Nadie murió de hambre en la peor sequía en la ecorregión del Semiárido de Brasil, vivida entre 2011 y 2018, contrastando con el pasado en que la escasez de lluvias provocaba muertes, saqueos de comercios, huidas masivas hacia el Sur y cruentos conflictos.
Programas sociales, como la Bolsa Familia, la ampliación de las jubilaciones de campesinos y la asistencia a discapacitados y ancianos sin ingresos, contribuyeron a superar la vulnerabilidad de los pobres de la zona donde viven más de 27 millones de personas en 1 127 953 kilómetros cuadrados, algo más de la extensión de Bolivia.
Pero sin la solución hídrica que representaron las cisternas y otros ingenios para acopiar el agua de las pocas lluvias, seguramente se repetirían las tragedias en el Semiárido, que ocupa la mayor parte de la región del Nordeste brasileño y franjas norteñas del Sureste.
Más de 1,1 millones de cisternas que captan el agua de lluvia por los tejados aseguraron el consumo humano. Los 16 000 litros de cada depósito se agotaban en los períodos inusualmente largos de estiaje, pero el aparato volvió más eficiente la distribución de agua por camiones cisterna, en general realizada por militares.
Además se diseminaron más de 200 000 “tecnologías”, es decir las variadas formas de almacenar el agua, para perennizar la producción de alimentos en las fincas de agricultura familiar, que suman 1,7 millones en el Semiárido.
Esa infraestructura hídrica distribuida asegura la alimentación de mejor calidad a los propios agricultores, abastece las ciudades del interior y dinamiza la economía local.
Faltan unas 800 000 tecnologías de esa “segunda agua”, destinada a la producción, para extenderlas al universo campesino factible, según Articulación Semiárido Brasileño (ASA), una red de más de 3000 organizaciones, entre sindicatos y asociaciones campesinas, cooperativas, organizaciones no gubernamentales y variados movimientos sociales.[related_articles]
ASA, creada en 1999, impulsó el programa Un millón de Cisternas, transformado en una política pública por el gobierno en 2003. Luego amplió la iniciativa al Programa una Tierra y Dos Aguas, incorporando el acopio para las siembras y la cría de animales
El principio es “convivir con el Semiárido”, en lugar de insistir con las viejas y fracasadas estrategias de “combate a la sequía”, basadas en la construcción de grandes estructuras que no atienden a la población rural dispersa, la más afectada, y favorecen los grandes terratenientes.
La convivencia no se limita a la cuestión hídrica, sino que se extiende a la educación, al conocimiento de la realidad local, a las formas ecológicas de producción, a las fuentes limpias de energía.
Aquí puede encontrar más información y reportajes en el terreno sobre como la región del Semiárido de Brasil aprendió a convivir con su territorio, así como diferentes iniciativas al respecto en otras zonas semiáridas de América Latina.
RV: EG