La intensa temporada de huracanes que según se pronostica espera al área del Caribe este año, supone un desafío adicional para naciones con economías debilitadas por la crisis de la covid-19 y aún sin recuperarse de los daños de otros recientes fenómenos atmosféricos.
En Puerto Rico temen que se repita otro María, el huracán que en septiembre de 2017 asoló la isla, con estimados de más de 3000 muertos y daños económicos de alrededor de 92 000 millones de dólares.
El programa Reparación, Reconstrucción o Reubicación, iniciado en julio de 2019 en el estadounidense estado libre asociado, dio respuesta hasta ahora a apenas 0,3 por ciento de las más de 28 700 solicitudes de ayuda de personas vulnerables que quedaron sin techo, según reportes en la isla.
“Las autoridades no han hecho mucho de cara a esta temporada de huracanes y si están haciendo algo, no lo han informado. Estamos en medio de la covid-19 y deberíamos haber adelantado algo”, manifestó a IPS la musicóloga Wilma Colón, desde San Juan, la capital puertorriqueña.
En Cuba, la mayor isla del Caribe y con una población de 11,2 millones de habitantes, se ha echado de menos a Meteoro, el ejercicio práctico que suele efectuarse semanas antes del inicio de cada temporada anual de huracanes, que se extiende del 1 de junio al 30 de noviembre.
Durante el simulacro participan entidades gubernamentales y la población civil y se comprueba el plan de medidas ante ciclones, sequías, sismos, incendios o derrames de sustancias tóxicas.
“A partir de la segunda quincena de mayo, los medios y la televisión (toda estatal) insistían con mensajes de podas de árboles y limpieza de alcantarillas; pero ahora toda la cobertura ha sido para el coronavirus”, dijo a IPS Elio Chávez, residente en el municipio de Centro Habana, uno de los 15 de la capital cubana.
Desde el 11 de marzo, cuando se registraron en el país los primeros casos del virus Sars Cov-2, las autoridades activaron el mismo sistema concebido para proteger a la población y la economía ante situaciones excepcionales como una guerra, fenómenos naturales o epidemias.
El modelo incluye la prevención y fase de alerta temprana, integrada por la vigilancia, la alerta y pronóstico de peligro, la evaluación de sus variables y riesgos, así como el aviso y orientación a la población.
A la cabeza de ese sistema se ubican el Consejo de Defensa Nacional y la Defensa Civil, ramificados en estructuras similares en las 15 provincias y 168 municipios del país, y ha probado su efectividad para minimizar la cantidad de muertos y encauzar la recuperación ante ciclones, tornados e intensas lluvias.
Barbados, San Vicente y las Granadinas, Guadalupe, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, Martinica, Jamaica y la propia Cuba, golpeados por una severa sequía en los primeros meses de 2020, tendrían en las lluvias ciclónicas un gran beneficio, de no ser por los daños colaterales de los fuertes vientos y marejadas que las acompañan.
El Centro de Predicción Climática de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés), la agencia meteorológica de Estados Unidos, pronosticó una temporada de huracanes por encima de lo normal en el océano Atlántico, mar Caribe y golfo de México.
Sus modelos vaticinan la formación de 13 a 19 tormentas tropicales, de las cuales entre seis y 10 podrían convertirse en huracanes, con vientos de 119 kilómetros por hora (km/h) o más. De ese grupo, de tres a seis podrían ser ciclones mayores, de categoría entre tres y cinco, con vientos de 178 km/h o más y daños potenciales entre severos y catastróficos.
El Informe de Riesgos Globales de 2018 del Foro Económico Mundial calificó a los eventos climáticos extremos como “el mayor riesgo que afronta la humanidad”.
Distintos estudios analizan la estrecha relación entre el aumento de la temperatura de los océanos, debido al cambio climático, y el incremento de la cantidad y poder destructivo de los ciclones tropicales.
Tanto María como Irma (octubre de 2017) alcanzaron la categoría cinco, la máxima de la escala de vientos Saffir-Simpson, y dejaron una estela de destrucción tal que países como Barbuda y Dominica, así como el territorio de las Islas Vírgenes estadounidenses, vieron retroceder su desarrollo varias décadas, según informes de organismos multilaterales.
En septiembre de 2019 fue cuando el último gran huracán afectó a territorios del Caribe, el Dorian, que azotó Las Bahamas con vientos que alcanzaron los 295 km/h y dejó un saldo de unos 70 muertos y 300 desaparecidos, junto con daños catastróficos.
Para 2020, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) pronosticó una contracción económica de 2,5 por ciento en el área del Caribe, debido a la reducción de la demanda de servicios turísticos.
Ello resulta preocupante para las pequeñas naciones insulares caribeñas, con economías altamente dependientes del turismo.
El 26 de mayo, Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, alertó que la región vive una “tormenta perfecta”, donde se combinan la mayor recesión económica del siglo, el aumento del desempleo, el incremento de personas en situación de pobreza, a lo cual se suman mayores restricciones externas y menor liquidez disponible para estas economías emergentes.
De acuerdo con el meteorólogo cubano José Rubiera, el principal reto es estar siempre preparados.
Sobre todo “en esta temporada, en medio de la covid-19, cuando las autoridades y la población deben mantener las medidas de distanciamiento social e higiene y las agencias de protección civil deben organizar albergues y otras facilidades para la protección de la población”, subrayó Rubiera en diálogo con IPS.[related_articles]
Durante los últimos años, instituciones como el jamaiquino Grupo de Estudios Climáticos en el Campus Mona de la Universidad de las Indias Occidentales y barbadense Instituto del Caribe de Meteorología e Hidrología han incrementado y mejorado el equipamiento para monitorear y procesar las variables atmosféricas.
A ello se suman decenas de estaciones climáticas automáticas instaladas en el área por el intergubernamental Centro de Cambio Climático de la Comunidad del Caribe, con sede en Belice, cuyos datos mejoran modelos, el diseño de herramientas y el desarrollo de estrategias para responder a la crisis climática.
República Dominicana y Cuba pusieron en práctica en 2019 programas como Ponte Alerta Caribe y Aprendiendo de las experiencias del huracán Irma y María, dirigidos a fortalecer capacidades institucionales para la prevención, mitigación y respuesta frente a desastres naturales y construir resiliencia.
También pautaron la preparación y capacitación de las personas, además de elevar la percepción de riesgos con un enfoque inclusivo, tanto desde la perspectiva de género como de personas con discapacidad.
Tales iniciativas binacionales contaron con el apoyo de la Unión Europea, así como de oenegés humanitarias como Oxfam, Plan International, Hábitat para la Humanidad y Humanity & Inclusion.
Tuvieron el acompañamiento del cubano Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, al igual que de la Defensa Civil, la Cruz Roja y las Asociaciones de personas con discapacidad a nivel local y nacional en ambos países.
Estos programas “reforzaron los mecanismos de colaboración entre instituciones y gobiernos y fortalecieron los sistemas de alerta temprana, puntos de alertas y Centros de Gestión de Riesgo”, valoró a IPS el comunicador Luis Miguel Rondón, del Centro de Servicios Ambientales de Matanzas, una de las provincias cubanas donde se aplicaron los proyectos.
“También se crearon manuales, materiales de Comunicación y se actualizaron estudios de Peligro, Vulnerabilidad y Riesgos, lo cual ha permitido estar más capacitados y preparados ante huracanes u otros fenómenos naturales”, detalló.
Ed: EG