AMBIENTE: Alianza a favor del arrecife mesoamericano

Especialistas de Belice, Guatemala, Honduras y México iniciarán estudios de campo en julio con miras a establecer regulaciones a la pesca en el amenazado Arrecife Mesoamericano, el más grande del océano Atlántico y segundo del mundo.

Con una extensión de 1.000 kilómetros, el arrecife compone un exuberante espectáculo natural desde la península de Yucatán, en el sur de México, hasta las islas de la bahía de Honduras.

Su rica diversidad biológica, que incluye especies de peces de amplia demanda comercial como el caracol, el mero y la langosta, sufre el acecho de la pesca, el turismo y la deforestación.

Para garantizar la sustentabilidad del sistema coralino y los ecosistemas asociados -como manglares y pastos marinos— es necesario un intenso trabajo de educación, entrenamiento e información compartida, dijo Miguel Angel García, responsable de Monitoreo Ambiental del Sistema Arrecifal Mesoamericano, SAM.

Con financiación del Fondo Mundial del Ambiente (GEF) del Banco Mundial, el SAM es una iniciativa de conservación para el área, en la que participan Belice, Honduras, Guatemala y México.

Como parte de esos esfuerzos, especialistas de cada país comenzarán investigaciones de campo para monitorear zonas clave del SAM.

Así podrá estudiarse el comportamiento en las agregaciones de peces donde se reproducen especies de importancia comercial.

”Los pescadores tienen identificados los sitios de agregación y acuden a ellos para explotarlos”, dijo García. Los resultados de las investigaciones permitirán hacer recomendaciones para una pesca regulada, explicó.

Los arrecifes coralinos son una suerte de esqueleto calcáreo en aguas superficiales, conformado por colonias de coral que necesitan para prosperar diversos tipos de algas. Estas, mediante fotosíntesis, producen el carbonato de calcio que el coral requiere para fijarse al arrecife.

La barrera de arrecifes sirve de protección a ecosistemas costeros y es sitio de reproducción y alimentación de mamíferos marinos, reptiles, peces e invertebrados, explicó la bióloga Daniella Guevara, de la Comisión Nacional de 5reas Naturales Protegidas de México.

El arrecife mesoamericano es la segunda formación de arrecifes del planeta después de la Gran Barrera Coralina Australiana. Por su tamaño, se establecieron zonas prioritarias transfronterizas, con el fin de reforzar los mecanismos de protección.

Los sitios clave comprenden áreas de la bahía de Chetumal (Belice y México) y del golfo de Honduras (Belice, Guatemala y Honduras).

Una de esas zonas es la biosfera Banco Chinchorro, el arrecife más rico de México, frente a la costa sudoriental del estado de Quintana Roo. También fue seleccionado el archipiélago de Cayos Cochinos, un conjunto de pequeñas islas y cayos en aguas del mar Caribe hondureño.

Como parte de las gestiones del SAM, se promulgaron normas de protección de Gladden Spit en Belice, sitio donde desovan meros y pargos.

Ese criadero atrae al tiburón ballena y se ha convertido en importante centro turístico. Las acciones buscan controlar las prácticas de buceo y pesca en el área.

La iniciativa de preservación ”ya está en ejecución”, dijo la directora general de Biodiversidad de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente (SERNA) de Honduras, Alda Gamboa.

Sin embargo, ”en casi todos los países tenemos algunos daños”, añadió.

En el caso hondureño, que junto a Belice presentan mejores niveles de conservación, los arrecifes están afectados por un fenómeno de estrés conocido como ”blanqueamiento”, provocado por ”la sedimentación que hemos tenido por la deforestación que sufre Honduras”, aseguró Gamboa.

Como los arrecifes no toleran cambios en la temperatura del agua, el recalentamiento de los océanos contribuye también al blanqueamiento coralino.

Pese a las múltiples acciones, ”no logramos una protección total”, reconoció Gamboa.

Una efectiva protección de los arrecifes requiere ”un manejo regional, pues no es posible aislar las partes de un país del resto del sistema”, añadió.

El SAM comenzó a operar a mediados de 2001 con un plazo de 15 años, divididos en tres fases quinquenales.

* Publicado originalmente el 7 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. (

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