Extremistas de Boko Haram, reclutados por familiares y amigos

Manifestación celebrada el 30 de abril de 2014 en Abuya para reclamar al gobierno de Nigeria la liberación de las 276 escolares secuestradas por Boko Haram en la localidad de Chibok. Crédito: Mohammed Lere/IPS.
Manifestación celebrada el 30 de abril de 2014 en Abuya para reclamar al gobierno de Nigeria la liberación de las 276 escolares secuestradas por Boko Haram en la localidad de Chibok. Crédito: Mohammed Lere/IPS.

Un estudio respaldado por el gobierno de Finlandia concluyó que la mayoría de los combatientes de la organización islamista nigeriana Boko Haram – responsable de secuestros, atentados y asesinatos – se integró al grupo armado por influencia de sus familiares y amigos, más que por motivos religiosos.

El grupo extremista se opone a todo lo relacionado con la sociedad occidental, incluida cualquier actividad social o política. El único foco de su campaña militar es acabar con los «no creyentes» en Nigeria.[pullquote]3[/pullquote]

El nombre oficial de Boko Haram es Jama’atu Ahlis Sunna wal-Jihad Lidda’awati, que en árabe significa «personas comprometidas con la propagación de las enseñanzas del Profeta y la yihad”.

Las acciones ilícitas del grupo armado generaron la inquietud internacional en abril de 2014, cuando 276 colegialas fueron secuestradas por los extremistas en la localidad nigeriana de Chibok. La noticia del secuestro colectivo se viralizó y la campaña «Traigan de vuelta a nuestras niñas» se extendió rápidamente por medios de comunicación de todo el mundo. Actualmente, 219 de las jóvenes siguen desaparecidas.

Mientras que la mayoría de los principales medios de comunicación asocian el crecimiento de los grupos radicalizados como Boko Haram a los «peligros» del Islam y el extremismo religioso, el estudio finlandés se propuso entender qué impulsa a la gente hacia el radicalismo en un nivel más profundo.

Según Mahdi Abdile, director de investigaciones en la organización finlandesa de asistencia al desarrollo Finn Church Aid, antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, la participación en las prácticas extremistas se podía vincular al motivo religioso, ya que el reclutamiento de los grupos como Boko Haram se realizaba con frecuencia en las mezquitas y madrasas. Hoy en día eso ha cambiado.

«Hay una tendencia generalizada a simplificar en exceso lo que impulsa a los nigerianos a sumarse a un grupo que aboga por este tipo de violencia extrema, como Boko Haram», comentó Anneli Botha, coautora del estudio y consultora independiente sobre radicalización, reintegración y terrorismo en África.

«Es fácil echarle la culpa a la religión sin ahondar más profundamente en el tema. Nuestra investigación empírica ha demostrado que existe, de hecho, una red de complejidades detrás del proceso de reclutamiento que nosotros, como comunidad internacional, debemos reconocer y aceptar”, recomendó.

A muchos les puede sorprender que el factor principal para sumarse a Boko Haram tenga poco que ver con la aplicación de las «prácticas islámicas» auténticas. El estudio concluye que 60 por ciento de los combatientes del grupo radical son reclutados por su propia familia o amigos.

Aunque 43 por ciento de los excombatientes señalan que la religión ejerció gran influencia en su decisión de incorporarse a Boko Haram, muchos afirmaron que el grupo no aplica los principios islámicos. Aquellos que se sumaron por razones religiosas son calificados de «vulnerables» y «poco familiarizados con las verdaderas enseñanzas del Corán».

El estudio también indicó que el factor de atracción más sobresaliente en el proceso de reclutamiento de Boko Haram surge del temor profundo y la sed de venganza.

«El miedo a la acción militar impulsa a muchas personas a las manos de Boko Haram», aseguró Botha a IPS. Algunos de los entrevistados explicaron que «la necesidad de respeto» fue un factor importante para unirse al grupo.

Ciudadanos del norte de Nigeria, donde opera Boko Haram, manifestaron la necesidad de que se respeten sus derechos y contar con acceso a los servicios básicos. También expresaron sentimientos de frustración por lo que consideran desigualdades persistentes, y opinan que los habitantes del sur del país son mucho más «privilegiados».

El estudio indica que, en muchos sentidos, cuestionar la tendencia de los medios de comunicación y de la opinión pública de culpar al Islam por cada acto de extremismo se presenta como uno de los mayores retos.

La investigación también reveló una destacada presencia femenina en la organización. El estudio señaló el papel cada vez más activo que las mujeres desempeñan en las operaciones del grupo extremista.[related_articles]

«Las mujeres entrevistadas… excombatientes de Boko Haram, brindaban mucho más que los servicios básicos…. participaban en la recolección de información y en el proceso de entrenamiento. Algunas mujeres incluso se consideraban expertas en explosivos», explicó Botha.

La consultora considera que el estudio es una «muestra increíble» del papel significativo que desempeñan las mujeres en lo que muchos consideran una organización extremista dominada por hombres.

Las mujeres entrevistadas son excombatientes de Boko Haram. Sus relatos describen las penurias y dificultades que les causó el proceso de reintegración a la sociedad. Aunque muchas fueron secuestradas o forzadas a ingresar al grupo por miedo, ahora son vistas como «recordatorios terribles» de las atrocidades cometidas por él.

Sus hijos, muchos nacidos dentro de Boko Haram, también se consideran como una «manifestación violenta» del grupo extremista. En su mayor parte, las excombatientes y sus hijos no son aceptados ni bienvenidos en sus comunidades.

Muchas mujeres que logran escapar del grupo experimentan el síndrome de Estocolmo, algo por lo que no reciben tratamiento y que se ve agravado por la estigmatización a la que son sometidas a su regreso.

Los niños nacidos fuera del proceso de Boko Haram también son víctimas de la comunidad. «No se reconoce a estas mujeres y niños como víctimas. Sea una víctima de primer o segundo grado, las consecuencias son las mismas», según Botha.

La coautora del estudio opinó que el siguiente paso debe ser la aplicación de un proceso de reintegración eficaz, tanto para los excombatientes como para los niños nacidos tras el paso por Boko Haram. El reconocimiento de su sufrimiento y el desaliento de la demonización de sus acciones pasadas les ayudará a sentirse bienvenidos y aceptados en sus comunidades, observó.

Traducido por Álvaro Queiruga

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