GINEBRA – La abundancia de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera alcanzó un nuevo récord el año pasado, con un aumento superior a la media de la década 2011-2020, y la tendencia se mantiene en 2021, advirtió este lunes 25 un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
La concentración de dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero más importante, “superó el hito de las 400 ppm (partes por millón) en 2015 y solo cinco años después rebasamos las 413 ppm”, expuso el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.
“Esto no es una mera fórmula química y unas cuantas cifras en un gráfico. Conlleva repercusiones negativas de primer orden para nuestra vida cotidiana y nuestro bienestar, para el estado de nuestro planeta y para el futuro de nuestros hijos y nietos”, afirmó Taalas.
Junto a esa concentración de CO2, que es 149 por ciento más alta que la de los niveles preindustriales (1850-1900) están las de otros gases de efecto invernadero, el metano (CH4), 262 por ciento más alta, y el óxido nitroso (N2O), 123 por ciento por encima de los niveles de referencia.
A ese ritmo “el incremento de la temperatura a finales de este siglo superará de lejos el objetivo establecido en el Acuerdo de París, de limitar el calentamiento global a 1,5 o dos grados centígrados por encima de los niveles preindustriales», dijo Taalas.
El Acuerdo de París de 2015 es un compromiso de 192 signatarios para trabajar por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, de modo que en 2050 la temperatura no se eleve más de 1,5 grados sobre los niveles de la era preindustrial y a fines de siglo no supere el umbral de dos grados.
“La última vez que la Tierra registró una concentración comparable de CO2 fue hace entre tres y cinco millones de años. En esa época la temperatura era de dos a tres grados más elevada, y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual, pero entonces no había 7800 millones de personas en el planeta”: Petteri Taalas.
El CO2 es un gas que se caracteriza por su larga duración y, por tanto, el nivel de temperatura actual persistirá durante décadas, aunque se alcance un nivel neto cero, es decir, si se capturan tantas emisiones como las que se arrojan a la atmósfera.
Aproximadamente la mitad del CO2 emitido actualmente por las actividades humanas permanece en la atmósfera, mientras que los océanos y ecosistemas terrestres absorben la otra mitad
Taalas comentó que “la última vez que la Tierra registró una concentración comparable de CO2 fue hace entre tres y cinco millones de años. La temperatura era de dos a tres grados más elevada, y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual, pero entonces no había 7800 millones de personas en el planeta”.
Si el CO2 es responsable de 66 por ciento del efecto invernadero, el metano aporta 16 por ciento y, aunque en parte procede de fuentes naturales, como los humedales, 60 por ciento de sus emisiones la originan actividades humanas como la ganadería de rumiantes, el cultivo de arroz y la explotación de combustibles fósiles.
El óxido nitroso también procede en parte de fuentes naturales y en parte de actividades como el uso de fertilizantes nitrogenados en la agricultura, la quema de biomasa y diversos procesos industriales.
El informe indicó que la ralentización económica causada por la covid-19 no tuvo ningún efecto evidente en los niveles atmosféricos de los gases de efecto invernadero ni en sus tasas de aumento, aunque sí se produjo un descenso transitorio de las nuevas emisiones
Un resultado previsible del calentamiento será la proliferación de fenómenos meteorológicos extremos, tales como episodios de calor intenso, lluvias fuertes, derretimiento de las masas de hielo, subida del nivel del mar y acidificación de los océanos, con repercusiones socioeconómicas de gran alcance.
La OMM alerta sobre la posibilidad de que, en el futuro, los océanos y los ecosistemas terrestres pierdan su eficacia como “sumideros”, decreciendo su capacidad de absorción del CO2 y actuando como reguladores que evitan mayores aumentos de temperatura.
El cambio climático en curso y sus retroalimentaciones, como sequías más frecuentes e incendios forestales más numerosos e intensos, podrían reducir la capacidad de los ecosistemas terrestres para absorber CO2. Una evidencia es que parte de la Amazonia pasa de ser sumidero a fuente de carbono.
La absorción en los océanos también podría disminuir debido al aumento de la temperatura de la superficie del mar, a la disminución del pH (potencial de hidrógeno) por la captación de CO2, y a la ralentización de la circulación oceánica meridional, consecuencia del incremento de la fusión del hielo marino.
El informe de la OMM fue divulgado a pocos días de iniciarse en Glasgow, Reino Unido, el 26 período de sesiones de la Conferencia de las Partes (COP26) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Allí se evaluará la situación del acuerdo de París.
De cara a esa cita, Taalas afirmó que “debemos transformar nuestros sistemas industriales, energéticos y de transporte y todo nuestro estilo de vida. Los cambios necesarios son asequibles desde el punto de vista económico, y viables en el plano técnico. No hay tiempo que perder”.
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