LA HABANA – La agroindustria azucarera en Cuba sigue sin visos de recuperación, con la persistente escasez de azúcar como uno de los síntomas evidentes y a la espera de concretar planes para modernizar los ingenios, aumentar producciones y elevar los aportes de energía renovable.
“Los privados tienen azúcar importada, pero muy cara. La de la bodega (establecimiento estatal) es poca y viene con atrasos. Trato de guardarla para el café, la leche y algún que otro jugo. Se ha vuelto muy difícil hacer dulces en casa”, comentó a IPS la jubilada Nidia Ferrera, una residente en La Habana que trabajó en el sector bancario.
La producción azucarera fue el pilar de la economía de este país caribeño durante el siglo XIX y casi la totalidad del XX.
El descenso productivo impide cubrir la demanda interna de sacarosa, mientras se ha complicado la importación ante la escasez de divisas, debido a la agudizada crisis económica.
Para distribuir a la población, satisfacer la demanda del turismo y la producción de medicamentos y manufacturas, la isla ha debido importar azúcar de Brasil, Colombia y Francia.
El azúcar es uno de los productos de la cartilla de racionamiento, a razón de cuatro libras (1,8 kilogramos) mensuales por persona. Desde 2023 se registran atrasos en la distribución y no se vende de manera liberada en mercados estatales o tiendas en divisas.
Negocios privados ofertan el kilogramo de azúcar refino importado entre 700 y 800 pesos, poco más de dos dólares según la cotización informal de la divisa estadounidense.
“Quien diría que llegaríamos a esta situación; un país gran productor de azúcar y ahora no puede autoabastecerse”: Ramón Escobar.
Algunas personas recurren al trueque o al mercado negro donde un kilogramo de azúcar crudo oscila los 1,5 dólares.
Una pensión mínima en la isla equivale a unos cuatro dólares y el salario medio a poco más de 12 dólares, tomado como referencia el cambio en el mercado informal de divisas.
“Quien diría que llegaríamos a esta situación; un país gran productor de azúcar y ahora no puede autoabastecerse”, señaló a IPS Ramón Escobar, ingeniero agrónomo, jubilado y extrabajador del desmantelado ingenio Camilo Cienfuegos, en la localidad de Hershey, de la occidental provincia de Mayabeque.
A juicio de Escobar, desmantelar una mayoría de los centrales “fue el tiro de gracia a una industria que es parte de nuestra cultura e identidad. Se perdieron profesionales, fuerza de trabajo, saberes y recuperarse será muy difícil”.
Factores adversos
Con la desaparición de la Unión Soviética, a inicios de la década de los 90, Cuba perdió su principal mercado para el azúcar y el suministrador del combustible para un sector que incorporó un elevado porcentaje de mecanización.
A partir de 2002 inició la llamada Tarea Álvaro Reynoso -un notable científico cubano del siglo XIX, estudioso de la caña de azúcar- dirigida a un redimensionamiento y reestructuración del sector azucarero, debido a los bajos precios del edulcorante en el mercado internacional.
La estrategia buscaba asimismo reducir costos y producir no más de cuatro millones de toneladas de azúcar anuales.
Entre 2002 y 2004 el país redujo sus centrales de 156 a 61, -en la actualidad quedan 56- eliminó más de 100 000 puestos de trabajo y disminuyó la superficie de cultivo de caña de azúcar (Saccharum officinarum).
El sector azucarero dispone de 1 400 000 hectáreas de tierras, de las cuales 60 % se dedican al consumo de la caña, precisó en diciembre Julio García, director del Grupo Empresarial Azucarero (Azcuba), entidad estatal que sustituyó en 2011 al otrora Ministerio del Azúcar.
Pero “hay un por ciento de esas tierras que están vacías por las dificultades con la preparación de los suelos”, acotó el directivo durante una comparecencia televisiva.
A inicios de 2023 se registraban unas 350 000 hectáreas de tierras ociosas sin cultivar dentro de agricultura cañera, alertaban entonces expertos.
La Tarea Álvaro Reynoso generó efectos sociales desfavorables como la paralización de la vida económica de bateyes y comunidades aledañas, lo cual exacerbó la emigración a ciudades de no pocas personas, en busca de empleo. También se perdió parte del capital humano formado durante décadas en instituciones científicas y técnicas del país, además de prácticas identitarias.
Tales factores, entre otros, afectaron el estímulo e interés por la producción cañera, pilar de una agroindustria con efecto transversal y sistémico en la economía cubana.
Estadísticas indican que más de 180 000 personas -unas 700 000 contando las familias- se vinculan directa o indirectamente con el sector azucarero en este país de 11 millones de habitantes.
Producción azucarera en declive
Las más recientes zafras no sobrepasan el medio millón de toneladas de azúcar.
La de 2021-2022 aportó 473 000 toneladas métricas y la 2022-2023 quedó en alrededor de 350 000 toneladas, la cota más baja en más de un siglo, y apenas 4,3 % de los 8,1 millones de toneladas obtenidas en 1989.
Tales producciones no alcanzan siquiera a completar el consumo interno, estimado en unas 600 000 toneladas.
Para la molienda 2023-2024 (de diciembre a mayo, aproximadamente) se contemplaron 25 ingenios activos en distintas etapas, aunque no se divulgó de manera pública el plan de producción.
“Esperamos una zafra superior a la precedente, con capacidad para asegurar la demanda de la economía y destinar una parte a la exportación. Será una zafra corta pero eficiente”, aseguró García a fines del año pasado.
Sin embargo, al cierre del primer trimestre muestran incumplimientos actividades económicas clave como las principales producciones agropecuarias, de azúcar y otros derivados, reconoció el 28 de abril el titular de Economía y Planificación, Joaquín Alonso, durante la más reciente reunión del Consejo de Ministros.
Informes gubernamentales señalan al embargo estadounidense como un obstáculo para el acceso a créditos, combustibles, fertilizantes, herbicidas y piezas de repuesto de trasporte y maquinarias.
Plagas, ciclones tropicales, lluvias intensas o sequías afectaron las plantaciones cañeras en la última década.
Asimismo, terrenos degradados, siembras deficientes, escasas áreas bajo riego, junto con la obsolescencia tecnológica de los ingenios –algunos con más de un siglo en explotación- y la maquinaria conspiran contra los rendimientos agrícolas e industriales.
Al reunirse en diciembre la Asamblea Nacional del Poder Popular, el unicameral parlamento cubano, se informó que durante 2022 se sembraron en el país 63 400 hectáreas de caña, 42 % del plan; y que al término de 2023 se plantaron solo 40 689 (32 %), debido principalmente a la falta de combustible.
La ansiada transformación del sector azucarero tampoco parece posible de mantener el actual volumen de inversiones.
En 2023 esa esfera recibió capitales por 369,1 millones de pesos (tres millones de dólares), apenas 0,4 % del total; cifra inferior a los 410,1 millones de pesos (3,4 millones de dólares) del año precedente, según la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei).
Potencial energético
En diciembre de 2021, a partir de indicaciones del expresidente Raúl Castro (2008-2018), el Comité Central Partido Comunista (único legal) aprobó un paquete de 93 medidas dirigidas a “salvar” la industria azucarera cubana, sus derivados y la generación de energía.
La estrategia en marcha contempla un nuevo modelo económico para obtener divisas y financiar la mayoría de los gastos de la zafra, pagar deudas con productores, compensar resultados de actividades irrentables, así como dedicar financiamiento a proyectos de ciencia e innovación.
El modelo de negocio “se basa en la diversificación de la producción, el encadenamiento productivo y la participación de las cadenas de valor de los productos hasta el cliente final”, explicó el 24 de abril Carlos González, director de derivados de Azcuba, durante una conferencia de prensa en La Habana a la cual asistió IPS.
El directivo subrayó que Cuba aspira a sacar provecho de la modernización de la industria azucarera para, además de sacarosa, aumentar los volúmenes de alcoholes, aguardientes, rones y licores; tableros de bagazo, glucosa, sorbitol, biofertilizantes, levadura torula y mieles proteicas de alimento animal, así como bioproductos e insumos especiales para investigaciones biológicas y tecnologías de avanzada.
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Cuba tiene en la biomasa cañera, incluido el bagazo, una fuente fundamental para producir energía térmica y electricidad, así como respaldar los planes para que del 5 % actual alrededor de 30 % de la matriz energética en 2030 descanse en fuentes renovables.
A una pregunta de IPS sobre el peso de la industria azucarera en ese proceso, González convino en que en la actualidad “no es mucho”, debido a las bajas producciones de caña, azúcar y derivados.
No obstante, acotó, “estamos con varios proyectos para buscar financiamiento en varias fábricas, para ampliar la cantidad de biodigestores”.
El Atlas de Bioenergía de Cuba en 2022 apunta que la destilación de alcohol en la industria azucarera –mediante el procesamiento de la vinaza- es la actividad productiva con mayor potencial de producción de biogás del país.
A ello se suma la cachaza, residuo resultante del filtrado del jugo durante la clarificación del jugo de caña, también con alto contenido de sustancias orgánicas biodegradables.
El texto refiere que el potencial de producción de biogás industrial asciende a más de 71 millones de metros cúbicos al año.
Ese volumen representa 69 676 toneladas equivalentes de petróleo anuales o 27 720 megavatios hora (MWh) al año, cifras determinadas por el potencial de la industria azucarera, compara.
ED: EG