La empresa social Apicultores de Nochistlán, del central estado mexicano de Zacatecas, se apresta a exportar miel a Estados Unidos, y para eso colocará un código de barras en cada colmena.
“Actualmente lo hacemos con la bitácora, pero será más sencillo con la tecnología. Así se sabe si (la colmena) fue movida, si las abejas fueron medicadas y qué tipo de miel es”, dijo a Tierramérica el presidente de la empresa, Giovanni Zúñiga.
Apicultores de Nochistlán se fundó en 2005, tiene 15 socios y una producción anual superior a las 15 toneladas de miel.
El código de barras es la técnica más empleada para construir la trazabilidad de un producto alimenticio fresco o procesado, reto para ingresar a mercados cada vez más exigentes en materia sanitaria, como el de Estados Unidos.
La trazabilidad (o rastreabilidad) es “la capacidad para seguir el desplazamiento de un alimento a través de una o varias etapas especificadas de su producción, transformación y distribución”, define el Codex Alimentarius, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y la Organización Mundial de la Salud.
Una plataforma tecnológica básica cuesta unos 3.960 dólares, mucho para pequeños productores. “Necesitamos capacitación y no tenemos dinero”, lamentó Zúñiga.
Con todo, «es un buen momento en México. En los últimos años ha habido mucha sensibilización en el mercado. Hay empresas que tienen prácticas internas bastante maduras”, dijo a Tierramérica la directora de Innovación y Desarrollo de la filial mexicana de GS1, Gabriela Ugarte.
“La asignatura pendiente es la integración de cadenas de suministro completas”, agregó.
[related_articles]GS1 es un organismo privado regulador de estándares de negocios con sede en Bruselas. Empezó a trabajar en México en 2008. Una de sus iniciativas fue autenticar la calidad de la miel de unos 3.000 apicultores en el sudoriental estado de Yucatán. Para ello, se identificó a los productores con un código y se certificó la cadena de suministro: acopiadores, envasadores y exportadores a Europa.
En México, GS1 tiene 33.000 empresas asociadas, 90 por ciento de ellas pequeñas o medianas. Además, trabaja en crear el registro trazable para rubros de producción de carne, tomate y aguacate.
El código de barras y la más moderna identificación por radiofrecuencia son las técnicas más conocidas. La última, más eficiente, está poco desarrollada en México.
Se emplean también en ganado y en las industrias automotriz y farmacéutica, entre otras, para monitorear el producto desde el centro de origen hasta el escaparate o la mesa.
Con la Ley de Modernización de la Inocuidad de los Alimentos de 2011, Estados Unidos mejoró sus normas para evitar la aparición de enfermedades y rastrear sus causas, obligando a los exportadores a adaptarse.
Desde enero de 2012, los exportadores utilizan códigos de barras para cumplir con la iniciativa de trazabilidad de productos, que impulsan en Estados Unidos Canadian Produce Marketing Association, la filial estadounidense de GS1 y United Fresh Produce Association.
Además, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) propuso el 29 de julio dos regulaciones para reforzar la inocuidad de los alimentos. Los interesados tienen hasta el 26 de noviembre para enviar comentarios.
La FDA sostiene que entre 2005 y 2010 se registraron 39 brotes epidémicos cuya fuente fue comida importada. Alimentos procedentes de México como melón, tomate, ajíes jalapeños y pepino han sido señalados de causar salmonelosis.
El caso más reciente fue el de una ensalada mixta, que elabora la empresa Taylor Farms de México y se sirve en una cadena de restaurantes en los estados de Iowa y Nebraska, y que ocasionó en julio cuadros de ciclosporosis, una infección intestinal por agua o comida contaminada con el parásito Cyclospora cayetanensis.
La empresa Maxi Terra, fundada en 2011, trabaja con unos 3.500 sembradores de cacao y piña en los sudorientales estados de Tabasco y Veracruz y en el sureño Chiapas para proveer a la transnacional suiza Nestlé y a Altex, filial de la mexicana Bimbo.
«Nuestro comprador nos pidió saber de dónde viene el producto y cómo se produce. Contamos con un sistema basado en tecnología y procedimientos de operación para el seguimiento del flujo de información desde el cultivo, materias primas, productos intermedios y terminados”, indicó a Tierramérica el ingeniero químico Carlos Azcuaga, fundador de Maxi Terra.
Cada sembrador recibe un código de barras y responde una encuesta en un teléfono móvil con un sistema de posicionamiento global (GPS), que se enlaza a su vez a una conexión satelital para integrar una base de datos. Así se rastrea cada lote producido.
La empresa garantiza al cultivador un precio justo por cumplir con los estándares del comprador. Maxi Terra quiere llegar a más productores e incursionar en frutos como la carambola o carambolo, el rambután y la pitahaya o fruta del dragón.
“Queremos expandirnos al sureste mexicano, a Centroamérica e incluso a África”, dijo Azcuaga.
Estados Unidos es el principal destino de las ventas agroalimentarias mexicanas, que totalizaron más de 23.000 millones de dólares en 2012, de las cuales más de 19.000 millones se exportaron al país vecino, según cifras de la Secretaría (ministerio) de Agricultura.
“Lo que hace México es adaptarse, viendo cómo apoyar al exportador. Muy probablemente México desarrolle esas prácticas internas. No se puede mejorar lo que no se puede medir. Cuando una empresa empieza a certificarse, se da cuenta de que algunos procesos productivos podrían ser mejores», señaló Ugarte.
Con el mismo propósito, el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria apoya a apicultores, ganaderos y aguacateros.
Este artículo fue publicado originalmente el 10 de agosto por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.