/Integración y Desarrollo/ ECUADOR-COLOMBIA: Fiebre aftosa ataca en la frontera

La fiebre afosa, el fantasma que recorre granjas y haciendas de Europa y Argentina, es también una pesadilla para las autoridades de la provincia ecuatoriana de Carchi, en la frontera del afectado departamento colombiano de Nariño.

La presencia de 70 focos de aftosa en Nariño obligó a extremar precauciones en Carchi, debido a la rápida propagación que caracteriza a esta enfermedad del ganado y al peligro de transmisión del virus que significa el creciente contrabando entre las dos zonas.

La adopción del dólar en reemplazo del sucre aumentó el precio del ganado ecuatoriano y la consecuencia es la compra de reses en Colombia, explicó Fabio Trujillo, presidente de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos de Nariño.

Trujillo aseguró que una nueva ruta de contrabando fue abierta en la frontera. «En un comercio ilegal es muy difícil establecer el número de cabezas de ganado que periódicamente van hacia Ecuador, aunque se intenta evitar ese tráfico», agregó.

La fiebre aftosa, que muy rara vez ataca a los seres humanos, ha sido calificada de enfermedad «comercial» del ganado, pues cierra las puertas de los mercados a la carne y las reses de las regiones afectadas.

Ricardo Velásquez, director del Instituto Colombiano Agropecuario de Ipiales, localidad limítrofe con Tulcán, capital de Carchi, aseguró que la epizootia en Nariño causó la pérdida de 200.000 dólares en los primeros tres meses de este año.

Hay bovinos y porcinos enfermos, la cuarentena obliga a inmovilizar a los animales en los predios y las ferias ganaderas debieron ser suspendidas. El impacto económico de la fiebre aftosa es sentido entonces no sólo por los ganaderos y los mataderos, sino también por comerciantes.

«Es necesario que los sectores involucrados colaboren con el cumplimiento de los ciclos de vacunación, para evitar la repetición de las cuarentenas», advirtió Velásquez.

Trujillo aseguró que los focos de aftosa en Nariño están controlados, gracias a la vacunación masiva de los animales con posibilidad de contagiarse.

En Ecuador, donde la enfermedad persiste de modo endémico, la vacunación permanente ha sido el arma fundamental para cotrarrestarla y así disminuir los casos registrados en 2000.

Pablo Torres, de la Comisión Nacional de Erradicación de la Fiebre Aftosa (CONEFA), afirmó que no hay riesgo de contagio masivo del ganado ecuatoriano. La vacunación redujo los casos de 83 en 1998 a 18 en 2000, dijo.

El Ministerio de Agricultura y Ganadería de Ecuador entregó este año 400.000 dosis de la vacuna para combatir el virus, y hasta diciembre se espera superar la cantidad distribuida el año pasado, que fue de tres millones.

«En Ecuador, como la aftosa es endémica, se mantiene una campaña permanente de vacunación, con el objetivo de erradicarla. Por lo tanto, un porcentaje muy alto de las cabezas de ganado están vacunadas», señaló Torres.

Los ganaderos que no inmunizan son sancionados con una multa de 50 por ciento del salario mínimo por cada animal sin vacunar (unos 50 dólares).

La inmunización contra la aftosa también es preceptiva en Colombia, pero muchos ganaderos no cumplen con los ciclos de vacunación programados semestralmente.

Al problema del contrabando de ganado entre los dos países se suma la utilización de forrajes inseguros, que podrían contener el virus. Para eliminar ese peligro, algunos técnicos proponen que los ganaderos produzcan su propio forraje hidropónico en invernadero.

Con 120 metros cuadrados de invernadero, Hernán Chiriboga, de la hacienda La Pampa, en la provincia ecuatoriana de Chimborazo, produce entre 320 y 370 kilos diarios de forraje. Lo utiliza como sobrealimento para sus 35 vacas, que pastan en 12 hectáreas de «potreros antiguos».

«Lo importante es que las semillas sean sanas y no hayan recibido ningún tratamiento químico (fungicidas o preservantes)», señaló Chiriboga. También es fundamental mantener una limpieza permanente de los implementos utilizados en la producción del forraje para que no broten hongos en ellos.

El virus ataca a los animales de pezuña hendida y, tras siete días de incubación, aparecen llagas en boca y patas. La res enferma pierde peso, pues reduce su alimentación. Las llagas se localizan también en la ubre de las vacas, cuya producción de leche decrece.

La fiebre persiste entre 15 y 20 días, y si bien los animales adultos pueden sobrevivir, ya no recuperan su plena capacidad de producción de carne y leche.

Puede ser contraída por el ganado vacuno, ovino, caprino y porcino, o animales salvajes como ciervos, renos, jabalíes, búfalos, elefantes y jirafas.

El virus viaja en partículas de polvo en el aire y con vientos favorables puede llegar hasta 60 kilómetros de distancia. También se adhiere a las suelas del calzado, a la ropa y a los neumáticos de los automóviles, y cualquier persona o vehículo que hubiera estado en zona contaminada puede transportarlo.

Chile y Uruguay son los únicos países sudamericanos que en este momento pueden asegurar que su ganado está libre de fiebre aftosa. En cambio, la enfermedad ha sido erradicada de América del Norte.

Argentina, que el año pasado había logrado el estatuto internacional de país libre de aftosa sin práctica de vacunación, reconoció este año el rebrote de la enfermedad, que ya se manifiesta en más de 100 focos.

En febrero, la aftosa atacó al ganado de Gran Bretaña y se propagó rápidamente a otros países de la Unión Europea (UE).

La UE optó por la matanza de los animales enfermos y de los que se hallan en riesgo de contagio, mientras que Argentina, que también utiliza el llamado «rifle sanitario», se declaró dispuesta a vacunar el ganado en las zonas más riesgosas.

La vacuna aplicada masivamente pone freno a la epizootia, pero cierra los mercados a los animales en pie y a cortes de carne que pueden contener el virus. La razón es que el comprador de la carne no sabe si los anticuerpos de la enfermedad son señal de infección o de la propia vacuna.

La historia de la aftosa se inicia en 1546, con la descripción científica de una epizootia que afectó a los bovinos en Italia. En América apareció por primera vez en 1870, debido a animales contaminados adquiridos en Europa, y afectó simultáneamente a Estados Unidos, Argentina, Chile, Uruguay y el sur de Brasil.

A comienzos del siglo XX ya se había extendido al resto de Brasil y a Bolivia, Paraguay y Perú. En 1950 llegó a Venezuela y Colombia, y desde allí saltó a Ecuador en 1961. (FIN/IPS/kl/ff/dv/01

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