Comunidades rurales salvadoreñas se abastecen de agua con ayuda del sol

Marixela Ramos y Fausto Gámez, dos jóvenes que aportan su tiempo y energía en la junta directiva del caserío El Rodeo, en el municipio de Victoria de departamento de Cabañas, en el norte de El Salvador, donde funciona desde 2018 un sistema de agua potable que utiliza energía solar. Detrás, en una plataforma de cinco metros, los 32 paneles solares que proporcionan la energía para el bombeo. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

VICTORIA, el Salvador – Montar un proyecto de agua comunitario, con un sistema de bombeo movido por la luz solar, era una idea poco creíble para las familias campesinas de una aldea salvadoreña que, con todo y sus dudas, la convirtió en realidad y ahora tiene agua potable en cada una de sus casas.

En El Rodeo, un caserío del municipio de Victoria, en el departamento de Cabañas, el agua potable era la necesidad más urgente a resolver, pues el Estado no provee del servicio a aldeas de campesinos como esta, en el norte de El Salvador. Según cifras oficiales, 34 % de la población rural no tiene agua por cañería en sus casas.

Así que le tocó a la propia comunidad organizarse para proveerse del líquido, aprovechando los manantiales locales. Pero cuando las personas de la junta directiva de El Rodeo, al frente del proyecto, informaron que para bajar costos el sistema de bombeo sería movido con energía solar, hubo cierta desilusión colectiva.

“Cuando se mencionó lo de la energía solar, la gente, que tenía ese gran sueño del agua, pom, se le desinfló el sueño, no creían”, contó a IPS Marixela Ramos, habitante de El Rodeo, quien vio nacer el proyecto desde que se gestó, como “sueño”, entre 2005 y 2008.

Pero esa fue la opción más viable entonces en la aldea, dedicada a la agricultura de subsistencia.

“Antes nos tocaba ir a los pozos y ríos a traer agua, ahora es más fácil, se agarra el agua de un solo (una sola vez) en la casa”: Ana Silvia Alemán.

“Vimos que, como somos pocas familias, no iba a ser sostenible financieramente si lo conectamos con energía de la red nacional” de electricidad, añadió Ramos, de 39 años, quien se desempeña como secretaria general de la directiva de El Rodeo.

Además de esas tareas, Ramos participa en otros espacios comunitarios, sobre todo vinculados al fomento de los derechos de las mujeres, así como en programas en Radio Victoria, una estación que por décadas ha dado voz a las demandas de las comunidades de la zona.

A pesar de la incredulidad de buena parte de los pobladores, los trabajos comenzaron en 2017 y el sistema de agua del caserío se inauguró en 2018, con el que se benefician alrededor de 80 familias, incluyendo las que viven en La Marañonera, otra aldea cercana.

El proyecto de El Rodeo es el más innovador, al inyectarle energía solar, pero otros caseríos de esa zona del departamento de Cabañas, se abastecen de agua a partir de sus propias iniciativas comunitarias, con las llamadas Juntas de Agua. La más grande del entorno es la de Santa Marta, el asentamiento donde viven unas 800 familias.

Otras comunidades rurales hacen lo mismo en todo el país, dada la ineficiencia del Estado en proveer del servicio a toda la población del país, de 6,7 millones de habitantes.

Se calcula que en El Salvador existen unas 2500 de esas Juntas del Agua, que proveen del servicio a 25 % de la población, es decir, a unas 1,6 millones de personas.

Ana Silvia Alemán, de 45 años, lava un cántaro y otros recipientes que luego llenará con el agua que sale del grifo de su casa varias horas al día, en El Rodeo, una aldea de campesinos dedicados a la agricultura de subsistencia, en el norte de El Salvador, en donde la comunidad logró con su esfuerzo instalar su propio sistema de agua potable. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Agua para todos

El sistema en El Rodeo se provee de un manantial cercano conocido como Agua Caliente, que se localiza en un terreno que, como era privado, hubo que negociar con el propietario la compra del recurso hídrico, por un monto de 5000 dólares, aportados por organizaciones internacionales.

Desde ahí el agua se redirige hacia el tanque de captación, con capacidad de 28 metros cúbicos. Luego, una bomba de cinco caballos de fuerza impulsa el agua hasta el tanque de distribución, enclavado en la cima de una colina, desde donde baja por gravedad por medio de tubería hasta los usuarios.

Las familia tienen derecho a consumir unos 10 metros cúbicos por mes, equivalentes a 10 000 litros, para lo cual pagan cinco dólares.

A modo de techo, a una altura de unos cinco metros, se montaron los 32 paneles solares que proporcionan la energía que mueve el sistema de bombeo.

“Antes nos tocaba ir a los pozos y los ríos a traer agua, ahora es más fácil, se agarra el agua de un solo (de una sola vez) en la casa”, afirmó a IPS Ana Silvia Alemán, de 45 años, mientras lavaba unos recipientes aprovechando que el agua había comenzado a salir del grifo, en su casa.

José Amílcar Hernández, de 26 años, es el encargado de la operatividad técnica del sistema de agua instalado en su comunidad, El Rodeo, en el norte de El Salvador. Él considera que se debe construir un tanque de distribución más grande para ampliar los horarios del servicio de agua. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

El servicio de agua se habilita dos días a la semana de 9:30 de la mañana a la 1:00 de la tarde, si las condiciones climáticas lo permiten. Para ampliar el horario se debería tener un tanque de distribución con más capacidad que el actual, de 54 metros cúbicos, explicó a IPS Amílcar Hernández, responsable del funcionamiento técnico del sistema.

“Esa es una de las mejoras por hacer, hemos calculado que necesitaríamos un tanque de unos 125 metros cúbicos”, enfatizó Hernández, de 26 años, quien también se dedica a sembrar maíz, a la actuación en un pequeño grupo de teatro comunitario y a producir programas en Radio Victoria.

En la construcción del sistema de agua de El Rodeo participaron diversas organizaciones salvadoreñas e internacionales, entre estas últimas, la Sociedad Ética de Washington, el español Ayuntamiento de Bilbao, Ingeniería sin Fronteras y el Club Rotario.

Los pobladores del caserío aportaron muchas horas de trabajo como contrapartida.

Además de proveer del agua, el proyectó incluyó otros aspectos vinculados, como la construcción de letrinas aboneras, para no contaminar los mantos acuíferos, pues con ellas se produce abono orgánico a partir de la descomposición de los excrementos.

También se diseñó, en cada casa, un mecanismo para filtrar las aguas grises, al redirigirlas a una pequeña cámara bajo tierra con varias capas de arena. Con el agua filtrada se riegan pequeños huertos o “biojardineras”.

Uno de los tanques de donde se distribuye el agua potable a las familias de Santa Marta, la mayor aldea de las que circundan el municipio de Victoria, en el departamento de Cabañas, en el norte de El Salvador. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Lugar de lucha y esperanza

La historia de El Rodeo está ligada a los días de la guerra civil salvadoreña, entre 1980 y 1992. Y proveerse de agua potable fue el mayor objetivo que se plantearon las familias a su regreso del exilio, debido a ese conflicto.

El Rodeo es uno de los varios caseríos de Cabañas y de otros departamentos salvadoreños cuyas familias tuvieron que salir huyendo en la década de los 80, porque era una zona de guerra, y el lugar fue blanco de ataques constantes del ejército. Varias masacres contra civiles ocurrieron en esta localidad.

Huyeron sobre todo hacia Mesa Grande, un campamento de más de 11 000 refugiados salvadoreños que las Naciones Unidas estableció en San Marcos Ocotepeque, en Honduras.

Se calcula que la guerra civil dejó alrededor de 70 000 muertos y más de 8000 desaparecidos. El conflicto finalizó en febrero de 1992, tras la firma de un acuerdo de paz.

Sin embargo, antes de que la guerra terminara, y en medio de las balas y los bombardeos, grupos de familias comenzaron a retornar hacia su lugar de origen, y de ese modo El Refugio comenzó a repoblarse, en cuatro oleadas: en 1987, 1988, 1999 y la última, en marzo de 1992.

“Nací aquí, en El Rodeo, pero tuvimos que irnos a Mesa Grande, como todos. Hace 32 años regresamos, a tratar de vivir en paz en nuestro caserío”, sostuvo Alemán, mientras llenaba los cántaros que acababa de lavar.

Una característica de aldeas como El Rodeo es su alto nivel organizativo, quizá aprendido durante los años de guerra, pues muchos campesinos formaron parte de la guerrilla y de su estricta forma de organizarse para realizar tareas comunes.

En las tierras del municipio de Victoria se gestó la lucha ambiental en contra de la industria de la minería que se instaló en el país en la primera década de los años 2000. Gracias a esta presión, El Salvador fue el primer país del mundo en aprobar una ley que prohibió la minería metálica, en marzo de 2017.

“Este nivel de organización ha hecho que se tengan ahora proyectos como el de agua, programas educativos, de salud y se seguridad”, explicó a IPS el presidente de la junta directiva de la comunidad, Fausto Gámez, de 33 años.

Además de su rol en el sistema de agua, Gámez también realiza periodismo comunitario en Radio Victoria, y coordina el colectivo de la diversidad sexual en Santa Marta, el asentamiento más grande en esa zona.

Radio Victoria es la estación comunitaria que por décadas ha dado voz a las luchas y demandas de las comunidades y familias de Cabañas, un departamento del norte de El Salvador. Una de las más sentidas es la del acceso al agua potable. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Los retos por subsanar

Pese a haber llevado el agua a El Rodeo, aún hay mejoras por realizar en el sistema.

Como funciona con energía fotovoltaica, el sistema se detiene cuando el clima no permite que la luz solar caliente los paneles, sobre todo en la época lluviosa, de mayo a noviembre.

“Tener un proyecto de agua con energía solar tiene sus ventajas, pero también sus desventajas: a veces el clima no permite que tengamos agua, dependemos del sol”, explicó Gámez, y añadió que esa es una queja recurrente.


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Técnicamente, lo ideal sería que el sistema fuera híbrido, es decir, que se pudiera conectar a la red eléctrica nacional cuando fuera necesario.

Pero eso representaría una costosa inversión para la comunidad, que de momento no puede afrontar. Además, de algún modo ese costo tendría que ser absorbido por las familias, pagando una mayor cuota mensualmente.

Sin embargo, si bien la interrupción del servicio, por el mal clima, es una molestia, algunas familias logran soportar esos días de desabastecimiento al ahorrar el líquido que han almacenado previamente.

“Tratamos de consumir solo lo necesario, y como somos solo dos personas en la familia, nos alcanza el agua”, dijo Alemán.

ED: EG

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