Cuba recupera sus suelos con apoyo del Fondo Verde para el Clima

Un maizal dañado por la sequía en la cooperativa agrícola Abel Santamaría, en las inmediaciones de la ciudad de Gibara, en la provincia de Holguín, en Cuba. En los últimos años, la isla ha experimentado cada vez más prolongados periodos de ausencia de lluvias como parte de variaciones en el clima que han obligado a las autoridades a diseñar planes para mitigar este y otros impactos climáticos. Foto: Jorge Luis Baños / IPS

LA HABANA – Cuba recibe apoyo internacional para un mejor manejo de los suelos, recurso estratégico en un país urgido de aumentar significativamente la producción de alimentos y donde 70 por ciento de las tierras con potencial agropecuario presenta algún tipo de degradación.

Entre esos respaldos destaca el proyecto Incremento de la resiliencia climática de los hogares y comunidades rurales a través de la rehabilitación de paisajes productivos en localidades seleccionadas de la República de Cuba (Ires), cuya implementación arrancó en marzo.

Se trata del primero en la isla apoyado por el Fondo Verde para el Clima (FVC), y el cuarto diseñado y ejecutado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en América Latina y el Caribe, entre los que ha aprobado ese mecanismo financiero internacional.

El proyecto cuenta con un respaldo de 119 millones de dólares de los cuales 38,2 millones correrán a cargo del FVC, mientras el cubano Ministerio de la Agricultura aportará el resto del presupuesto durante sus siete años de ejecución.

“El FVC tiene el mandato de promover el desarrollo bajo en emisiones y resiliente al clima, teniendo en cuenta las necesidades de las naciones particularmente vulnerables a los impactos del cambio climático, en países del Sur en desarrollo”: Marcelo Resende.

La iniciativa buscará elevar la adaptabilidad agrícola en siete de los 168 municipios de la isla, algunos de ellos entre los más vulnerables en un país catalogado de alto riesgo, según el Índice de Vulnerabilidad al Cambio Climático elaborado por la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina.

Prevé sustituir unas 35 000 hectáreas de tierras cubiertas del arbusto marabú (Dichrostachys cinerea) y pastizales degradados por tierras recuperadas, “con el objetivo de incrementar la producción de leche, carnes, viandas, frutas, granos, hortalizas y bosques”, explicó a IPS el coordinador nacional del proyecto, Wilfredo Arregui.

Arregui subrayó que “Ires contribuirá en la producción de alimentos mediante cultivos agrícolas intercalados, a partir de seis módulos agroforestales y agrosilvopastoriles”.

Los módulos incluyen la introducción de tecnología, maquinaria, equipamiento e insumos dirigidos a mejorar las propiedades hidrofísicas, así como la capacidad de infiltración y retención de humedad en los suelos.

Asimismo, pauta la introducción de árboles y pastos más resistentes a la sequía, la rotación del pastoreo y la promoción de prácticas agroecológicas.

El proyecto propone mitigar la emisión de 2,7 millones de toneladas de gases de efecto invernadero al año, estimulando técnicas de producción que modifiquen los modelos intensivos tradicionales.

Parte del ganado que se alimenta con plantas forrajeras en la fina Jibacoa, en la periferia de La Habana. El proyecto para incrementar la resilencia climática en siete municipios de Cuba contempla la introducción de árboles y pastos más resistentes a la sequía, la rotación del pastoreo y la promoción de prácticas agroecológicas, con el objetivo de incrementar la producción de alimentos, además de aumentar la superficie boscosa. Foto: Jorge Luis Baños / IPS

Aspira a capacitar a más de 15 500 personas del sector agrícola sobre planificación y gestión de paisajes, mejoras de las cadenas de valor, acceso al mercado y emprendimiento rural, además de incentivar puestos de trabajos permanentes que favorecerán, fundamentalmente, a mujeres y jóvenes.

El proyecto trabajará directamente con unos 52 000 agricultores familiares, de ellos casi 24 000 mujeres, e irradiará beneficios para 240 000 personas, traza entre sus objetivos.

“Ires está plenamente alineado con las acciones estratégicas definidas por el gobierno cubano para enfrentar los efectos adversos del cambio climático en el sector agrícola”, significó Arregui.

Cuba firmó y ratificó los tres convenios adoptados en la Cumbre de la Tierra de 1992 en Río de Janeiro: la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el Convenio sobre la Diversidad Biológica y la Convención de Lucha contra la Desertificación.

También ratificó el Acuerdo de París de 2015 que fija como meta el compromiso de contribuciones nacionales de los Estados signatarios para que la temperatura del planeta no se eleve más de dos grados centígrados adicionales a fines de siglo.

En 2017, este país insular caribeño aprobó un plan de Estado para el enfrentamiento al cambio climático, conocido como Tarea Vida, el cual incluye medidas de mitigación y adaptación en las cuales impactan las limitaciones de recursos financieros.

La isla experimenta en los últimos años la elevación de las temperaturas, tormentas y huracanes tropicales y sequías más intensas, y la acentuación de fenómenos como inundaciones costeras, la intrusión salina y la erosión, entre otros.

Un trabajador siembra con sus manos un cantero de cultivo organopónico en un municipio de los que conforman La Habana. Cuba dispone de 6,4 millones de hectáreas con potencial agrícola, pero solo 3,1 millones están cultivadas, aquejadas además por bajos rendimientos. Además, alrededor de 70 por ciento de los terrenos para la agricultura presentan algún factor que limita su productividad como la erosión, salinidad, acidez, mal drenaje, baja fertilidad y contenido de materia orgánica y escasa retención de humedad, entre los más significativos. Foto: Jorge Luis Baños / IPS

Especialistas sostienen que los problemas ambientales acumulados se convertirán en un factor determinante del desarrollo sostenible en Cuba.

“El FVC tiene el mandato de promover el desarrollo bajo en emisiones y resiliente al clima, teniendo en cuenta las necesidades de las naciones particularmente vulnerables a los impactos del cambio climático, en países del Sur en desarrollo”, argumentó en diálogo con IPS el representante de la FAO en Cuba, Marcelo Resende.

Recurso suelo, esencial y vulnerable

Con una superficie de 109 884 kilómetros cuadrados (10 988 400 hectáreas), el archipiélago cubano dispone de 6,4  millones de hectáreas con potencial agrícola, pero solo 3,1 millones están cultivadas, aquejadas además por bajos rendimientos, evidencian datos oficiales.

Indican asimismo que alrededor de 70 por ciento de los terrenos agrícolas presentan algún factor que limita su productividad como la erosión, salinidad, acidez, mal drenaje, baja fertilidad y contenido de materia orgánica y escasa retención de humedad, entre los principales.

Desde 2001, el Ministerio de la Agricultura desarrolla el Programa Nacional de Mejoramiento y Conservación de Suelos (PNMCS).

Como resultado de la Tarea Vida, en los últimos cuatro años se aplicaron los principios del manejo sostenible de tierras en 2 525 hectáreas, mientras un millón de hectáreas agrícolas recibieron algún tipo de beneficio.

A esto se suma la creación de 60 polígonos de suelos, agua y bosques, con 117 fincas agrícolas beneficiadas con el PNMCS, detalló el 14 de junio la ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Elba Rosa Pérez, durante el diálogo de alto nivel sobre desertificación, degradación de las tierras y sequía efectuado en Nueva York.

En el terreno ondulado y en declive de la Finca Marta, el cultivo de hortalizas en terrazas, diseñadas especialmente para impedir el escurrimiento superficial del agua durante las lluvias, ha sido determinante en el éxito productivo de esta explotación agroecológica situada a unos 20 kilómetros de La Habana, en Cuba. Foto: Jorge Luis Baños/IPS

“Si bien los suelos pueden tener uno o más factores limitantes e insuficiencias, están listos para ofrecernos todo el alimento que necesitamos”, refirió a IPS el científico y agricultor cubano Fernando Funes, impulsor de la Finca Marta, sobresaliente explotación agroecológica de ocho hectáreas, a unos 20 kilómetros al oeste de La Habana.

Finca Marta, que hoy destaca por la diversidad de producciones ecológicas y uso de energías renovables, nació en 2011 en un terreno irregular, degradado y sin fuentes de agua, donde Funes y un pequeño equipo rescataron un terreno yermo.

A juicio de Funes, el tratamiento de los suelos debe tener en cuenta “las características y condiciones propias de cada lugar, trabajar sin descanso y crear condiciones materiales y de infraestructura para que la gente quiera vivir en el campo, con lo cual los frutos de los suelos se multiplicarán”.

El Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030 se ha propuesto, entre otras metas, incrementar la superficie boscosa hasta 33 por ciento, mejorar 65 por ciento de los suelos del área agrícola, incrementar 15 por ciento el reúso del agua y que 24 por ciento de la generación de energía ocurra a partir de fuentes renovables.


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En julio de 2020, el gobierno aprobó el Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional que propone disminuir la dependencia de las importaciones de alimentos en un país cuyos terrenos apenas proveen 20 por ciento de los que consumen una población de 11,2 millones de habitantes.

En este sentido, “Ires contribuye directamente a dicho Plan porque tributará al desafío de producir alimentos de manera soberana, a partir de prácticas sostenibles”, argumentó Resende.

Puntualizó que “en un contexto de degradación progresiva de recursos naturales como suelo, agua y biodiversidad y dificultades para producir, transformar y conservar los alimentos, IRES será una experiencia que permitirá replicar luego sus resultados a mayor escala… y ayudar al sector agrícola en el enfrentamiento al cambio climático”.

La ejecución del proyecto Ires tendrá lugar durante la Década de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas (2021-2030), lanzado el 5 de junio, el Día Mundial del Ambiente.

ED: EG

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