La población adinerada de esta ciudad portuaria de Pakistán, de 20 millones de habitantes, recurre a las agencias de seguridad privada para protegerse de la escalada de asesinatos y secuestros ante una policía deficiente.
Los más pudientes, que a menudo son el blanco de secuestros extorsivos, comenzaron a contratar guardaespaldas personales y se desplazan en vehículos blindados o a prueba de bombas.
Karachi es una de las ciudades más peligrosas del mundo porque los delincuentes, armados hasta los dientes, operan con impunidad mientras que la policía, escasa de personal, lucha por mantenerlos a raya.
Un estudio que realizó la policía de la sureña provincia de Sindh indica que en Karachi, la capital provincial, hay 26.847 policías, de los cuales 8.541 trabajan para proteger a personas específicas y lugares estratégicos, como el puerto, el aeropuerto y la terminal de petróleo.
Del total, 3.102 policías se dedican a la investigación. Solo 14.433 agentes, en turnos de 12 horas diarios, son los responsables de mantener la ley y el orden y proteger las vidas y propiedades de la población de Karachi.
Eso equivale a apenas un policía cada 1.524 habitantes de la ciudad, que registró 40.848 delitos en 2013, entre ellos 2.700 homicidios.
«Existe un descarado uso indebido de la policía de Karachi debido a que la cultura ‘VIP’ imperante aleja a los agentes de sus respectivas comisarías», sostuvo Jameel Yusuf, que otrora fue el jefe de la Comisión de Enlace entre los Ciudadanos y la Policía (CPLP), una organización que trabaja en estrecha colaboración con la fuerza del orden local y el gobierno provincial.
La deficiencia de la seguridad pública y la creciente demanda de protección en los últimos 20 años generaron un enorme mercado para las compañías de seguridad privadas.
El coronel Nisar Sarwar, expresidente de la Asociación de Agencias de Seguridad de Pakistán (APSAA, en inglés), informó a IPS que el país tiene aproximadamente 300.000 guardias de seguridad privada y que entre 70.000 y 75.000 se encuentran en la provincia de Sindh, de los cuales 50.000 están radicados en Karachi.
De las 1.500 agencias de seguridad del país, 300 integran la de APSAA, pero Sarwar asegura que existen un sinnúmero de grupos privados más, con armas sofisticadas, que proporcionan seguridad a las familias individuales.
Los clientes ricos están dispuestos a pagar generosamente por esa seguridad. El blindaje de un vehículo 4×4 cuesta entre 30.000 y 45.000 dólares en Pakistán.
Un vehículo nuevo blindado cuesta entre 150.000 y 170.000 dólares en el mercado internacional, según el diario Pakistan Today, una suma enorme en este país donde 60 por ciento de la población vive con menos de dos dólares al día, según datos oficiales.
En el último año hubo un “descenso de 50 por ciento en diversos delitos”, sostuvo Chinoy, el jefe de la CPLC, en diálogo con IPS.
Pero Sarwar, director de Delta Security Management, una de las primeras agencias de seguridad del país, fundada en 1988, asegura que muchas familias y personas adineradas recurren a la protección de las empresas privadas.[related_articles]
Mushtaq Shah, inspector general de la policía de la provincia de Sindh hasta 2012, compartió esa opinión y dijo que la demanda es “inmensa».
«La ciudad tiene unos 20.000 bancos, además de consulados, empresarios, fábricas… ¿Cómo podemos protegerlos sin la seguridad privada?”, cuestionó.
La politización del delito
El exjefe de la policía de Karachi, Shahid Hayat Khan, dijo a IPS que el delito y la política van de la mano en la ciudad.
«Se complementan. Distintos partidos políticos emplean a los delincuentes. Algunos pertenecen al partido, pero la mayoría viene de bandas criminales que se dedican a la extorsión o el narcotráfico”, subrayó.
«Luego hay algunos de grupos religiosos extremistas. Y a veces esos grupos están relacionados con el narcotráfico”, agregó Khan.
También hay guardias privados implicados en varios atracos a bancos.
Otros atribuyen la delincuencia creciente a la interferencia política en el trabajo policial.
«Si le otorgas al jefe de policía un período de tres años con la autoridad absoluta para dirigir a su equipo, por supuesto que con las debidas garantías, veríamos la diferencia», afirmó Shah.
Frustrado con la interferencia política, el propio Shah permaneció en su cargo solo un año, de 2011 a 2012. Sostiene que el gobierno en el poder, sea cual sea, siempre nombra a una persona de confianza en el puesto con el fin de eludir ciertas normas legales.
Dada la escasez de policías, Yusuf cree que la tercerización de determinadas tareas a las agencias privadas mejorará la seguridad pública.
«La policía tendrá una carga menor si las empresas privadas se encargan del patrullaje, la protección de lugares estratégicos y el seguimiento de los VIP”, propuso. Yusuf agregó que esa opción sería más económica que contratar a más personal.
Esa medida también les daría empleo y formación a los jóvenes de Karachi que están desempleados, añadió.
No obstante, en la actualidad el común de los guardias de seguridad privada equivale “a poco más que un vigilante de uniforme. Está mal entrenado, mal supervisado y mal remunerado”, denunció.
Los guardias reciben un pago que varía entre 110 dólares, el salario mínimo mensual para un trabajador calificado, y 450 dólares, para los que portan armas. Dos terceras partes de esa remuneración quedan para la agencia como comisión.
«Casi no reciben ningún tipo de formación y sus armas, si tienen licencia para portarlas, son obsoletas. Algunos también funcionan de mandaderos: trasladan archivos de una oficina a la otra o le llevan la comida al personal administrativo”, señaló.
La APSAA dirige dos centros de formación, uno en Karachi y el otro en la oriental ciudad de Lahore, que ofrecen a los reclutas una instrucción de tres días a cargo de militares en situación de retiro que les enseñan defensa y montaje de armas.
No obstante, expertos como Sarwar creen que la capacitación será insuficiente si a los guardias no se les equipa con las armas necesarias para lidiar con la militarización que se apoderó de las calles de Karachi.
«Las agencias no están autorizadas a darles armas automáticas a sus guardias. Solo se les permite disparar en defensa propia», explicó a IPS.
”Hoy en día, incluso los ladrones utilizan fusiles Kalashnikov y el personal de seguridad privada no puede competir con esas armas sofisticadas”, concluyó.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Álvaro Queiruga