¿Habrá llegado a su fin el modelo implantado en Brasil por el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva en 2003, que integró una política económica considerada neoliberal y un Estado activo en redistribuir el ingreso y promover la inclusión social?
En su segundo mandato, que comienza el 1 de enero, la reelecta presidenta Dilma Rousseff intenta aparentemente restaurar esa combinación considerada exitosa durante el período de su antecesor, que gobernó el país entre 2003 y 2011.
“Pero ahora es insustentable el crecimiento económico con exportación de productos primarios para financiar políticas sociales, porque los precios (de esos bienes) cayeron”, evaluó Cándido Grzybowski, director del no gubernamental Instituto Brasileños de Análisis Económicos y Sociales (Ibase).
“El modelo está en un callejón sin salida, ya que no hay soluciones ni alternativas en el horizonte”, y las nuevas condiciones para sostenerlo, como el retorno de China a una expansión acelerada, no parecen factibles, sentenció a IPS.[pullquote]3[/pullquote]
Otra gran fuente de ingresos, el petróleo descubierto en 2006 bajo la capa de sal en aguas profundas del océano Atlántico, tampoco ofrecerá los resultados esperados, por lo menos mientras no se recuperen los precios del hidrocarburo, que bajaron más de 30 por ciento el último semestre.
Para superar las debilidades actuales de la economía brasileña, incluyendo su estancamiento, inflación y déficit fiscal elevados y desconfianza del empresariado, Rousseff acomete su segundo cuatrienio con la renuncia a sus propia ideas económicas y la adopción de las de sus opositores, nombrando economistas ortodoxos para ministerios claves.
“Engaño electoral”, es como calificó la oposición la actitud de la presidenta, al asumir medidas que, durante la campaña electoral, había condenado como un retroceso que borraría programas sociales y devolvería al hambre a la población más pobre.
El ministro de Hacienda designado, Joaquim Levy, es el mismo que, como secretario del Tesoro Nacional entre 2003 y 2006, ejecutó un duro ajuste fiscal, aumentando impuestos y recortando gastos públicos. Por ello, es conocido como “manos tijera”.
Levy, el nuevo ministro de Planificación, Nelson Barbosa, y el ratificado presidente del Banco Central, Alexandre Tombini, anunciaron la disposición de restablecer con rigor el trípode macroeconómico de baja meta inflacionaria, cambio flotante y austeridad fiscal, para que se traduzca en un superávit primario (sin los intereses de la deuda).
La flexibilización e incumplimiento de las metas, además de maniobras contables para aparentar mejores cuentas públicas, llevaron al fracaso la gestión económica del primer mandato de Rousseff, junto con la baja confianza de inversionistas privados en el gobierno, según los críticos.
Un aprieto gradual en los gastos públicos, de manera a obtener un superávit primario de 1,2 por ciento del producto bruto interno en 2015 y por lo menos dos por ciento en los dos años siguientes, fueron las metas anunciadas por Levy, junto con cuentas transparentes, sin recurrir a “contabilidad creativa”.
Para contener la inflación, que alcanzó 6,56 por ciento en el índice acumulado de 12 meses hasta noviembre, el Banco Central ya elevó la tasa básica de interés a 11,75 por ciento al año. La meta inflacionaria está fijada en 4,5 por ciento con tolerancia hasta 6,5 por ciento.
“Tendremos por lo menos dos años dramáticos”, con recortes presupuestarios y alza de interés que afectarán políticas sociales y elevarán el desempleo, previó Grzybowski a IPS, tras reunirse con otros dirigentes de organizaciones sociales para evaluar la situación política tras las elecciones de octubre y el papel de la sociedad en ese cuadro.
La reactivación de los movimientos sociales y las protestas masivas serán un probable efecto de esa coyuntura negativa, con el gobierno y el parlamento más conservadores, según el director de Ibase, sociólogo y fundador del Foro Social Mundial.
Pero el escándalo de corrupción en la empresa petrolera estatal Petrobras, bajo investigación policial y judicial, es “la incógnita que podrá sacudir la política nacional”, porque involucra sumas multimilionarias y decenas de parlamentarios y dirigentes políticos.
“Medios de comunicación propagaron casi exclusivamente la opinión de que austeridad fiscal y monetaria es la única vía para solucionar nuestros problemas”, distorsionan el resultado de las elecciones e ignoran la diversidad de opiniones, manifestaron más de 1.300 “economistas por el desarrollo y la inclusión social”.
El manifiesto, que recoge firmas desde comienzos de noviembre, no logró evitar la decisión de Rousseff. La austeridad “agravó la recesión, el desempleo, la desigualdad y el problema fiscal en los países desarrollados”, advirtieron los economistas preteridos en sus posiciones, aunque simpatizantes del gobierno.
“La industria es la que más sufre el impacto cuando la economía crece poco o no crece”, observó el economista Julio de Almeida, temiendo que la austeridad agrave la recesión que ya ha amargado al sector este año. Compras de automóviles, otros bienes durables y máquinas pueden diferirse ante escasez del crédito, ejemplificó.
Pero este profesor de la Universidad Estadual de Campinas mantiene cierto optimismo. El ajuste fiscal anunciado, gradual, puede conquistar la confianza del empresariado y mejorar expectativas, con impactos negativos mitigados por la forma de ejecutarlo, observó.
“Así se pavimenta el crecimiento económico y después de un primer semestre muy difícil en 2015, vendría un semestre mejor, con la industria estancada, pero superando la caída de tres por ciento de su producto en este 2014”, sostuvo.[related_articles]
Con la desindustrialización ocurrida en Brasil, el sector representa solo de 12 a 13 por ciento del producto interno bruto, pero “tiene gran poder de arrastre”, dinamizando muchos otros segmentos, como transporte, finanzas, tecnología de información y servicios en general, arguyó.
Por eso considera vital mantener la industria de transformación nacional, asegurando su financiación por bancos de fomento y mercado de capitales, mejorando la infraestructura, el sistema tributario y el cambio monetario, cuya sobrevaluación daño mucho el sector desde los años 90.
“Nuestra industria perdió densidad, pero mantiene una diversificación que pocos países poseen y puede recuperarse en segmentos como el de bienes de capital y farmacéutico, con otro nivel de sofisticación y competitividad”, concluyó Almeida, quien fue secretario de Política Económica del gobierno en 2006 y 2007.
Mauro Osorio, profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, es otro economista que vislumbra un buen futuro posible para Brasil, pese a los desequilibrios económicos actuales y el remedio recesivo anunciado.
“Brasil ya avanzó mucho. En 1990 tenía 1.500 municipios con bajo Índice de Desarrollo Humano, hoy ninguno. Había muy pocos de índice alto, hoy son 1.500 municipios”, destacó.
El petróleo abre una nueva oportunidad de prosperidad si se lo aprovecha con sensatez, usando sus ingresos para el desarrollo como hicieron los noruegos. En Brasil una política de contenido nacional en los equipos, puede impulsar la industria naval y tecnologías requeridas incluso en otras actividades, acotó.
Alimentos, de los que esta potencia latinoamericana es gran productor y exportador, son otra posibilidad de progreso, pese a la amenaza climática y los riesgos de inflación, si aumentan mucho sus precios internacionales.
Pero el crecimiento económico con más equidad enfrenta varios desafíos en el país, que difícilmente serán enfrentadas por el gobierno renovado de Rousseff.
“Habría, por ejemplo, que cambiar la estructura tributaria, que grava mucho el consumo y poco el ingreso, al contrario de Europa y Estados Unidos. Y reducir el déficit del sistema previsional, que se agrava con la creciente longevidad del brasileño”, apuntó Osorio, especialista en la historia económica de Río de Janeiro.
Editado por Estrella Gutiérrez