En la última zafra, los gorgojos y los hongos fueron el motivo de que la agricultora Mollene Kachambwa perdiera una de las cinco toneladas del maíz que su familia había cosechado en Zimbabwe. Pero ahora esas plagas tendrán que buscarse otra víctima.
Kachambwa, oriunda de la aldea homónima 75 kilómetros al noreste de Harare, la capital de este país de África austral, almacenó la nueva cosecha en un hermético silo de metal galvanizado. Antes la granjera usaba graneros tradicionales o bolsas de polietileno, que no son a prueba de hongos o insectos.[pullquote]3[/pullquote]
Algunos hongos producen la toxina química aflatoxina, que puede infestar el grano de maíz en el campo o durante su almacenamiento. Análisis realizados en Zimbabwe hallaron importantes niveles de contaminación en los cultivos de maíz, pero también en legumbres, como el maní.
La exposición a las aflatoxinas está vinculada a la debilidad inmunitaria y al riesgo de cáncer. Los niños expuestos a ellas pueden sufrir retraso en el crecimiento, e incluso los recién nacidos pueden ser afectados a través de la leche materna contaminada.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, 25 por ciento de los cultivos mundiales de alimentos están contaminados por aflatoxinas, y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, de Estados Unidos, estiman que más de 4.500 millones de personas en el Sur en desarrollo están expuestas a las mismas.
Estudios del Instituto Internacional de Investigaciones sobre Políticas Alimentarias sugieren que aproximadamente 26.000 africanos de África subsahariana mueren anualmente de cáncer al hígado derivado de la exposición crónica a las aflatoxinas.
Los agricultores como Kachambwa gastan en promedio más de 50 dólares por zafra en plaguicidas contra el gorgojo, pero tienen poca protección contra la contaminación por hongos.
Dados los costos de los insumos agrícolas en la atribulada economía de Zimbabwe, la posibilidad de métodos de almacenamiento sin pesticidas y a precio accesible es irresistible.
«Confío en que el maíz está seguro en su contenedor metálico. Me enseñaron a secarlo adecuadamente antes de almacenarlo. Puse una vela encendida para sacar todo el aire antes de sellar el contenedor», explicó Kachambwa. «También aprendí a medir el contenido de humedad del grano antes de almacenarlo», añadió.
Un equipo está investigando la exposición de aflatoxinas entre los productores de maíz y las formas de reducirla en un proyecto de 30 meses que abarca a 12 barrios de los distritos de Shamva y Makoni. El proyecto es implementado por la organización Acción contra el Hambre y el Instituto de Alimentación, Nutrición y Ciencias de la Familia de la Universidad de Zimbabwe, en colaboración con el gobierno zimbabuense.
Los investigadores analizan la eficacia de los silos metálicos herméticos y las bolsas de plástico grueso para reducir la contaminación por aflatoxinas en el maíz y evalúan la exposición de las mujeres y los niños a la mortal toxina.
También determinan el nivel de aflatoxinas en legumbres como nueces de bambara, maní, caupí y alubias.
«Si el nivel de aflatoxina en el maíz es alto… podría suponer un riesgo para la salud humana y también para el comercio del maíz, un alimento básico en el país», advirtió Charlene Ambali, coordinadora del proyecto en representación de Acción contra el Hambre, en diálogo con IPS.
La granjera Alice Mhonda, del pueblo de Mushowani, cosechó dos toneladas de maíz y las almacenó en bolsas herméticas prolijamente apiladas en una habitación junto a su cocina.
«Abriré las bolsas en febrero para ver si el método funcionó. Estoy contenta porque no tuve que comprar pesticidas, a diferencia de la zafra pasada cuando usé siete latas… y de todas maneras perdí cinco sacos de maíz por el gorgojo, y una parte tenía hongos», reveló.
En el estudio participan hogares agrícolas que consumen su propio maíz por más de seis meses al año y que incluyen mujeres embarazadas o en período de lactancia con hijos menores de cinco años.[related_articles]
Las madres y sus hijos aportan muestras biológicas – de sangre, orina y leche materna -, además de las muestras de grano, para que sean analizadas en el laboratorio. Los resultados de los análisis del maíz y las legumbres, así como de las muestras biológicas, están previstos para fines de noviembre de 2015 y determinarán si los agricultores consumen granos contaminados con aflatoxinas.
«Las comunidades estaban entusiasmadas de ser parte de la investigación que contribuirá a la reducción de las pérdidas posteriores a la cosecha”, aseguró Loveness Nyanga, el principal investigador del proyecto y profesor de la Universidad de Zimbabwe.
“Les preocupa el uso constante de plaguicidas y fertilizantes, ya que temen que también sean un peligro para la salud. Y recibieron con beneplácito la tecnología hermética ya que no necesita el uso de pesticidas en el grano cosechado», señaló.
Las temperaturas cada vez más altas que experimenta Zimbabwe y las sequías derivadas del cambio climático incrementan la vulnerabilidad del maíz y las leguminosas a la contaminación de las aflatoxinas.
Métodos inadecuados de secado y almacenamiento que utilizan los agricultores tras la cosecha también contribuyen a la exposición a las toxinas, afirmó el técnico de extensión agrícola Ozwell Chitono, que trabaja con agricultores del distrito de Shamwa.
“Las bolsas herméticas y los silos metálicos son métodos eficaces, según los agricultores, que en su mayoría no tenían conocimiento de las aflatoxinas y alimentaban con granos contaminados a los pollos y las cabras», explicó Chitono.
La bioquímica nutricional y coordinadora del proyecto por parte de la Universidad de Zimbabwe, Cathrine Chidewe, dijo a IPS que la contaminación por aflatoxinas es un gran problema que no se toma con la debida seriedad en Zimbabwe debido a la ignorancia y a la falta de investigación.
El estudio en proceso aportará datos que podrían mejorar la política nacional contra las aflatoxinas y hacer del almacenamiento hermético un modelo para la gestión posterior a la cosecha en el país, sostuvo.
La seguridad y la calidad alimentaria son una preocupación creciente con el fin de mejorar la productividad agrícola africana en virtud de los recientemente acordados Objetivos de Desarrollo Sostenible.
«Los problemas de calidad y seguridad alimentaria resultantes de la contaminación por aflatoxinas presentan un serio obstáculo para mejorar la nutrición, aumentar la producción agrícola y vincular los pequeños agricultores a los mercados», según un informe de la Fundación Africana de Tecnología Agrícola, que está coordinando el proyecto.
Traducido por Álvaro Queiruga