IRAQ: Los dilemas de India y Pakistán

India y Pakistán, vecinos y rivales, tienen posturas distintas ante los planes de guerra de Estados Unidos contra Iraq y afrontarán grandes dilemas en los próximos días, dada la presión de Washington para obtener apoyo.

Apenas hace unas semanas, las dos potencias de Asia meridional coincidían en rechazar una acción unilateral de Estados Unidos contra el régimen de Saddam Hussein y en que sólo el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tenía autoridad para permitir el uso de la fuerza.

Sin embargo, los dos países tomaron rumbos diferentes debido a la fuerte presión del gobierno de George W. Bush y de sus propias consideraciones políticas internas.

La situación también cambió luego de que Pakistán pasara a ser en enero miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Estados Unidos necesita nueve votos en ese organismo, que reúne a 15 países, para autorizar una ofensiva militar contra Iraq.

El gobierno indio cambió su postura en varias ocasiones. Al principio se negó por completo al uso de la fuerza, luego apostó a presionar por el desarme pacífico de Iraq y, por último, se mostró dispuesto a apoyar una acción militar, aunque sólo con el aval del Consejo de Seguridad.

El martes, el primer ministro indio Atal Bihari Vajpayee señaló que una acción militar de Estados Unidos haría que la ONU ”pierda su influencia y prestigio”.

”Sería muy malo para la comunidad internacional que Estados Unidos lance una acción contra Iraq. Además, si la ONU apoya la acción estadounidense, permitirá que se erosione su autoridad”, advirtió Vajpayee.

Sin embargo, la Oficina del Primer Ministro señaló en una declaración que Vajpayee apoyaría una acción si era autorizada por la ONU, y explicó que sus palabras habían sido mal traducidas del hindú al inglés.

El gobernante partido Bharatiya Janata primero se unió a una resolución parlamentaria que ”deploraba” un ataque estadounidense contra Iraq, pero luego dejó de lado esa demanda y señaló que se debía actuar con ”flexibilidad”.

Los cambios de postura del gobierno se deben a las presiones contrapuestas, por un lado, de Estados Unidos, y, por el otro, de la opinión pública india.

En este país se han realizado varias movilizaciones populares contra la guerra, y gran parte de la prensa se opone a una ofensiva militar. Además, 130 millones de los 1.067 millones de habitantes de India son musulmanes, que se solidarizan con Bagdad y tienen fuertes sentimientos antiestadounidenses.

El gobierno indio mantiene una relación amistosa con Iraq, y por eso aclaró a Washington que no se involucraría en una guerra.

Por su parte, Pakistán afronta dilemas diferentes. El gobierno del presidente Pervez Musharraf es presionado por Washington para unirse a su invasión a Iraq, pero la población pakistaní rechaza la idea. La mayor oposición procede de los movimientos radicales islámicos.

Pakistán dio un vuelco en su política exterior luego de los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, y se unió a la campaña internacional antiterrorista impulsada por el presidente Bush, lo que le trajo grandes dividendos.

Pakistán mejoró su imagen internacional, que había sido afectada luego de los ensayos de armas nucleares que realizó en 1998, y además recibió asistencia militar estadounidense, así como miles de millones de dólares para mejorar su empobrecida economía.

Pero esto implicó también permitir el ingreso de soldados y expertos en inteligencia de Estados Unidos para investigar los movimientos de la red radical islámica Al Qaeda, a la que el gobierno de Bush atribuye los atentados del 11 de septiembre de 2001 que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y en Washington.

El Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos aumentó sus actividades en el territorio pakistaní, y esto provocó roces con algunos militares locales así como el rechazo popular, que se une a la creciente oposición a una invasión en Iraq.

No obstante, al gobierno pakistaní le será bastante difícil resistirse a la presión estadounidense y lograr una política exterior independiente.

El embajador pakistaní en la ONU, Munir Akram, instó a Iraq a cumplir con la resolución 1.441 del Consejo de Seguridad, que impone plazos perentorios para su desarme. Además, Musharraf, luego de una entrevista con Bush, señaló que Saddam Hussein debía respetar a la comunidad internacional, aunque dijo que la guerra ”no era una buena opción”.

La embajadora estadounidense en Pakistán, Nancy Powell, se reunió la semana pasada con el canciller Khurshid Mehmood Kasuri para solicitar el apoyo de Islamabad a una posible resolución en el Consejo de Seguridad que autorice el uso de la fuerza contra Iraq.

Luego, Kasuri recibió una llamada telefónica del propio secretario de Estado (canciller) estadounidense Colin Powell.

Pero los dirigentes políticos pakistaníes se encontrarán en una muy difícil posición si se les pide un apoyo incondicional y definido, pues Pakistán se convertiría así en el único país musulmán que apoya la guerra.

Lo que suceda en las próximas semanas dependerá de las maniobras que hagan Estados Unidos y Gran Bretaña fuera del Consejo de Seguridad. Pero una cosa parece cada vez más clara: Pakistán no podrá resistir la presión estadounidense y, si es puesto contra la pared, apoyará la invasión.

Esto aumentará la inestabilidad y la tensión interna, pues los fundamentalistas islámicos reaccionarán con indignación.

A su vez, es posible que Islamabad aproveche su alianza con Estados Unidos para aislar a India y obtener beneficios en relación a Cachemira, la provincia de India que originó desde 1947 dos guerras entre los dos países, lo cual aumentará la hostilidad entre los dos históricos rivales. (

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