Aunque los sucesivos gobiernos desde la independencia de India en 1947 han mantenido un amplio consenso en torno a principios fundamentales de la política exterior, la nueva administración del hinduista y nacionalista Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas inglés) introducirá algunos cambios significativos.
El nuevo primer ministro de India, Narendra Damodardas Modi, tendrá, a diferencia de sus recientes predecesores, un amplio margen de maniobra y no estará sujeto a presiones de partidos aliados en una coalición.
Aún antes de asumir el cargo este lunes 26 de mayo, Modi tomó decisiones reveladoras de sus prioridades, al invitar a la ceremonia de asunción a todos los líderes de los países de la Asociación de Asia Meridional para la Cooperación Regional (AAMCR).
Este paso refleja la importancia acordada a los países vecinos y la intención de Modi de emprender sin demora el diálogo con sus líderes para impulsar la integración económica regional.
Es promisorio que su homólogo pakistaní, Nawaz Sharif, lograse superar la oposición interna y aceptase la invitación de Modi, que incluye un coloquio bilateral. Los dos gobernantes son reconocidos partidarios de incrementar las relaciones económicas y comerciales entre ambos países. Por ello, es de esperar que las relaciones mutuas emprendan un viraje positivo.
El obstáculo radica en la renuencia de Pakistán a hacer cesar los ataques terroristas a través de la frontera con India. En el pasado, se frustraron oportunidades como esta a consecuencia de graves ataques provenientes de Pakistán, tolerados y frecuentemente respaldados por el Estado.
La transición política en Afganistán, junto con el recrudecimiento de las hostilidades del grupo radical islamista Talibán, puede exacerbar la tensión entre India y Pakistán.
Se teme que, pese al peligro que implicaría para su propia seguridad, Pakistán, que permitió la existencia de santuarios del Talibán en su territorio durante varios años, pueda ahora ayudarlo en su intento por reconquistar el gobierno de Kabul.
Si esto sucediese, los países de la región estarían amenazados por una nueva oleada de extremismo religioso y de terrorismo fundamentalista, e India sería el mayor objetivo.
Modi es un admirador del espectacular crecimiento económico de China y de su concepto del «poder nacional comprensivo». Por ello, el nuevo gobierno se esforzará para que la economía india vuelva a crecer velozmente, y la política exterior se orientará en esa dirección.
Aunque en el campo de la seguridad el enfoque seguirá siendo cauteloso, la intensificación de los vínculos comerciales y económicos bilaterales que perseguirá el nuevo gobierno respaldará las perspectivas de desarrollo.
La misma motivación vale para Japón, que ya es una significativa fuente de capitales y de tecnología para India. Es probable que Japón sea uno de los primeros países que visite Modi como primer ministro.
En relación a Estados Unidos, se supone que Washington dará pasos diplomáticos para reparar el desaire infligido al BJP cuando, en 2005, le negó la visa de ingreso a Modi, al acusarlo de complicidad en los sangrientos enfrentamientos que ocurrieron cuando era gobernador del estado de Gujarat.
Por otra parte, algunas corporaciones estadounidenses han lanzado una fuerte campaña contra las políticas de India en materia impositiva, derechos de propiedad intelectual y normas reguladoras.
India es contraria a secundar a Washington en las sanciones contra Irán y Rusia, mientras todavía no está claro cómo piensa Estados Unidos encarar su presencia en Afganistán después de 2014, cuando complete el retiro de sus tropas, ni si tendrá en cuenta los intereses y las preocupaciones de India en la región.
Pese a estas diferencias, India y Estados Unidos tienen en común importantes intereses a largo plazo, en particular la estrategia ante el ascenso de la potencia china y la configuración del diseño económico y de seguridad en el área Indo-Pacífico.
Si Modi pone en marcha la economía, las empresas estadounidenses tendrán mayores oportunidades de negocios en la India, que es ya un importante mercado para algunos sectores de la superpotencia como la industria militar.
En términos generales, la recuperación económica y un gobierno sólido y coherente aumentarán la influencia de India en el escenario global.
Modi participará en la próxima cumbre del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), donde se lo espera con interés, ya que en el pasado reciente la diplomacia de Nueva Delhi ha mostrado un perfil bajo.
La política externa de India debe asegurar un continuo y elevado nivel de relaciones con sus vecinos, que con ella constituyen la mayor región del mundo. Es previsible que desde el inicio de su gobierno, Modi se encamine en esa dirección.
Shyam Saran, exsecretario de Relaciones Exteriores de India, es el presidente del Consejo Nacional de Seguridad.