LA HABANA – Los jóvenes cubanos Ana Laura y Yaniel reconocen que el consumo de alcohol y drogas y recaídas durante la rehabilitación, arrastraban sus vidas en caída libre, hasta que pusieron el freno y retomaron el control con ayuda especializada.
“Iba a las fiestas y tomaba sin parar. Empecé el tratamiento y poco después me creí curada, pero no fue así. Me sentí derrotada y dije, debes parar. Llegué al grupo de adicciones hace un año. Conocí que tenía una enfermedad llamada alcoholismo. No he vuelto a beber”, confesó Ana Laura, de 22 años, al dialogar con IPS.
Yaniel, por su parte, retornó a la terapia hace menos de dos meses. Sus padres lo llevaron a consulta por primera vez a los 18 años, cuando descubrieron “que tenía un problema con las drogas, aunque no me sentía enfermo”.
Conoció los narcóticos a los 15 años, “primero la marihuana, luego el alcohol que mezclé con pastillas y más tarde sustancias químicas. Seguí buscándolas y supe que no podría controlarme. Regresé aquí por voluntad propia. Estoy aprendiendo a enfocarme en mi familia, en lo espiritual y empecé incluso una relación seria con una muchacha”, declaró a IPS el joven de 20 años.
Los dos jóvenes, que como los demás pacientes pidieron ser identificados con nombres ficticios, y otra docena de personas más reciben psicoterapia y rehabilitación por adicciones relacionadas con el consumo de bebidas y drogas en el Centro Comunitario de Salud Mental, una institución de referencia en Cuba, situado en el municipio de Playa, uno de los 15 que conforman La Habana.
“Las adicciones representan una tragedia en la vida de los pacientes, y también de sus familias y la sociedad”: Carmen Oliva.
“Contamos con un grupo multidisciplinario de psiquiatras, psicólogos, toxicólogos, trabajadores sociales y personal de enfermería. Equipos similares existen en centros o departamentos de salud mental de los 168 municipios del país”, explicó a IPS la directora del Centro, Mayda Supervielle.
Especificó que “las adicciones más frecuentes en nuestro centro son las relacionadas con el consumo de alcohol y tabaco, seguidas por las drogas ilícitas, y en menor medida los juegos”, para lo cual implementan varias terapias.
“El centro, enfocado en la rehabilitación de personas que padecen enfermedades mentales, prioriza la promoción de salud, la prevención de los problemas adictivos, el tratamiento y reinserción social de las personas, además del seguimiento similar a un hipertenso o diabético”, puntualizó Supervielle.
Sin tolerancia a las drogas
Signatario de instrumentos jurídicos multilaterales aprobados por Naciones Unidas, el gobierno cubano reafirma que mantiene una política de “tolerancia cero” ante el tráfico y consumo de drogas, mientras el Código Penal establece sanciones relacionadas con la producción, elaboración, tenencia, transporte, comercialización y tráfico internacional.
Estadísticas del Ministerio del Interior precisan que en 2021 incautaron unas 4,2 toneladas de drogas, de las cuales 80 % correspondió a marihuana, aunque también se contabilizó cocaína, hachís, crack y cannabinoides sintético.
Más de la mitad del volumen ocupado resultó de los paquetes que llegan a las costas de este país insular caribeño de 11,1 millones de habitantes.
Rutas de narcotráfico que transportan narcóticos de Sudamérica a América del Norte cruzan por zonas próximas a las aguas jurisdiccionales cubanas y en ocasiones, embarcaciones se deshacen de la carga para evitar ser capturadas por las patrullas guardafronteras.
De no ser incautados, tales alijos se consideran los de mayor peligro potencial en la articulación del tráfico interno.
A ellos se suman los cultivos clandestinos de marihuana como principales fuentes de abastecimiento del mercado, según autoridades.
Jóvenes más vulnerables
Especialistas del Centro Comunitario de Salud Mental consultadas por IPS apuntaron que en el caso de la población adolescente y joven que llega al lugar por adicciones, sobresalen las relacionadas con las drogas.
“Estos pacientes jóvenes suelen consumir cannabinoides sintéticos, que en la calle le llaman “químicos”, una sustancia compleja que contiene marihuana y otros compuestos, sumamente adictiva”, comentó la toxicóloga Jenny García.
La especialista agregó a IPS que las demás personas del grupo “son alcohólicos y en estos momentos hay un único paciente adicto a la marihuana natural, la criolla”.
García se refirió a la heterogeneidad del grupo, provenientes tanto de familias de bajos recursos como de núcleos con un alto poder adquisitivo.
No obstante, llamó la atención sobre las deudas y el robo en el que incurren algunos adictos para mantener el consumo, algo que valoró como un “grave problema”.
En julio, el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal, presentó ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el unicameral parlamento cubano, resultados de la Encuesta Nacional de Salud efectuada de 2018 a 2020 por el Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología.
En el estudio participaron unas 16 000 personas mayores de seis años y arrojó que 73 % consumió bebidas alcohólicas en los 30 días previos, contra 67 % durante una investigación similar en 2010.
La pesquisa subrayó que 68 % comenzó a ingerir alcohol entre los 10 y 19 años.
Aunque la investigación apreció una disminución del tabaquismo en Cuba, de 21,6 % contra un 24 % en 2010, alertó que en el grupo de 10 a 15 años aumentó la prevalencia del hábito de fumar a 12,7%, comparado con el 10,5% anterior, y que 78 % del total de las personas comenzó el consumo de tabaco antes de los 20 años.
Expertos en salud reconocen que el alcohol y los cigarrillos funcionan como puerta de entrada a las llamadas drogas duras.
Gestionar emociones y elevar percepción de riesgos
Para tratar las adicciones, la psiquiatra infantil y juvenil Mabelín Serret resalta la importancia de los grupos terapéuticos en los cuales “se habla en primera persona, se comparten ideas y los otros aprenden por espejo, se identifican desde sus propias experiencias”.
Aunque “también es importante enseñar a los pacientes a relacionarse con ellos mismos, responsabilizarse con sus vidas, así como gestionar las emociones, frustraciones y expectativas de vida”, redondeó Serret a IPS.
Luego de tres meses en rehabilitación, Hansel afirma que “volví a tener esa sensación de niño cuando me divertía sin apenas nada. La clínica te cambia la vida, no solo para dejar de consumir, sino también para ser mejor persona”.
El joven de 24 años contó a IPS que intentó emigrar en varias ocasiones, “y al caerse el viaje por tercera vez me ofusqué y gasté todo el dinero, primero la marihuana y luego el crack. Pasaba días sin bañarme, no me importaba nada, me endeudé para seguir consumiendo, hasta que mi mamá y hermana me trajeron aquí”.
Con 67 años, y más de dos décadas sin beber, Jorge Luis aseguró a IPS que es fundamental “no tener lunas de miel con las sustancias, que son los momentos agradables”, y que todavía asiste a las terapias porque “la recuperación del alcoholismo es para toda la vida”.
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La psiquiatra Carmen Oliva explicó que “las adicciones representan una tragedia en la vida de los pacientes, y también de sus familias y la sociedad”.
La especialista defendió a IPS “el enfoque preventivo en los tratamientos de adicciones, en correspondencia con los principios de la medicina comunitaria en Cuba”.
Oliva opinó que “uno de los principales problemas es la baja percepción de riesgo, sobre todo en las poblaciones jóvenes, que los lleva a sumirse en conductas adictivas, pensando que no habrá mayores consecuencias y que podrán dejarlas cuando deseen”.
En junio, el Informe Mundial sobre las Drogas 2022 de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd), analizó que la legalización en algunas naciones de las drogas, en particular la marihuana con fines terapéuticos y medicinales, parece acelerar el consumo diario y las consecuencias relacionadas para la salud.
Según el Informe, unas 284 millones de personas de 15 a 64 años consumieron drogas en todo el mundo en 2020, un aumento de 26 % con respecto a la década anterior.
En África y en América Latina y el Caribe, las personas menores de 35 años son la mayoría de quienes reciben tratamiento por trastornos relacionados con el consumo de estupefacientes, subrayó el texto.
Para Oliva, las actividades con fines preventivos buscan “motivar el diálogo, romper estigmas sobre el paciente adicto, subvalorado y visto con frecuencia como alguien débil y sin voluntad, y educar en estilos de vida saludables”.
Sostuvo que durante las charlas e intercambios en centros de estudio de la enseñanza preuniversitaria, lugares donde se venden bebidas alcohólicas y en las comunidades “dejamos claro que este trastorno no distingue entre sexos, color de la piel o estrato social. Cualquier ser humano puede ser víctima de una conducta adictiva”.
ED: EG