(Arte y Cultura) FUTBOL-ARGENTINA: Los estadios se cubren de violencia

Los estadios de fútbol en Argentina se transformaron en escenario de violencia extrema, con un saldo de 50 personas muertas sólo en los años 90, sin que las autoridades encuentren la forma de combatirla.

Para un turista extranjero que conoce el fútbol argentino de verlo por televisión y que gozó con el juego de Diego Maradona, uno de los mejores futbolistas del mundo de todos los tiempos, presenciar un partido en este país es casi un rito obligado si pretende vivir de acerca el especial hecho social que genera.

Decenas de miles de personas dedican buena parte de su tiempo a seguir a su equipo preferido y el programa de televisión "Fútbol de Primera", que transmite en forma exclusiva el principal juego de cada domingo, encabeza las mediciones de audiencia desde hace muchos años.

Los cantos contra el equipo contrario, los gorros, banderas, camisetas y letreros con los colores del club de sus amores y los tatuajes que exhiben orgullosos los simpatizantes en distintas partes del cuerpo forman parte del espectáculo antes, durante y después de los partidos.

Mientras transcurren los 90 minutos en que los futbolistas disputan con ardor para escalar un peldaño en el campeonato de turno, en las graderías resulta casi imposible permanecer sentado ante el fervor que transmiten los seguidores más fieles, que gritan, se exaltan e insultan constantemente.

Pero este deporte, el más popular en Argentina al igual que en muchos otros países, y ese espectáculo tan particular que genera en su entorno viene siendo atacado por hechos de violencia protagonizados por grupos de simpatizantes cada vez más descontrolados.

Aunque se registraron 80 muertes desde la década de los años 30, cuando el fútbol pasó a ser una actividad profesional en Argentina, sólo en los últimos 10 años 50 personas perdieron la vida en forma violenta y la situación parece agravarse con la llegada del siglo XXI.

Así lo indica el inédito incidente ocurrido en abril, cuando unos 10 jugadores del club Comunicaciones fueron brutalmente golpeados por simpatizantes del local Excursionistas, que invadieron el campo en pleno partido entre ambos equipos que compiten en la tercera división del fútbol profesional argentino.

Uno de esos futbolistas debió ser hospitalizado con un severo traumatismo de cráneo y, tras unos días del alta médica, volvió a ser internado de urgencia con un cuadro de convulsiones, en momentos en que debía declarar ante la justicia.

Esa golpiza a los jugadores de Comunicaciones, divulgada a través de un vídeo como prueba de la barbarie y de la ineficacia policial, motivó que la Asociación de Futbolistas Agremiados resolviera un paro de actividades entre el 27 de abril y el martes 2.

Jugadores, técnicos y periodistas coinciden en señalar que nunca había ocurrido un hecho de violencia similar.

Sin embargo, todos están de acuerdo en que este episodio fue el corolario de otros hechos violentos, como el lanzamiento de proyectiles desde las graderías a los jugadores.

En varias oportunidades futbolistas y árbitros debieron ser retirados en camilla del campo de juego, al ser víctimas de golpes certeros de objetos lanzados por simpatizantes mientras entonaban cánticos de una agresividad tal que excede los límites de lo deportivo.

Tampoco están ausente de los campos de juego argentinos los ataques raciales, como el que sufre desde hace tiempo el club Atlanta, asociado con la colectividad judía.

Carteles que aplauden el atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina, que causó 89 muertos en 1994, y el lanzamiento de jabones, en alusión a la masacre de que fue objeto el pueblo judío por el nazismo, es el método utilizado por fanáticos de algunos equipos rivales de Atlanta.

Otro hecho que superó los límites de la convivencia civilizada fue el que protagonizaron en abril simpatizantes del club Huracán.

Pocos días después de que se suicidara Mirko Saric, joven integrante del plantel de San Lorenzo, personas allegadas a Huracán, su tradicional rival, colocaron un cartón con la imagen de ese jugador con una soga al cuello.

"La violencia, además de ser un reflejo de la sociedad, es específica del fútbol que tiene sus propias organizaciones, sus códigos, fuerzas de choque que son solventadas por dirigentes, y que luego no las pueden controlar", comentó Ariel Scher, periodista deportivo del diario Clarín.

La huelga de futbolistas permitió que el gobierno de Fernando de la Rúa, dirigentes de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y el sindicato de jugadores se reunieron para acordar medidas que garanticen la seguridad en los campos de juego.

La promesa del gobierno de aumentar la presencia policial en los estadios, la creación de una comisión de jugadores para comprobar las medidas de seguridad ante cada partido y la habilitación para que el capitán del equipo suspenda el juego en caso de ataque son algunas de las medidas adoptadas y que llevaron a que se levantara el paro.

Las autoridades también se comprometieron a enviar este mes al Congreso un proyecto de ley de seguridad en el fútbol que permita, entre otras cosas, ejercer un control más efectivo sobre los simpatizantes que protagonicen hechos de violencia, identificándolos e impidiéndoles el acceso a los estadios.

A pesar de los declarados compromisos de resolver el problema, el escepticismo reina en el ambiente de este deporte, ya que ésta no es la primera vez que se trata de implementar planes al respecto.

Una de las razones de esta frustración es la presunta connivencia de dirigentes de los clubes deportivos con las llamadas "barras bravas", grupos de personas marginales que actúan con códigos similares al de organizaciones criminales.

Las "barras bravas" suelen recibir dinero del club y entradas gratis para crear clima de euforia en el estadio, según denuncias que por lo general no son desmentidas. Estos grupos incluso concurren a los campeonatos mundiales para alentar a la selección argentina, con gastos solventados por dirigentes.

"Los mayores responsables de la violencia en el fútbol son los dirigentes que crearon estas 'barras', las alentaron, las protegieron y se niegan a reconocer que existen", denunció el juez Víctor Perrota, quien dispuso en 1998 la suspensión del campeonato local por la violencia en los estadios.

Perrota consideró entonces que no había garantías suficientes, no sólo para los jugadores, sino para el público, los técnicos y los árbitros, y ni siquiera para los vecinos de los estadios.

"Esta connivencia continúa y genera un deterioro muy grande en el fútbol, que se acentúa por la falta de voluntad del gobierno y de la AFA para hacer cumplir las leyes y los estatutos que permitirían controlar la presencia de personas violentas a los estadios", afirmó el juez. (FIN/IPS/mv/dm/cr/00

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