«Supe del plan Hambre Cero por la televisión, pero lastimosamente aquí no ha llegado», se quejó Elías Ruíz, un campesino de la sureña comunidad de Santa Odilia, sobre el programa insignia del gobierno de Guatemala que busca erradicar la miseria.
"A nosotros nos beneficiarían proyectos productivos porque, de lo contrario, no tenemos cómo mantenernos. Nos podrían ayudar con semillas de maíz, plátano (banano para cocinar) y abonos, y técnicas para mejorar nuestra producción", añadió Ruíz.
Cada invierno, este agricultor y otras 307 familias de Santa Odilia, en el municipio de Nueva Concepción, en el departamento de Escuintla, deben lidiar con la furia del río Coyolate cuyo cauce se desborda y anega con sus aguas viviendas y siembras de subsistencia.
"Se nos mueren las reses y nos quedamos sin cultivos de maíz, plátano, todo se va y tenemos que volver a comenzar", relató a IPS.
Como Ruíz, cientos de miles de guatemaltecos castigados por la inseguridad alimentaria aguardan aún por la llegada a ellos y sus comunidades del plan Hambre Cero.
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El programa fue lanzado en febrero por el presidente, el derechista y general retirado Otto Pérez Molina, un mes después de llegar al poder. Pero aún no se hace realidad para muchos de sus potenciales beneficiarios.
"Vemos pocos recursos destinados a concretar la lucha contra la desnutrición, muy poca ejecución y, adicional a esto, una falta de coordinación entre las diferentes instituciones y programas de política pública", dijo Jonathan Menkos, director ejecutivo del no gubernamental Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales.
Al concluir septiembre, de acuerdo con una metodología especial del Instituto, se había ejecutado 55 por ciento del presupuesto de este año para los programas vinculados a seguridad alimentaria y nutricional, que han sido integrados al nuevo macro plan.
Otro programa, "Ventana de los Mil Días", que apoya a las madres en su gestación y hasta que su hija o hijo tiene dos años, solo se ha ejecutado en 36 por ciento.
Menkos dijo a IPS que un problema del paquete de programas es su insuficiente presupuesto. Como ejemplo citó que la inversión prevista en el país para la seguridad alimentaria y nutricional durante 2012 es de 668 millones de dólares.
"Otros países vecinos, como Honduras y Nicaragua, con niveles más bajos de desnutrición han tenido inversiones más o menos del doble con respecto a Guatemala en los últimos años", detalló.
Menkos detalló que otro problema de Hambre Cero es que no están claros sus recursos, porque agrupa y actualiza programas ya existentes y establece otros nuevos. Al lanzarlo, Pérez Molina dijo que el plan requeriría unos 260 millones de dólares adicionales, respecto a los destinados ya para los temas que engloba.
Lo positivo es que el plan agrupa toda una serie de iniciativas desperdigadas en una reforzada unidad de acción, pero su manejo sigue descoordinado entre los varios ministerios y otras dependencias que manejan sus distintos componentes.
Este país ostenta la tasa más alta de desnutrición crónica infantil de América Central y una de las mayores del mundo, equivalente a 49,3 por ciento de niños y niñas menores de cinco años, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
En Guatemala, 54 por ciento de sus 15 millones de habitantes viven en la pobreza y 13 por ciento de ellos en la indigencia, enraizada en particular en el área rural, donde vive 54 por ciento de la población del país.
Para encarar situaciones como esta, Pérez Molina lanzó Hambre Cero, que comprende acciones como el programa para las madres, la promoción de cadenas empresariales para los pequeños productores rurales, la entrega de aportes financieros y la producción de una tortilla fortificada de harina de maíz.
Entre las metas del gobierno está la de atender a más de un millón de niños y niñas que padecen desnutrición crónica y reducir esa tasa en 10 por ciento en 2016, al concluir el mandato del gobierno actual.
Sin embargo, para alcanzar ese propósito aún deben resolverse varios asuntos.
"Hay grandes desafíos en materia de integración y de coordinación de las instituciones y, por otro, existe la necesidad de evaluar lo que se ha ido haciendo", dijo Menkos.
Este último punto es trascendental, según Iván Yerovi, representante adjunto de Unicef en Guatemala.
"Para mí ahí radica la gran apuesta que debe hacer el país. Sería ideal tener más recursos pero es mucho más ideal monitorear y saber cómo se están utilizando esos fondos", dijo a IPS.
"Si no estamos analizando cada una de las intervenciones que se hacen, es muy tarde llegar al sexto u octavo año cuando se haga una encuesta de salud materna e infantil que vaya reflejando los resultados", señaló.
Además, el funcionario coincidió con Menkos en la preocupación por la escasa ejecución presupuestaria en el combate contra el hambre en el país.
"A estas alturas del año las cifras no están revelando un nivel adecuado de implementación de los fondos, lo cual es una lección aprendida que debe corregirse", sugirió.
Organizaciones no gubernamentales (ONG) suman a estas críticas su cuestionamiento sobre la metodología del plan.
Alejandro Aguirre, de la Coordinación de ONG y Cooperativas de Guatemala, dijo a IPS que "la política que impulsa el actual gobierno es clientelar y asistencialista, lo cual hace que, precisamente, se mantenga la pobreza".
El activista se refirió con ello a la denominada "Bolsa Segura", una ración de víveres que entrega el gobierno a familias de escasos recursos, programa iniciado por el gobierno del socialdemócrata Álvaro Colom (2008-2012), pero que fue duramente criticada por darle un manejo electoral.
"Son regalos que se le dan a la población que al final no resuelven los problemas de fondo que tiene el país en cuanto a la desnutrición y a garantizar el derecho a la alimentación", recalcó.
En su lugar, Aguirre se mostró a favor de proyectos productivos que tengan que ver con la producción de granos básicos y la asistencia técnica para el fortalecimiento de la economía campesina.
"Los recursos destinados al combate contra la desnutrición son mínimos. El programa Hambre Cero no arranca y vemos una estrategia de intervención dispersa, sin una interrelación entre los diferentes ministerios que deben impulsar ese plan", coincidió con los otros expertos.
Pese a todo, Menkos y Yerovi consideraron como "positivo" que con el plan el combate contra el hambre en el país ha cobrado importancia y posicionamiento en la agenda gubernamental, reforzando una tendencia en esa dirección de los últimos años.
De hecho, el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton, en nombre de su fundación Iniciativa Global Clinton, entregó en septiembre un reconocimiento a Pérez Molina por sus esfuerzos en reducir la desnutrición a través del plan Hambre Cero.