Las sequias prolongadas, los incendios, las inundaciones, y la inseguridad alimentaria, que asuelan al Corredor Seco de América Central y zonas áridas de la República Dominicana, pueden revertirse con soluciones basadas en restaurar la naturaleza, señaló un estudio del Pnuma divulgado este miércoles 14.
Los campesinos de esos países “no han causado el cambio climático y, sin embargo, están pagando las peores consecuencias”, observó el coordinador regional para el cambio climático en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), Gustavo Máñez.
“Ahora bien”, agregó Máñez, “no hay que buscar las soluciones solamente afuera. La mayor parte de las técnicas para mejorar calidad de vida de las personas y aumentar la productividad de los cultivos se encuentra en la propia naturaleza”.
El Corredor Seco centroamericano es una franja de unos 1600 kilómetros de largo y entre 100 y 400 de ancho, en la vertiente del istmo que mira al océano Pacífico, y que afecta áreas rurales y urbanas en Panamá, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y el sureño estado mexicano de Chiapas.[pullquote]3[/pullquote]
En Costa Rica solo se afectan pequeñas áreas, y en cambio República Dominicana, con zonas áridas semejantes, se asocia a los esfuerzos de la subregión para encarar los impactos del cambio climático en el corredor.
En esa franja, y de forma similar en zonas áridas dominicanas, las temperaturas promedio son más altas que en el resto de América Central, las precipitaciones son menores y los períodos de sequía impulsados por el fenómeno de El Niño (calentamiento del Pacífico oriental) son frecuentes.
El año pasado, las sequías prolongadas e intensas lluvias destruyeron más de la mitad de las cosechas de maíz y frijoles de los agricultores de subsistencia: 2,2 millones de personas perdieron sus cultivos y 1,4 millones necesitaron asistencia alimentaria urgente, según agencias de las Naciones Unidas.
Esos factores aumentan el riesgo de la población a padecer hambre y pobreza, los principales motores de la migración de centroamericanos hacia América del Norte.
La transformación del clima global a causa del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero sólo promete aumentar la periodicidad e intensidad de los eventos extremos, y el Corredor Seco es una de las zonas del planeta que más los padece.
Según las proyecciones, para fines de siglo las temperaturas en esta zona subirán más que en el promedio del globo, entre tres y 3,5 grados centígrados, en un escenario intermedio de reducción de emisiones, pero pueden subir entre seis y siete grados en caso de que se mantenga la trayectoria actual de degradación ambiental.
Sin embargo, la propia naturaleza ofrece soluciones y un estudio del Pnuma encontró que las medidas de adaptación basadas en ecosistemas pueden ayudar a garantizar el acceso al agua para mantener los cultivos todo el año, aumentar la productividad, reducir la inseguridad alimentaria y beneficiar la biodiversidad.
Las medidas apuntan a la conservación y restauración de bosques, sistemas agroforestales y silvopastoriles, irrigación eficiente, cercas vivas, sistemas de recolección de agua de lluvia, cortafuegos para bosques y plantaciones, viveros forestales mixtos y bombas de agua impulsadas por energía solar fotovoltaica.
El cultivo de café con sombra contribuye a aumentar la fertilidad del suelo, mientras amplía el acceso de los agricultores a otros mercados como el de frutas o leña.
La conservación y restauración de bosques en la parte alta de las cuencas ayuda a reducir la erosión y regular los caudales, y el riego por goteo en los cultivos de hortalizas puede disminuir el consumo de agua hasta 70 por ciento.
La vertiente del Pacífico alberga las ciudades más pobladas de América Central, es el hogar de 70 por ciento de la población de estos países y sin embargo hace uso de sólo 30 por ciento del agua disponible debido a las sequías y a la gestión poco eficiente.
El estudio del Pnuma identificó 36 municipios, donde viven 1,16 millones de personas, priorizados para intervenciones que favorezcan el cuido y manejo de aguas superficiales y subterráneas, el suministro urbano, la irrigación de cultivos, y el acceso de los agricultores a servicios financieros.
En el Corredor Seco “solo 10 por ciento de los pequeños productores tiene acceso a financiamiento”, recordó Máñez, y agregó que “será fundamental ampliar el acceso de los gobiernos locales y agricultores a servicios financieros innovadores, como las microfinanzas, para promover las soluciones basadas en la naturaleza”.
“La adaptación al cambio climático en el Corredor Seco de América Central y las zonas áridas de República Dominicana es una cuestión humanitaria que requiere una respuesta urgente, y más ahora que la pandemia ha exacerbado la vulnerabilidad de los más necesitados”, concluyó Máñez.
A-E/HM