Agricultores cubanos neutralizan degradación de tierras con manejos sostenibles

El productor José Antonio Sosa, conocido como Ché, subraya la importancia de tener en cuenta la dirección del terreno para sembrar, y el uso de barreras vivas o muertas para evitar que las lluvias arrastren la capa vegetal hacia las zonas bajas, y así combatir la degradación de los suelos en Cuba. Foto: Jorge Luis Baños /IPS

LA HABANA – La infección de arbustos espinosos y un suelo estéril desaconsejaban apostar por el terreno, pero el agricultor cubano José Antonio Sosa desoyó reparos y dio vida a la próspera finca La Villa, en la periferia de La Habana.

“Era un terreno con muy malas condiciones, cubierto de aroma (Vachellia farnesiana), y marabú (Dichrostachys cinérea), con poca capa vegetal y muchas piedras. La gente me preguntaba cómo le iba a “entrar” a esto. Con hacha y machete fui desbrozando la maleza, limpiando por cuartones”, contó Sosa a IPS.

Ahora alternan parcelas de distintas variedades de frutales, hortalizas y tubérculos en unas 14 hectáreas que este campesino recibió del Estado en usufructo en 2010, como parte de una política gubernamental para disminuir las tierras improductivas e incentivar la producción de alimentos.

Esos cultivos garantizan el autoconsumo familiar, además de contribuir con programas sociales y ventas a la comunidad, tras la entrega de parte de lo producido a la Cooperativa de Créditos y Servicios Juan Oramas, a la cual pertenece la finca ubicada en el municipio de Guanabacoa, uno de los 15 por los que se disemina la capital cubana.

Respaldado por un ayudante y la familia, Sosa aporta leche de vaca y cabra, cría cerdos criollos y aves de corral, y ya sueña con que en un futuro no lejano pueda cultivar peces de agua dulce en una pequeña laguna.

La Villa se encuentra en proceso de recibir la certificación de “finca manejada en forma sostenible”. Tanto la finca como Sosa representan uno de los ejemplos de un creciente esfuerzo de pequeños agricultores cubanos para rescatar tierras degradadas e incorporar un manejo amigable para suelos y cultivos.

El rescate de tierras improductivas y/o degradadas conecta también con la necesidad de incrementar la seguridad alimentaria interna, en un país muy dependiente de las importaciones de alimentos cuyos crecientes precios mantienen un mercado interno con necesidades insatisfechas y ciclos de desabastecimiento como el actual.

“La pauta prevé para 2030 implementar nuevos instrumentos económicos financieros o perfeccionamiento de los existentes, a fin de alcanzar la neutralidad en la degradación de las tierras”: Jessica Fernández.

Al cierre de 2021, Cuba contabilizaba 226 597 fincas en su territorio, 1202 de ellas con la condición de agroecológicas y 64 % del total –unas 146 000-, incorporadas al movimiento agroecológico en las categorías de inicio o en transformación, según estadísticas oficiales.

Para Sosa, a quien todos conocen desde pequeño como “Che”, el uso de abonos naturales y excretas de los animales marcó una diferencia en la recuperación y transformación de los suelos.

“También es importante atender la forma de cultivar o recoger las cosechas, para evitar la compactación”, apuntó el agricultor.

Estudios reconocen que los cambios de uso de la tierra, las prácticas agrícolas inadecuadas (que incluye el uso intensivo de maquinaria agrícola y del riego), el incremento de asentamientos humanos e infraestructuras y los efectos del cambio climático, son factores aceleradores de la desertificación y la degradación de suelos en este país insular caribeño de 11,2 millones de habitantes.

Sosa enfatizó en la importancia de atender la dirección del terreno para sembrar, y el uso de barreras vivas o muertas “para cuando llueve, evitar que el agua arrastre la capa vegetal hacia zonas bajas”.

Pepinos cultivados de forma agroecológica en la finca La Villa, ubicada en el municipio de Guanabacoa, uno de los 15 que conforman La Habana, en Cuba. Foto: Jorge Luis Baños / IPS

Sequía y cambio climático

Con una superficie de 109 884 kilómetros cuadrados, 77 % de los suelos de este archipiélago clasifican de poco productivos.

En ellos influyen uno o más factores adversos como la erosión, salinidad, acidez, mal drenaje, baja fertilidad y contenido de materia orgánica, o escasa retención de humedad.

Las estadísticas más recientes revelan que 35 % de la superficie nacional presenta algún grado de degradación.

Pero a sus 71 años, Sosa, quien toda su vida ha trabajado en el campo, da fe de que el cambio climático es un factor inclemente con los suelos.

“Los ciclos de lluvia han cambiado. Cuando yo era muchacho, a inicios de los años 60, mi papá sembraba malanga (Colocasia esculenta, un tubérculo muy consumido localmente) en marzo, sobre el día 10 más o menos, y ya el día 15 estaba lloviendo en abundancia. Ya no es así. Este abril fue muy seco, sobre todo a finales de mes y principios de mayo”, recordó.

Se refirió asimismo a la disminución de los rendimientos y calidad de los cultivos, “pues los suelos se vuelven más calientes y escasea el agua”.

Diversas investigaciones sobre el tema corroboran cambios importantes en el clima de Cuba en los últimos años, relacionados con el incremento de la temperatura media anual, la disminución de la nubosidad y sequías más fuertes, entre otros fenómenos.

Según los pronósticos, el clima del país tenderá a menos precipitaciones y más dilatados períodos sin lluvias, y para 2100 la disponibilidad del potencial de agua podría reducirse en más de 35 %.

Pero también se prevén huracanes más intensos, los fenómenos atmosféricos que pueden descargar en 48 horas la mitad de la precipitación media anual, con un consiguiente estrés y fuerte erosión de los suelos.

Aunque los terrenos menos productivos se localizan en el este, y el llamado semidesierto cubano se circunscribe a partes de la costa sur de Guantánamo, la más al este de las 15 provincias, vaticinios apuntan a que las zonas semiáridas pudieran incrementarse y trasladarse hacia el oeste de la isla.

Gloria Gómez (D), directora de Recursos naturales, ecosistemas priorizados y cambio climático, y Jessica Fernández, jefa del Departamento de cambio climático de la Dirección General de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba, confirman la intención gubernamental de potenciar el uso de créditos, seguros e impuestos como incentivos para el mejoramiento de los suelos por los agricultores. Foto: Luis Brizuela / IPS

Metas

Además de Estado parte de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, Cuba impulsa desde 2008 el Programa de Asociación de País también conocido como Programa de Acción Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. Manejo sostenible de tierras (CPP OP-15).

Asimismo, el gobierno cubano se ha comprometido con la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), acordados dentro de las Naciones Unidas en 2015.

En el ODS 15, el referido a la Vida de los Ecosistemas Terrestres, en su meta 15.3 se insta a “luchar contra la desertificación, rehabilitar las tierras y los suelos degradados, incluidas las tierras afectadas por la desertificación, la sequía y las inundaciones y procurar lograr un mundo con una degradación neutra de la tierra”.


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Según Sosa, el aumento de factores degradantes de los suelos exige más esfuerzos para reestructurar sus características físicas y químicas.

Además, opinó, se deben buscar mecanismos para priorizar el riego teniendo en cuenta que muchas fuentes se secan o disminuyen el surtido debido a la variabilidad climática.

“En mi caso, riego en la parte baja con un pequeño sistema conectado a la laguna. Pero en las zonas más altas de la finca dependo de las lluvias”, indicó.

La construcción de depósitos o aljibes para el acopio de agua de lluvia, más allá de los tradicionales embalses, suponen alternativas idóneas para este país caribeño, con ríos cortos y de escaso caudal, y altamente dependiente de las precipitaciones, más abundantes en el denominado periodo lluvioso que transcurre de mayo a octubre.

Pero las experiencias de campesinos como Sosa requieren mayores incentivos; falta más capacitación sobre la importancia de las técnicas de manejo sostenible, y que su generalización encuentre réditos económicos, además de respaldos financieros y tributarios.

El uso de abonos naturales y excrementos de los animales es una de las claves de la recuperación y transformación de los suelos otrora degradados y cubiertos de arbustos espinosos de la hoy finca La Villa, en el municipio de Guanabacoa, La Habana, Cuba. 17 de mayo de 2022.Foto: Jorge Luis Baños/IPS

En 2019, Cuba aprobó el Programa Nacional de Establecimiento de Metas para la Neutralidad en la Degradación de las Tierras.

“La pauta prevé para 2030 implementar nuevos instrumentos económicos financieros o perfeccionamiento de los existentes, a fin de alcanzar la neutralidad en la degradación de las tierras”, manifestó, en diálogo con IPS, Jessica Fernández, jefa del departamento de Cambio Climático del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

En este sentido, se prevé potenciar el uso de los créditos, seguros e impuestos como incentivos económicos a los productores, basado en el mejoramiento y conservación de suelos y contabilizar los gastos corrientes destinados a las soluciones ambientales para determinar el gasto total para la conservación de los suelos, amplió la funcionaria.

“Estamos en conciliaciones y estudios con el Banco Central de Cuba para introducir paulatinamente la banca verde”, explicó por su parte a IPS Gloria Gómez, directora de Recursos naturales, ecosistemas priorizados y cambio climático de ese Ministerio.

“Dicho servicio buscará potenciar y financiar proyectos que dan solución a problemáticas ambientales mediante créditos con tasas de interés más bajas, periodos de amortización más extendidos, incentivos a productos verdes y servicios, o el etiquetado ecológico”, argumentó.

Desde 2000, el Ministerio de la Agricultura desarrolla el Programa nacional de mejoramiento y conservación de suelos y en enero entró en vigor la Política para su conservación, mejoramiento y manejo sostenible y el uso de los fertilizantes.

A su vez, el plan del Estado cubano de combate contra el cambio climático, más conocido como Tarea Vida, vigente desde 2017, también incluye acciones de mitigación de vulnerabilidades de los suelos.

En el último lustro se aplicaron los principios del Manejo Sostenible de Tierras (MST) en más de 2525 hectáreas, mientras un millón de las más de seis millones de hectáreas agrícolas del país recibieron algún tipo de beneficio, muestran estadísticas.

Otras prioridades nacionales están relacionadas con incrementar la superficie boscosa hasta 33 %, extender en 150 000 hectáreas las áreas bajo MST y mejorar 65 % de los suelos del área agrícola para final de la actual década.

ED: EG

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