes todos unidos con remaches.

Esa estructura albergó el mercado principal de la ciudad desde 1931 hasta que en los años 70 del siglo XX se hizo chico, acosado e impráctico, fuente de congestión en la vía costanera de la urbe junto al Lago de Maracaibo.

Su actividad se traspasó a otras edificaciones y centros comerciales, y las autoridades cerraron el emblemático edificio.

”Todavía hay gente que viene, se coloca junto a la platea o ante una hilera de butacas y dice 'Aquí estaba mi puesto de verduras, allí mis compadres vendían quesos, más allá el pescado': está sembrado en el alma marabina”, dice Vera.

El edificio estuvo cerrado y el abandono le amenazaba, pero desde los años 80 la artista plástica, docente de diseño y promotora cultural Lía Bermúdez (Caracas, 1930) se propuso rescatarlo y convertirlo en un centro de arte volcado hacia la comunidad, la cual presionó a favor de su proyecto hasta concretarlo, en los años 90.

El Centro de Arte con el nombre de su promotora fue inaugurado en 1993. La planta del local, de 90 por 50 metros, fue convertida en un anfiteatro para 1.200 espectadores, cómodamente instalados en butacas bajo las cúpulas a 18 metros de altura, la de un edificio de seis pisos.

Además de la nave central, frente a un escenario dotado de tramoyas para espectáculos de danza, teatro, desfiles y convenciones, el Centro dispone de otras seis salas —entre ellas una para cine—, un café, una tienda y áreas para labores de administración.

El frente —estos meses guardado por una instalación de cilindros de plástico creado por el artista cinético venezolano Jesús Soto— se ha integrado al conjunto del casco central de Maracaibo, con sus características fachadas de paredes en los que juegan colores vivaces y tonos pasteles, propias del trópico.

”Desde 1993 sostenemos entre 25 y 30 exposiciones por año, con preferencia para artistas latinoamericanos y caribeños, albergamos presentaciones teatrales y de música y danza, y somos subsede del Festival Internacional de Teatro de Caracas”, dijo Vera.

Además, el Centro invita a las escuelas del petrolero estado de Zulia (la región que rodea al lago) para que acudan a sus talleres, y obra junto con autoridades educativas de la zona en la preparación de textos y guías para la enseñanza del arte.

Al resultar siempre insuficientes los aportes financieros estatales, unos 500.000 dólares este año, el Centro procura recursos adicionales mediante la organización de convenciones, exposiciones y aún desfiles de modas en conjunto con empresas privadas.

Lo dirige una fundación, con Bermúdez como presidenta de honor, bajo la rectoría de los entes culturales del gobierno central y del regional, agriamente enfrentados en la arena política desde hace dos años.

”Eso también lo superamos. Dejamos la política afuera y abrimos aquí un espacio para la convivencia de todos”, dice Vera, orgullosa. (

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