La directora dominiquesa Clarissa Etienne, expresó durante la última reunión del Comité Ejecutivo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el 23 de junio, su preocupación por la crisis financiera sin precedentes que atraviesa la institución intergubernamental que dirige.
De acuerdo a sus estados financieros, los países miembros suman una deuda acumulada de 162 millones de dólares, correspondiente a las contribuciones que han dejado de aportar por varios años consecutivos 15 de ellos, encabezados por Estados Unidos con 67% de la deuda, seguido por Brasil, Venezuela, México, Argentina, Colombia y Chile.
A esto se suman los ataques del presidente estadounidense Donald Trump y de su homólogo brasileño Jair Bolsonaro, quienes han cuestionado la legitimidad de la Organización Mundial de la Salud (OMS), representada en las Américas por la OPS, para intervenir en el manejo de la pandemia de la Covid-19 en sus países.
Esta tensión se formalizó con el retiro oficial de Estados Unidos de la OMS el 7 de julio, a la cual acusa de tener un sesgo ideológico en favor de los intereses geopolíticos de China.[pullquote]3[/pullquote]
La incertidumbre sobre el futuro de la OPS es preocupante y se da justo cuando la región registra, al escribir este artículo, más de 10.1 millones de casos y 376.000 muertes por covid-19, convirtiéndola en la más afectada del mundo por esta pandemia.
Pero más allá del manejo de la salud pública, la crisis de la OPS tiene serias implicaciones para el futuro de la cooperación entre los gobiernos de las región.
¿Qué es y qué hace la OPS?
La OPS es una organización singular en el sistema internacional, pues es simultáneamente la entidad sanitaria del Sistema Interamericano, encabezado por la Organización de Estados Americanos (OEA), y la oficina regional para las Américas de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la salud, la OMS.
Creada en 1902, la OPS es la agencia sanitaria internacional más antigua del planeta, y fue fundada al mismo tiempo que la Unión Panamericana, hoy la OEA, el organismo multilateral en funcionamiento más antiguo del mundo.
Desde su sede central en Washington, la OPS coordina el trabajo de 27 oficinas y 3 centros especializados distribuidos por toda la región, y tiene a su cargo 185 de los 813 centros que colaboran con la OMS en todo el mundo.
Su misión es “promover la equidad en salud, combatir la enfermedad, y mejorar la calidad y prolongar la duración de la vida de los pueblos de las Américas”. Para ello, lidera la colaboración entre los gobiernos, universidades, organizaciones de la sociedad civil, centros de investigación, empresas privadas y otras agencias internacionales.
Las funciones de la OPS son numerosas e incluyen la prevención de enfermedades, la atención de emergencias sanitarias y desastres ambientales, el fortalecimiento de los sistemas de salud, la investigación científica, la cooperación técnica y la promoción de estilos de vida saludables, entre muchas otras.
Además interviene en temas relacionados con la salud pública como la seguridad vial, el tabaquismo, la seguridad ciudadana y la equidad de género, entre otros.
Su directora actual, la doctora Etienne, ocupa el cargo desde 2013 (fue reelegida para un segundo período de cinco años en 2018) y trabaja de la mano del Comité Ejecutivo, cuyos miembros rotan cada tres años, compuesto actualmente por representantes de Barbados, Belice, Canadá, Costa Rica, Ecuador, Haití, México, Perú y Estados Unidos.
En la Conferencia Sanitaria Panamericana, autoridad suprema de la organización, tienen asiento los 52 países y territorios de América, incluyendo a Puerto Rico, Aruba, Curaçao y Saint Maarten, que por no ser países independientes no son miembros de la ONU ni de la OEA.
También participan como miembros asociados el Reino Unido, Francia y los Países Bajos, debido a las posesiones que aún mantienen en el continente y el Caribe. Es por esto que la OPS representa, como ninguna otra organización, el espíritu de la colaboración interamericana.
La salud pública, el germen del multilateralismo panamericano
Los orígenes de la OPS se remontan a un brote de fiebre amarilla que comenzó en Brasil en 1870 y que se extendió hasta el sur de los Estados Unidos.
Sus efectos se sintieron por muchos años y motivaron en gran medida la creación de la Oficina Sanitaria Internacional, precursora de la actual OPS, durante la Primera Convención Sanitaria Internacional de las Repúblicas Americanas, celebrada en Washington, en diciembre de 1902.
Su creación fue liderada por el entonces presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, quien ya ambicionaba terminar la construcción del Canal de Panamá, proyecto que había sido abonado por Francia tras la muerte de más de 20 000 trabajadores a causa de la fiebre amarilla y la malaria.
La cooperación entre los gobiernos de la región para controlar estas enfermedades era una condición necesaria para el éxito de esta obra de infraestructura, y para evitar que el aumento del comercio internacional condujera a la propagación de nuevos brotes epidémicos.
Es por esto que durante sus primeros años, la misión principal de la Oficina fue recopilar y compartir información sobre el estado sanitario de los puertos marítimos.
Sin embargo, su espectro de acción se amplió rápidamente para enfocarse también en el estudio, monitoreo y erradicación de las enfermedades tropicales, y se fortaleció jurídicamente con la firma del Código Sanitario Panamericano en 1924, que todavía se encuentra vigente.
Tras su ingreso a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos aumentó exponencialmente sus recursos para el robustecimiento de la salud pública, incluyendo sus contribuciones a la Oficina Sanitaria Internacional.
Esto le permitió a esta última contar en 1946 con una planta permanente de 17 profesionales, cuatro divisiones, tres secciones y dos oficinas regionales en Guatemala y Perú.
Cooperación interamericana más allá de la ideología
La creación de la ONU en 1945 configuró un nuevo panorama para los organismos internacionales. En este contexto, la Oficina Sanitaria firmó un convenio en 1949 con la recién fundada OMS, por medio del cual se convirtió en su oficina regional para las Américas.
Sin embargo, la Oficina no se integró al Sistema de Naciones Unidas y mantuvo su autonomía frente a la ONU.
Esto implicaba en teoría un distanciamiento con la Unión Panamericana, pues ésta había decidido unirse al Sistema de Naciones Unidas por medio del Tratado de Bogotá de 1948, en el cual también adoptó su nombre actual, Organización de los Estados Americanos (OEA).
Pero en la práctica sus vínculos persistieron a través de acuerdos de colaboración entre los organismos del Sistema Interamericano y la Organización Panamericana de la Salud, nombre que adoptó la Oficina Sanitaria Internacional en 1958.
Durante la década de 1960, la OPS estuvo encargada de los proyectos de salud pública de la Alianza para el Progreso, impulsada por Estados Unidos a través de la OEA para contener el avance del comunismo en la región.
Sin embargo, a pesar de la expulsión de Cuba de esta última organización en 1962, la OPS ha mantenido estrechas relaciones con la isla y es prácticamente el único foro regional donde participan Estados Unidos y Cuba.
En efecto, la OPS ha sido un aliado fundamental para el desarrollo del sistema de salud de Cuba y para su estrategia de poder blando a través de misiones médicas en todo el mundo.
El ejemplo más ilustrativo fue el programa de cooperación triangular para la erradicación de la poliomielitis en Angola en el año 2005, del cual sacaron réditos tanto la isla como la Organización.
Durante los años ochenta y noventa, la OPS tuvo una expansión acelerada y se posicionó como actor clave en los programas humanitarios y de desarrollo sostenible de las agencias de la ONU.
Para el 2002, año de su primer centenario, la OPS había cosechado importantes logros como el aumento en 35 años de la esperanza de vida, la erradicación de la viruela y la polio, una reducción significativa de la mortalidad infantil, y había puesto a América Latina y el Caribe a la vanguardia de la lucha contra el VIH en el Sur global.
Diagnóstico reservado
Sin embargo, el trabajo de la OPS también ha sido objeto de críticas que se han vuelto cada vez más fuertes en los últimos años.
En 2010, la OPS fue ampliamente cuestionada por su incapacidad para contener un brote de cólera que se desató en Haití tan sólo 8 meses después del devastador terremoto que azotó al país.
Cinco años después, la OMS y la OPS fueron señaladas por su respuesta tardía ante el brote de Zika en Brasil, que puso en riesgo la realización de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro de 2016.
En el 2018, la OPS se vio envuelta en un escándalo a raíz de la salida precipitada de 8000 médicos cubanos que habían llegado a Brasil como parte del programa Mais Médicos, lanzado por el gobierno de Dilma Rousseff en 2013.
La OPS fue demandada ante una corte de Miami por un grupo de médicos cubanos desertores por su intermediación en este programa, que ha sido tildado de explotación laboral e incluso de tráfico humano, debido a los bajos salarios y las precarias condiciones en las que trabajaban los médicos cubanos en Brasil.
Este caso tuvo eco nuevamente en los recientes reclamos del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quienes han condicionado el pago de la deuda y la continuidad de las contribuciones de sus países a la OPS hasta que no se esclarezca su participación en el programa Mais Médicos y se garantice que sus acciones se alinean con los “ideales democráticos” de sus gobiernos.
La OPS, una organización indispensable para hoy y mañana
Una buena parte de estas críticas son legítimas y reflejan deficiencias estructurales que, como varios analistas han señalado, deben ser reformadas tanto en el seno de la OMS como de la OPS.
La covid ha puesto en evidencia, una vez más, las dificultades de las agencias sanitarias internacionales para responder de forma ágil y efectiva a amenazas cada vez más numerosas y complejas a la salud pública, y para coordinar la acción de las autoridades sanitarias nacionales y locales frente a ellas.
No obstante, también es importante señalar que muchos de estos reclamos, en especial los de gobernantes como Trump y Bolsonaro, están más motivados por su deseo de alimentar discursos nacionalistas que por una verdadera preocupación por el mejoramiento de la salud pública en sus países y en la región.
La salud y la calidad de vida de los pueblos del continente americano y del Caribe dependen en gran medida del desenlace de la crisis que atraviesa actualmente la OPS por tres razones principalmente.
Primero, por la capacidad de interlocución que mantiene la OPS con Cuba, Venezuela y Nicaragua, a pesar de las diferencias políticas entre sus gobiernos y los demás países de la región, la cual es fundamental para responder ante amenazas a la salud que no conocen fronteras ni colores políticos.
Segundo, por la dependencia de muchos países pequeños con bajos niveles de ingreso, en especial en Centroamérica y el Caribe, del Fondo Rotatorio para la compra de Vacunas de la OPS para proteger a su población de algunas de las enfermedades más graves del planeta.
Por medio de este mecanismo de equidad y solidaridad, la OPS compra vacunas al por mayor a las empresas farmacéuticas para distribuirlas a precios más favorables entre sus miembros de acuerdo a sus capacidades financieras.
Y por último, porque la OPS se ha posicionado como un actor clave para la garantía de los derechos humanos en la región, enmarcando las amenazas a la salud pública como violaciones a los derechos humanos.
De esta manera, la OPS se ha convertido en un ejemplo para las demás agencias sanitarias internacionales del mundo y ha sentado un precedente importante de trabajo transversal para la gobernanza global.
Cuando la pandemia está azotando con especial crudeza a toda la región y aún resulta imprevisible su verdadera evolución, es evidente que la coordinación multilateral y la experticia de la OPS son más necesarias que nunca.
Este artículo fue publicado originalmente por Democracia Abierta.
RV: EG