Los derechos humanos deben ser explícitamente reconocidos como ingrediente indispensable del desarrollo sostenible en la inminente conferencia Río+20.
Así lo afirmó la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navanethem Pillay, en entrevista con IPS.
La funcionaria explicó el nexo que existe entre los derechos humanos y el desarrollo sostenible, así como la importancia en ese sentido de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, conocida como Río+20, que se realizará del 20 al 22 de este mes en Río de Janeiro.
IPS: ¿Hasta qué grado dependen entre sí el desarrollo sostenible y los derechos humanos?
NAVANETHEM PILLAY: Están indisolublemente unidos. Sin protecciones a los derechos humanos, las políticas destinadas a mejorar el ambiente o las metas de desarrollo podrían tener impactos negativos muy serios.
Por ejemplo, en los últimos años hemos visto que los esfuerzos tecnocráticos para el desarrollo sostenible han excluido a muchas comunidades de los procesos de toma de decisiones, provocando una exacerbación de las desigualdades económicas y sociales, así como una marginación de los derechos humanos.
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Los pueblos indígenas han visto amenazadas sus tierras y sus fuentes de sustento debido a los mecanismos para la reducción de emisiones (de gases de efecto invernadero). Las tierras agrícolas han sido destinadas a la producción de biocombustibles, y los grandes proyectos de infraestructura han causado el desalojo y la reubicación de comunidades enteras.
Es por eso que necesitamos incluir referencias específicas a los derechos humanos en todo el documento final de Río+20.
Cuando se trata de los derechos humanos, hemos visto una y otra vez que si no hay una referencia explícita en importantes documentos políticos, estos tienden a ser ignorados, y a veces avances previos sufren retrocesos inadvertidos.
IPS: Organizaciones de la sociedad civil han expresado temores de que el plan final de Río+20 deje de lado los derechos humanos, incluyendo los de las mujeres y los de los pueblos aborígenes. ¿Cuán válidos son esos temores?
NP: Yo los comparto. Es por eso que participaré personalmente en Río+20, y mi oficina trabaja duramente para subrayar la necesidad de que los derechos humanos estén en el resultado final.
A fines de marzo escribí una carta abierta a todos los estados miembros de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), instándolos a apoyar las consideraciones de derechos humanos en sus deliberaciones, justo cuando comenzaba la segunda ronda de negociaciones informales.
Las organizaciones no gubernamentales tomaron esta carta como punto de partida y algunas delegaciones gubernamentales la han considerado.
A consecuencia, hemos visto que se han presentado propuestas sobre derechos humanos en las negociaciones, pero la batalla está lejos de terminar. La mayoría de las disposiciones siguen entre corchetes (en discusión), y conceptos clave como la coherencia de las políticas y su impacto en los derechos humanos todavía no han sido introducidos en el documento.
IPS: ¿Cuán ampliamente reconocen el concepto de derechos humanos la Agenda 21 y la Declaración de Río sobre Ambiente y Desarrollo, adoptadas en la Cumbre de la Tierra de 1992?
NP: A decir verdad, tenían un lenguaje de derechos humanos más claro de lo que uno podría imaginar, comparado con las actuales discusiones. La Agenda 21 y la Declaración de Río fueron celebradas precisamente porque pusieron los derechos humanos al frente y en el centro.
En mi carta a los gobiernos, les recordé que 27 principios de la Declaración de Río de 1992 se basan firmemente en los derechos humanos.
La Declaración de Río específicamente invocó el derecho al desarrollo, llamó a actuar para reducir las disparidades en las condiciones de vida, afirmó el rol de las mujeres, de los pueblos indígenas y de las comunidades locales en el desarrollo sostenible, y llamó a la protección de las personas que viven bajo represión u ocupación.
IPS: Analizando los progresos desde que fueron incluidas las consideraciones de derechos humanos en la histórica Declaración hace dos décadas, ¿cuáles son las lecciones aprendidas en cuanto a implementación?
NP: Veinte años después de Río, una esperaría que pudiéramos avanzar en vez de retroceder en estos compromisos esenciales.
Debemos encarar la división Norte-Sur, avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio para asegurar que se considere una adecuada perspectiva de género, y debemos aprender (la enseñanza) de los movimientos de la Primavera Árabe y de Ocupa Wall Street de que los derechos humanos deben estar en el centro del desarrollo.
Los gobiernos tendrán que traducir esto en acciones, porque las mujeres y los hombres en la calle lo están demandando.