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La capital de México recordó la matanza de decenas de estudiantes hace 30 años, con los primeros actos oficiales para recordar un hecho que el gobierno y los militares insisten en mantener impune.

La tarde del 2 de octubre de 1968, soldados dispararon a mansalva contra estudiantes reunidos en la plaza de Tlatelolco o de las Tres Culturas para protestar contra el gobierno. Fuentes periodísticas de la época informaron que hubo entonces hasta 300 muertos, pero, según cifras oficiales, no superaron los 30.

El alcalde y líder del Partido Revolucionario Democrático (PRD, oposición de centroizquierda), Cuauhtémoc Cárdenas, declaró el viernes día de luto y ordenó izar las banderas en edificios municipales a media asta.

Mientras, la Asamblea Legislativa de la ciudad, de mayoría opositora, realizó una sesión solemne y develó una placa en latón y oro en homenaje "A los mártires del movimiento estudiantil de 1968".

Mientras, cientos de personas realizaron marchas y concentraciones en plazas y avenidas.

Para el gobierno, a cargo del mismo Partido Revolucionario Institucional (PRI) que dirigía el país en 1968, la fecha permaneció una vez más fuera de las efemérides oficiales. No hubo tampoco ofertas para abrir los archivos donde estarían las claves para determinar los culpables de la matanza.

Los archivos no se pueden abrir por cuestiones legales, dicen portavoces oficiales. La oposición sostiene que el gobierno defiende a los culpables y así mantiene en la impunidad un "crimen de Estado".

Cárdenas, primer alcalde de la capital elegido en comicios democráticos, exhortó a aclarar los hechos de hace tres décadas, a los que calificó de "parteaguas en la lucha política del país".

En las primeras horas del viernes, decenas de personas vestidas de negro acudieron a la plaza de Tlatelolco, en el centro de la capital, para depositar flores, prender velas y orar en honor a los muertos.

Las crónicas de la época indicaron que militares infiltrados en la concentración estudiantil abrieran fuego, lo que generó que otros soldados, que rodeaban la plaza, respondieran con ráfagas de metralleta.

Los soldados recogieron cadáveres y limpiaron la plaza hasta la madrugada del día 3 para borrar evidencias, mientras en las cárceles de la ciudad decenas de estudiantes eran interrogados y otros buscados en el marco de una purga dirigida contra "comunistas y revoltosos"

Diez días después de la matanza, que marcaría a toda una generación, millones de mexicanos seguían por los medios de comunicación o asistían directamente a la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos, celebrados en esta capital.

"Como si no hubiera ocurrido nada el 2 de octubre, buena parte de la sociedad se entregó a la fiesta jubilosa mientras una reducida porción vestía luto y padecía cárcel", recordó el columinista Miguel Granados.

"Solo al paso de los años miles de personas han descubierto aquellos acontecimientos, con lo que convivieron sin saberlo, porque se impuso el aislamiento generado por el autoritarismo oficial", añadió el columnista.

Los historiadores afirman que el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) estaba convencido de que el movimiento estudiantil de 1968, que reclamaba apertura democrática, era parte de una conspiración en su contra, por lo que debía sofocarlo a cualquier costo.

Muchos creen que Díaz Ordaz estuvo engañado por sus asesores, en especial por su secretario (ministro) de Gobierno (Interior), Luis Echeverría, que ahora niega haber tenido vínculo alguno con la matanza de Tlatelolco.

Echeverría, que, al igual que Díaz Ordaz y el actual presidente, Ernesto Zedillo, pertenece al PRI, fue presidente del país de 1970 a 1976, período en el que las fuerzas de seguridad del Estado terminaron con varios brotes guerrilleros.

Con Echeverría, México volvió a un supuesto estado de estabilidad en el que el PRI y el gobierno se fundían en un solo cuerpo y en el que la mayoría de los medios de comunicación seguían líneas oficiales.

Las demandas del movimiento estudiantil de 1968 sólo comenzaron a ser atendidas en los últimos años cuando las fuerzas políticas consiguieron democratizar los órganos electorales, realizar disputados comicios y permitir que la oposición tuviera un importante ascenso. (FIN/IPS/dc/mj/hd ip/98

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