Muhammad Tufail, de 22 años, es voluntario en la norteña provincia de Jyber Pajtunjwa del brazo humanitario de una organización que el gobierno de Pakistán considera terrorista.
Conmovido por la situación de casi un millón de refugiados que huyen de la ofensiva militar que comenzó el 15 de junio en la Agencia de Waziristán del Norte, una de las Áreas Tribales Administradas Federalmente (FATA) de este país, Tufail distribuye alimentos y suministros médicos a los residentes en los enormes campamentos de desplazados.
Tufail y otros voluntarios atienden a las necesidades de unas 10.000 familias cada día. “No podemos dejar a nuestra gente desamparada”, afirmó a IPS el joven, oriundo de Mardan, uno de los 26 distritos que conforman Jyber Pajtunjwa, en la frontera con Afganistán.[pullquote]3[/pullquote]
Su pasión es admirable, pero la organización para la que trabaja, la Fundación Al Rehmat (ART), es de dudosa procedencia. El grupo humanitario es considerado una pantalla para el proscripto Jaish e Mohammed (el ejército de Mahoma, JEM), con su base en la región india de Cachemira.
Prohibido en Pakistán desde 2002, el JEM es considerado una organización terrorista, acusada de realizar un atentado contra el parlamento de India en 2001.
Aunque el grupo tiene un perfil bajo desde 2003, su enorme cantidad de miembros se revela en tiempos de crisis nacional como una eficiente proveedora de ayuda.
«Fuimos los primeros en las labores de rescate del terremoto que sacudió el norte de Pakistán en 2005. Rescatamos a la gente de los escombros y les salvamos la vida», aseguró Tufail con orgullo.
«ART ayuda a la gente desinteresadamente», afirmó.
Esta actitud, que expresan decenas de jóvenes en estas organizaciones, preocupa sobremanera a las autoridades por la influencia que ejercen estos grupos extremistas en tiempos difíciles.
«Vigilamos de cerca los campamentos de ayuda organizados por los grupos yihadistas. Queremos asegurarnos de que no se utilicen para reclutar a los civiles con fines terroristas”, explicó Akram Khan, un inspector de policía en Bannu, el distrito de Jyber Pajtunjwa donde se encuentra la mayoría de los desplazados.
El funcionario teme que los campamentos en expansión, desbordantes de civiles desesperados, vulnerables y traumatizados, sean un campo de reclutamiento perfecto para radicales camuflados de trabajadores humanitarios.
«Los desplazados necesitan asistencia monetaria y social», que reciben de los yihadistas, dijo a IPS.
«El país ya vive tiempos difíciles por el terrorismo. No podemos permitir que los grupos armados crezcan a costa de los desplazados”, se lamentó Khan.
Pero eso es exactamente lo que estaría sucediendo, según el analista político Khadim Hussain, presidente de la Fundación Educativa Baacha Khan.
Jamat ud-Dawa (JUD), una organización de estilo misionero que es una pantalla para el temido Lashkar-e-Taiba (ejército de los buenos, o LET) también realiza acciones humanitarias y conquista el aprecio de muchos que consideran insuficiente la respuesta oficial a las emergencias de la naturaleza o provocadas por el hombre, dice Hussain.
La Fundación Falah-e-Insaniyat (FIF), que sería otra fachada del LET, también brinda medicinas y alimentos a miles de familias necesitadas.
«Fuimos los primeros en llegar a Bannu y comenzar el trabajo de socorro porque no podía soportar ver a nuestros hermanos musulmanes en crisis», contó a IPS el voluntario Muhammad Shafiq, de ART.
Shaukat Ali Massud, un hombre desplazado con siete familiares a su cargo, dijo estar “agradecido a ambas organizaciones por su sinceridad y dedicación”.
«Ellos nos ayudan. No son terroristas, solo son muy buenos musulmanes”, expresó. Conoce a decenas de familias que recibieron la ayuda de alguno de los numerosos grupos considerados brazos humanitarios de las organizaciones radicales.
«Nunca olvidaremos su ayuda en estos tiempos difíciles», afirmó a IPS.
El gobierno hace la vista gorda
Para India, Estados Unidos y Gran Bretaña, JEM y LET son “organizaciones terroristas mortales” que combaten en la zona de Cachemira disputada por India y Pakistán.
Debido a la fuerte presión internacional, ambos grupos mantienen un perfil relativamente bajo, pero la crisis humanitaria que desató la ofensiva del gobierno para aplastar al movimiento islamista Talibán en la frontera con Afganistán hizo que JEM y LET volvieran a la palestra, según Muhammad Shoaib, analista de la Universidad de Peshawar.
«Estos grupos, con la ayuda del Estado, tienen cuidado de mantener sus alas humanitarias para demostrar que son más que formaciones extremistas», señaló a IPS.
Numerosas organizaciones no gubernamentales laicas que quieren ayudar a los desplazados no consiguieron el certificado de no objeción, un documento público que les brinda autorización oficial a sus actividades.
Sin embargo, organizaciones como ART trabajan sin obstáculo con las poblaciones desplazadas.
«El gobierno y los oficiales del ejército cooperan mucho. Todo funciona sin complicaciones”, comentó Shafiq, el voluntario de ART.
El JUD, acusado de realizar el atentado de 2013 contra el consulado indio en la ciudad afgana de Jalalabad, también es muy activo en ocasión de desastres naturales, aunque el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas lo calificó de terrorista en 2008.[related_articles]
El gobierno de Pakistán asegura que no hay pruebas que vinculen al grupo con actividades terroristas.
«Dirigimos hospitales, escuelas y colegios para las personas pobres en Pakistán», afirmó Hafiz Muhammad Saeed, el fundador del JUD a quien el gobierno de India acusó de planear los atentados terroristas de Bombay en 2008.
«La ayuda a los desplazados es nuestro deber primordial. Enviamos socorro por valor superior a los cinco millones de dólares a las zonas inundadas de Pakistán en 2010 y hasta el momento entregamos suministros por dos millones de dólares en Bannu”, añadió en diálogo con IPS.
La FIF, que estaría estrechamente relacionada con LET y JUD, también desempeña una función importante.
«Trasladamos 500 voluntarios a Bannu. Casi todos los días enviamos 10 camiones con suministros de emergencia”, indicó a IPS su presidente, Hafiz Abdur Rauf.
Aunque los desplazados agradecen la ayuda, las autoridades están decididas a acabar con lo que consideran grupos radicales que se infiltran en las poblaciones vulnerables para reclutar a sus combatientes.
“Como vimos durante… el terremoto de 2005, la operación militar en Swat de 2009 y las inundaciones de 2010, estos grupos utilizan el trabajo caritativo para ganarse la simpatía de la gente de Pakistán” mediante la ayuda moral y económica, argumentó Hussain, de la Fundación Educativa Baacha Khan.
En lugar de permitir la radicalización de la población desplazada, el gobierno debe “desradicalizar” a los extremistas para lograr la paz duradera, dijo a IPS.
«La guerra contra los radicales que se libra en la provincia del norte no tendrá sentido si al mismo tiempo se les permite crecer con impunidad a otras entidades extremistas”, concluyó Hussain.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Álvaro Queiruga