“Parece paradójico”, reconoció Sergio Vale, economista jefe de la empresa consultora MB Asociados, pero la economía se recupera en Brasil, pese a la aguda crisis política y las grandes empresas casi en quiebra por escándalos de corrupción.
Terminó al final de 2016 la recesión que duró 11 trimestres, reduciendo en 8,6 por ciento el producto interno bruto (PIB), definió el 27 de octubre el Comité de Ciclos Económicos, grupo independiente de economistas que se reúne periódicamente en Río de Janeiro para fijar la cronología de los períodos cíclicos.
Fue la peor recesión registrada desde la década de los 80 en Brasil, en duración y pérdidas, superando de poco la crisis de la deuda de 1981 a 1983, que provocó un retroceso de 8,5 por ciento en el PIB.
Eso se debió “al conjunto de errores económicos del gobierno anterior, con políticas populistas que aumentaron mucho el déficit público”, acusó Vale a IPS, refiriéndose a la gestión de la expresidenta Dilma Rousseff, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), desde enero de 2011 a mayo de 2016.[pullquote]3[/pullquote]
Rousseff fue destituida por el Senado en agosto de 2016, tras un proceso de destitución iniciado cuatro meses antes.
La sucedió su vicepresidente Michel Temer, del centroderechista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), cuyo poder vive en permanente tambaleo ante una secuencia de denuncias de corrupción contra él y la mayoría de sus ministros y asesores más allegados, algunos de los cuales están en la cárcel.
Su gobierno cuenta con la aprobación de solo tres a cinco por ciento de los entrevistados en las últimas encuestas, pero sobrevive porque la mayoría de los diputados no autorizó el enjuiciamiento de Temer, requerido por el Ministerio Público Federal (fiscalía general) en dos ocasiones desde junio.
Pese a tantas turbulencias, que incluyen varios políticos sorprendidos con mucho dinero vivo y la detención de los dueños de las mayores constructoras brasileñas y de la principal exportadora de carnes, la economía inauguró su trayectoria de recuperación, despegándose de la crisis política.
El PIB creció uno por ciento en el primer trimestre de 2017 y 0,2 por ciento en el segundo, en comparación con el período anterior. Pero el PIB del semestre, comparado a igual período de 2016, no registró ningún crecimiento, quedó estable.
“La economía mejoró este año, porque Temer cambió su rumbo, restableció la normalidad y la estabilidad de reglas, puso la economía en sus rieles”, sostuvo Vale, destacando las “reformas” impulsadas por el nuevo gobierno que buscan un equilibrio fiscal y ofrecen “un horizonte de estabilidad” a los empresarios.
Medidas como prohibir aumentos de los gastos públicos que superen la inflación del año anterior, flexibilizar las leyes laborales y abrir la producción petrolera a mayor participación de capital extranjero, contribuyeron al cambio, en la evaluación dominante entre economistas y empresarios.
Pero Luis Eduardo Assis, profesor de la Universidad Católica de São Paulo y exdirector del Banco Central, discrepa de ese análisis.
“El efecto de las reformas aprobadas es relativamente secundario. La recuperación resulta de varios factores y uno de los principales es la caída de la inflación a niveles muy bajos, permitiendo cierta recuperación del salario real, más dinero en el bolsillo”, que produce más consumo, arguyó a IPS.
Además la baja inflación abrió paso al recorte de los intereses, “lo que también activa la economía, al facilitar la renegociación de las deudas, además de reducir el costo de nuevos préstamos”, acotó.
El índice oficial de precios, medido por el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, registró fuerte alza en inicio de esta década hasta alcanzar 10,67 por ciento en 2015, bajando a 6,29 en el año siguiente. En este año, hasta septiembre acumuló solo 1,78 por ciento.
“La recuperación es real y debe acelerarse a lo largo de 2018, pero no es estructural, y se agotará en algún momento, ante la ausencia de una solución consistente para la crisis fiscal”, es decir la persistencia del elevado déficit público, concluyó Assis.
Por esa mirada, la actual mejora es básicamente cíclica. La recesión aumentó el desempleo, que era de 12,4 por ciento en septiembre, afectando a 13 millones de trabajadores. La reducción del consumo contiene los precios, hasta que se invierte la tendencia, al fomentar la demanda.
El desequilibrio fiscal, que impide un crecimiento económico sostenido, es atribuido principalmente al sistema de previsión social que consume más de mitad del presupuesto estatal, alimentando un déficit creciente.
La reforma previsional, que pretende imponer una edad mínima para la jubilación cercana a los 65 años y mayores contribuciones a los futuros beneficiados, es indispensable para reequilibrar las cuentas públicas e impulsar la economía, según el ministro de Hacienda, Henrique Meirelles.
Pero su aprobación es prácticamente imposible. Aprobar medidas impopulares, como esa que retarda y dificulta jubilaciones, es muy negativo para los legisladores que en su casi totalidad quieren reelegirse en los comicios de octubre de 2018. Defender un gobierno de bajísima popularidad también lo es, al acercarse las elecciones.
Para el sector industrial, que pierde participación en el PIB desde los años 80, la actual recuperación tiene matices menos alentadoras aún.
“Es frágil y su ritmo está desacelerando, de 1,4 por ciento de crecimiento en el primer trimestre de este año bajó a 1,1 por ciento en el segundo y a 0,9 por ciento en el tercero”, subrayó Rafael Cagnin, economista del Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial .[related_articles]
El ciclo favorable se debió a algunos factores sectoriales. “Un buen año agrícola favoreció la industria de máquinas y bienes de capital para el mundo rural”, ejemplificó. La cosecha de este año creció 28 por ciento sobre el año anterior, alcanzando 238 millones de toneladas de granos, según el Ministerio de Agricultura.
La industria automotriz exportó mucho para Argentina, “donde había una demanda reprimida” y el nuevo gobierno retiró restricciones a la importación, y “eso impulsa otras industrias, como la de autopartes, otros equipos”, acotó a IPS.
“La caída de la inflación y de los intereses recompuso el poder de compra de la población que, tras dos años de recesión necesita renovar sus aparatos electrodomésticos, teléfonos celulares, ropas, zapatos”, exigiendo más producción, recordó.
Pero un crecimiento industrial sostenido aun enfrenta muchas incertidumbres. Las medidas de corte “fiscalista” redujeron los préstamos del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, sin crear alternativas a esa importante fuente de crédito de largo plazo y bajo costo.
También “afectaron las inversiones en general, especialmente en tecnología”, en desmedro de la competitividad nacional y el desarrollo futuro, lamentó Cagnin.
Su mayor crítica apunta a la falta de una reforma tributaria, considerada necesaria hace tres décadas. El ajuste fiscal que se busca ahora es tuerto, solo trata de gastos, sin mirar el lado de los ingresos, con graves distorsiones en desmedro de la industria.
Editado por Estrella Gutiérrez